COMO NO SABÍA QUE ERA
IMPOSIBLE, LO HIZO
Había una vez dos
niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero
los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los
niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se
ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas
hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.
Cuando llegaron los
bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el
hielo era muy grueso.
- “Es imposible que lo
haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas”, afirmaban.
En ese instante
apareció un anciano y dijo:
- “Yo sé cómo lo
hizo”.
- “¿Cómo?”
- “No había nadie a su
alrededor para decirle que no podía hacerlo”.
¿Cuántos de vosotros
os detuvisteis en una parte del camino porque alguien os dijo que no
siguierais, que nunca alcanzaríais vuestro objetivo? Probablemente todos más de una vez y ante cuestiones muy
distintas.
He conocido casos
tremendos de condena. Profesores, padres y madres, hermanos, amigos.., empeñados
en hacer de alguien un completo inútil. Suena duro, lo sé, pero he visto
demasiadas veces la mirada compasiva ante un esfuerzo que se cree en vano.
Y es verdad, a todos
nos ha ocurrido, hay infinidad de cosas que nunca hemos hecho a lo largo de
nuestra existencia porque nos han dicho que no lo lograríamos y nos lo hemos
creído. Es ingente la cantidad de opciones que nos ha brindado la vida y
que ni siquiera hemos intentado aprovechar porque ya “sabíamos” de antemano que
no íbamos a alcanzar nuestro objetivo.
Hay muchas formas de
desalentar, a cual más dolorosa. He podido oír cientos de veces: “no vas a conseguirlo”, “no pierdas el tiempo”, “estás desperdiciando tu vida” y un sinfín
de frases por el estilo.
Pero la
mayoría de las veces es algo más sutil, he podido apreciar miradas de compasión, de sorna y burla, de
desesperación y de incomprensión ante el esfuerzo descomunal que pequeños y
grandes héroes realizaban
por conseguir algo.
Hay gente que piensa
que no logrará nunca aprender un idioma,
ponerse en forma, vencer su timidez,
ganar un trofeo o aprender a conducir. Lo hemos visto
innumerables veces…Y también hemos observado miles de veces cómo las
premoniciones más demoledoras y fatales son las que provienen de la familia o la escuela. ¿Por qué?
Porque es a partir de
esos dos grandes pilares que
nos desarrollamos y damos rienda suelta a nuestra capacidad de superación. Es decir, cuando
somos pequeños, lo
que los demás nos digan no solo supone un freno o una estimulación, sino que
conforma nuestra identidad y la imagen
que tenemos de nosotros mismos.
Además, partiendo de la base que reproducimos
los patrones de comportamiento que aprendemos de la gente de nuestro alrededor,
incluso es probable que nosotros hayamos creído que alguien no conseguiría
algo. Al fin y al cabo, por estadística, es probable que pequemos de ser
asesinos de sueños con frecuencia (aun a sabiendas de que es dañino e
intentemos evitarlo).
De verdad que se puede
y de verdad que si no se puede hacer de una forma, se hará de otra. Como
decía Edison, “los
que dicen que es imposible no deberían molestar ni interrumpir a los que lo
estamos intentándolo”. Podemos
hacer lo que queramos si lo intentamos lo suficiente, porque querer no significa poder pero desde luego que ayuda y es la única vía de
conseguirlo.
Cada uno que se aplique
el cuento de hoy y rompa su hielo para salvarse de una muerte segura. Tenemos dentro de
nosotros la fuerza para caernos mil veces y levantarnos mil una, para quedarnos
sin lágrimas y no olvidarnos de sonreír. Tenemos el valor de enfrentarnos al
dolor y de recomponer los pedazos que otros rompieron.
Los que perseguimos un
objetivo sabemos que establecer metas es lo primero, hacer
oídos sordos a los asesinos de sueños lo segundo y alcanzar
un punto de no retorno lo
tercero, es decir, el momento en el que ya solo nos quede la opción de
conseguirlo.
Podemos, si queremos,
saldar nuestras cuentas pendientes porque, os lo digo con palabras de Séneca, “No es
porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos. Es porque no nos
atrevemos que las cosas son difíciles”.
Así que si quieres llegar a donde la mayoría
no llega necesitas hacer algo que la mayoría no hace: ¡Creértelo!
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