Lo
cierto es que nadie sabe realmente lo que te pasa, solo tú lo
sabes, cada día vemos a gente por la calle, vecinos, amigos,
compañeros, amores, familiares… gente que come a nuestro lado,
que toma un café o que pasa dejando en el aire un rastro de sí
mismo sin sabor a nada.
Es
muy curioso que en plena era de la comunicación, es cuando los
seres humanos menos nos comunicamos entre nosotros y si nos
comunicamos es una comunicación “SUPERFICIAL”. Preguntamos
por quedar bien, por ser correctos, pero no hay profundidad, no hay
sentimiento de preocupación por los demás.
Y
la raíz, está bien clara, todo empieza en uno mismo “NADIE
PUEDE DAR LO QUE NO TIENE” y si yo no he desarrollado el
hábito de comunicarme conmigo en profundidad, menos aún seré
capaz de hacerlo con los demás, incluso con los más cercanos.
La
falta de comunicación de la buena (la que se hace con el corazón)
hoy en día es evidente y es la causa de muchos conflictos
importantes en nuestra vida.
Poco
o nada sabemos de los demás. NADIE SABE NADA DE
NOSOTROS. Sonreímos, cruzamos miradas, nos rozamos codo con
codo, trabajamos juntos y sin embargo, nadie nos conoce, nadie sabe
de nuestras penas, nadie sabe si cuando estamos solos reímos o
lloramos, nadie sabe si la vida que llevamos nos hace felices o no
nos gusta.
Nos
ponemos la careta del disimulo, porque lo que realmente queremos es
protegernos del dolor, que no se nos note.
Nos
protegemos de todas aquellas personas que les encanta meterse y
saber de la vida de los demás, porque son incapaces de mirar la
suya, de la gente chismosa, de los que solo van a rumiar la carroña,
de los que se alegran que las cosas nos vayan mal.
La
existencia de este tipo de ser humano es más habitual de lo que
puedan pensar, pues al ver que los demás lo pasan mal, que sufren,
ellos sienten alivio de sus propios males.
Quizá
porque desconocen la sabiduría del refranero que dice: “Mal de
muchos, consuelo de tontos”.
Cuando
depositamos en alguien la confianza de contarle nuestras penas,
inconscientemente le estamos poniendo en sus manos nuestro corazón.
Le estamos dejando nuestra intimidad al desnudo.
Nuestro
desnudo más integral, lo cual es uno de los mayores errores que
podemos cometer, ya que nosotros y solo nosotros, sabemos realmente
lo que nos pasa, los demás cuando se lo comentamos simplemente…
interpretan según sus parámetros lo que les contamos, por la
sencilla y simple razón que nadie piensa igual a nadie.
La
verdad nos guste o no, es que a pesar de todo tenemos que pasarlo
solos. Todo, sea lo que sea. Cuando aún te han sucedido pocos
sinsabores estás deseando que otros te ayuden a pasar el mal trago.
Cuando éstos se van acumulando te acostumbras a pasarlo mal a
solas, porque esa experiencia es para ti y para nadie más. Pues
solo tú puedes aprender de ella.
Hay
que resistir los malos momentos, que sin duda llegan a lo largo de
la vida, dejar pasar las horas en las que nos sentimos muertos e
integrar en nuestra rutina la nueva situación.
Y
un día, sin saber ni cómo ni por qué, el milagro sucede. Ya no te
duele igual, ya no piensas tanto, ya no tiene el mismo sentido y el
sol parece brillar de nuevo.
Entonces
empiezas a verlo todo de nuevo, ves lo mismo pero lo sientes de
forma diferente. Aquello que pasaba delante de ti y no te dabas
cuenta, ahora percibes los colores, los aromas y la luz que hay a tu
alrededor.
Las
sonrisas de otros que tanto te molestaban empiezan a ser tus
cómplices y de nuevo crees en la vida y en tu destino.
SABES
QUE LO MEJOR ESTÁ POR SUCEDER.
Caminas
entonces con un propósito, el de sentirte liberado de esa sensación
tremenda de abandono de ti mismo. Y por fin respiras profundo y
sabes que hay un más allá aún por vivir y que es para ti y te
está esperando.
VISTO
EN:
http://lacienciadelespiritu.blogspot.com/2019/10/nadie-sabe-nada-de-nadie-reflexiones.html
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