26.3.15

La cantidad de opciones que nos ha brindado la vida y que ni siquiera hemos intentado aprovechar

COMO NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE, LO HIZO

Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó. 
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso. 
- “Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas”, afirmaban. 
En ese instante apareció un anciano y dijo: 
- “Yo sé cómo lo hizo”. 
- “¿Cómo?” 
- “No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.

¿Cuántos de vosotros os detuvisteis en una parte del camino porque alguien os dijo que no siguierais, que nunca alcanzaríais vuestro objetivo? Probablemente todos más de una vez y ante cuestiones muy distintas.

He conocido casos tremendos de condena. Profesores, padres y madres, hermanos, amigos.., empeñados en hacer de alguien un completo inútil. Suena duro, lo sé, pero he visto demasiadas veces la mirada compasiva ante un esfuerzo que se cree en vano.

Y es verdad, a todos nos ha ocurrido, hay infinidad de cosas que nunca hemos hecho a lo largo de nuestra existencia porque nos han dicho que no lo lograríamos y nos lo hemos creído. Es ingente la cantidad de opciones que nos ha brindado la vida y que ni siquiera hemos intentado aprovechar porque ya “sabíamos” de antemano que no íbamos a alcanzar nuestro objetivo.


Hay muchas formas de desalentar, a cual más dolorosa. He podido oír cientos de veces: “no vas a conseguirlo”,  “no pierdas el tiempo”,  “estás desperdiciando tu vida” y un sinfín de frases por el estilo.

Pero la mayoría de las veces es algo más sutil, he podido apreciar miradas de compasión, de sorna y burla, de desesperación y de incomprensión ante el esfuerzo descomunal que pequeños y grandes héroes realizaban por conseguir algo.

Hay gente que piensa que no logrará nunca aprender un idioma, ponerse en forma, vencer su timidez, ganar un trofeo o aprender a conducir.  Lo hemos visto innumerables veces…Y también hemos observado miles de veces cómo las premoniciones más demoledoras y fatales son las que provienen de la familia o la escuela. ¿Por qué?

Porque es a partir de esos dos grandes pilares que nos desarrollamos y damos rienda suelta a nuestra capacidad de superación. Es decir, cuando somos pequeños, lo que los demás nos digan no solo supone un freno o una estimulación, sino que conforma nuestra identidad y la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Además, partiendo de la base que reproducimos los patrones de comportamiento que aprendemos de la gente de nuestro alrededor, incluso es probable que nosotros hayamos creído que alguien no conseguiría algo. Al fin y al cabo, por estadística, es probable que pequemos de ser asesinos de sueños con frecuencia (aun a sabiendas de que es dañino e intentemos evitarlo).

De verdad que se puede y de verdad que si no se puede hacer de una forma, se hará de otra. Como decía Edison, “los que dicen que es imposible no deberían molestar ni interrumpir a los que lo estamos intentándolo”. Podemos hacer lo que queramos si lo intentamos lo suficiente, porque querer no significa poder pero desde luego que ayuda y es la única vía de conseguirlo.

Cada uno que se aplique el cuento de hoy y rompa su hielo para salvarse de una muerte segura. Tenemos dentro de nosotros la fuerza para caernos mil veces y levantarnos mil una, para quedarnos sin lágrimas y no olvidarnos de sonreír. Tenemos el valor de enfrentarnos al dolor y de recomponer los pedazos que otros rompieron.

Los que perseguimos un objetivo sabemos que establecer metas es lo primero, hacer oídos sordos a los asesinos de sueños lo segundo y alcanzar un punto de no retorno lo tercero, es decir, el momento en el que ya solo nos quede la opción de conseguirlo.

Podemos, si queremos, saldar nuestras cuentas pendientes porque, os lo digo con palabras de Séneca, “No es porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos. Es porque no nos atrevemos que las cosas son difíciles”.

Así que si quieres llegar a donde la mayoría no llega necesitas hacer algo que la mayoría no hace: ¡Creértelo!

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