Cuando el aleteo de una mariposa lo cambia todo
Todos
conocemos el llamado efecto mariposa.
Esa teoría forma parte de la esencia de la teoría del caos, una ley
enunciada por James Yorke que nos recuerda algo esencial. El mundo no
sigue una pauta milimétrica y predecible; lo queramos o no, en
nuestra vida también habita el caos, ese pequeño espacio para el
azar donde resulta casi imposible predecir el efecto de ciertos
eventos.
Es
habitual asociar a la teoría del caso con las ramas originarias:
las matemáticas y
la física. Sin embargo, con frecuencia olvidamos que estas ciencias
tienen una implicación directa en nuestra vida cotidiana.
De
hecho, pocos paradigmas han tenido una repercusión tan directa en
muchas de nuestras áreas de comportamiento y conocimiento. Es más,
el propio James Yorke nos resume en una sencilla frase la
trascendencia de su teoría: hay
que estar preparados para cambiar los planes en cualquier momento.
“En
la vida es importante ser flexibles.
Yo no planeo las cosas,
prefiero descubrirlas”.
-James
Yorke-
Ahora
bien, cada
uno de nosotros tenemos un grado de tolerancia frente a la
incertidumbre.
A partir de un punto, nuestro cerebro entra en “modo alerta”
frente a lo que pueda ocurrir.
Preferimos
la estabilidad, saber
que dos y dos son cuatro y lo que nos rodea y tenemos hoy, seguirá
estando con nosotros el día de mañana.
Todo ello nos brinda ese equilibrio
emocional con
el que disfrutamos teniéndolo todo bajo control.
Sin
embargo, la teoría del caos nos deja constancia de una evidencia.
La vida y su discurrir no responden al avance rítmico y perfecto de
un reloj. Lo
imprevisible y lo incontrolable habita siempre entre/en nosotros.
Es
esa espada
de Damocles que
puede caer en cualquier momento. Es esa mariposa que hoy aletea en
Estados Unidos y más tarde llega a Europa en forma de crisis
económica. Es esa bola blanca que golpeamos en el billar y que hace
que el resto de bolas se dispersen a veces en direcciones
inesperadas…
La
teoría del caos: la naturaleza es imprevisible
La
teoría del caos nos dice en pocas palabras que el resultado de un
acontecimiento depende de distintas variables. Esas
cuyo comportamiento no
siempre podemos predecir con total exactitud. Siempre hay un margen
de error, un hueco para el azar, un aleteo que en el último momento
lo cambia todo. Porque a
veces, una pequeña diferencia genera un efecto de grandes
proporciones, ese cuyo sello distintivo imprime todo sistema
caótico.
Hay
quien dice que la
teoría del caos configura uno de los campos más maravillosos de
las matemáticas modernas. Que
es la ciencia que intenta predecir el comportamiento de sistemas
intrínsecamente impredecibles.
Ya
podemos suponer lo que algo así supuso en su día para casi
cualquier área de conocimiento. No olvidemos que hasta no hace
mucho el propósito mismo del mundo científico, era eliminar la
variable de la “incertidumbre” para poder describir con
exactitud el comportamiento de casi cualquier cosa.
Sin
embargo, a
día de hoy se acepta ese margen donde el azar y lo imprevisible
puede, en un momento dado, cambiarlo todo.
De hecho, esto mismo es lo que descubrió el meteorólogo y
matemático Edward Lorenz en 1961 cuando intentó crear un sistema
de computación para predecir el tiempo.
De pronto se dio cuenta que, debido a un error de redondeo en los
números, todo el sistema había empezado a evidenciar un
comportamiento claramente impredecible. Más
tarde, esta experiencia le serviría para formular el famoso efecto
mariposa.
El caos habita entre
nosotros de forma constante
Los
fenómenos caóticos abundan no solo en la naturaleza, también
acontecen en los pronósticos del tiempo o incluso en la
biología. No
hay ningún área que quede exenta a ese comportamiento
impredecible.
A
ese agujero de aguja donde en un momento dado, se enhebra el azar y
el hilo dorado de lo imprevisible. Así, todos esos fenómenos
caóticos acontecen cada día casi sin que nos demos cuenta en la
economía, en la termodinámica, en la astronomía e incluso en la
psicología.
A
día de hoy sabemos que cualquier pequeña perturbación en nuestro
cerebro (como la alteración en un neurotransmisor) puede dar lugar
a cambios muy drásticos en nuestro comportamiento. Es
más, en psiquiatría también
se asume la teoría del caos.
A veces, al administrar un fármaco a un paciente existe una pequeña
probabilidad de que el efecto observado sea opuesto al efecto
esperado.
“El leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”¿Cómo aplicar la teoría del caos en la vida cotidiana?
En
nuestro día a día todos intentamos evitar el caos. Solo así nos
sentimos seguros, solo así logramos edificar unas vidas donde lo
previsible nos permita salir de casa sin miedo, donde poder mirar al
futuro con confianza.
Ahora bien, tal y como nos explica James Yorke, padre de esta
teoría, lo
mejor es estar preparados para cambiar los planes en cualquier
momento.
De
algún modo, este principio tiene mucho que ver con otra teoría de
actualidad. Hablamos del principio del “cisne negro”, enunciada
por el ensayista, economista y matemático Nassim Nicholas
Taleb.
En
su recomendable libro, el cual lleva el mismo título que su teoría,
nos recuerda que la mayoría de nosotros estamos
supeditados por una visión del mundo donde todo parece a simple
vista, predecible. Sin
embargo, en un momento dado surge lo extraño, lo caótico…ese
evento que no esperábamos. Un suceso imprevisible que estamos
obligados a asumir y a racionalizar.
No
obstante, en lugar de tener que actuar cuando ese caos ya se abre
ante nosotros, lo ideal sería estar preparados. James
Yorke nos recuerda que la gente que alcanza el éxito y
la felicidad es
esa que siempre tiene un plan “B” en el bolsillo.
Hagamos
un esfuerzo por desarrollar
una mentalidad flexible y un enfoque que no se limite a reaccionar
ante los eventos.
Sino a asumirlos con curiosidad y aceptación. Porque muchas veces
es en el caos donde surgen las oportunidades. Estar
preparados ante los imprevistos es al fin y al cabo, movernos con
los propios altibajos de la vida.
Valeria Sabater
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