18.3.15

Si todo es ilusión, elijamos las ilusiones más bellas y pongamos a prueba nuestras alas


CON LOS OJOS CERRADOS Y LOS SUEÑOS DESPIERTOS

Solo cuando entiendes el lenguaje de la luna empiezas a comprender la importancia de surcar los cielos y los mares, de alimentarte de nubes de colores y de respirar la luz de las estrellas.., y todo con la certera ilusión de estar haciendo lo que de verdad deseas…

Los sueños, como casi todo lo que nos conforma, cumplen una extraordinaria función en nuestra vida cuando se encuentran en equilibrio y armonía con ella. Sueños hay tantos como personas en nuestro planeta; lo que ocurre es que, con frecuencia,  por miedo, vergüenza o desánimo solemos ponerle un candado a nuestra capacidad de soñar, encerrándola por el temor de recibir daño, renunciando así a una parte maravillosa de nuestro ser.

A veces cogemos la llave que abre sus sueños, la tiramos al mar y, si la llave vuelve, la volvemos a tirar. Así es que, sin darnos cuenta, cada vez que la recogemos nos hacemos un poquito más mayores sin hacernos ni más sabios ni más felices.

Es un proceso silencioso y cabezota que va contra nuestra naturaleza y atenta contra nuestra esperanza. Pero esta no es una esperanza necia, sino una esperanza sabia y conmovedora; es esa esperanza la que precisamente nos hace humanos y nos saca de la cama para vivir un nuevo día y no para sufrir una nueva jornada.


Además, a la vez que encerramos a los sueños y a la esperanza, en el hilo de acero del mismo candado también incluimos a la imaginación y a la capacidad de planificar. Desterramos todo aquello que no sea rutina y empezamos a responder con alivio cuando salen, una tras otra, fotocopias de la máquina del calendario.

Hay personas que no son tan radicales y que siempre miran hacia delante proponiéndose objetivos fáciles, objetivos que no conlleven el sacrificio de la “normalidad” que intentan mantener. Estas personas temen perder la poca autoestima que tienen y buscan minimizar, ante todo, las posibilidades de no conseguir un objetivo a la primera o en un corto espacio de tiempo.

Ellos son los que solo se subirían en un barco si de antemano supieran que el viento va a ser a favor, que no va a haber tormenta y que al mando del barco está el capitán con más experiencia de la armada; son los que no se arriesgan por miedo a no ganar y los que no caminan por temor a las piedras.

Pero, como sabéis, hay otro tipo de personas, serían aquellas que tienen sueños muy relacionados con objetivos muy seleccionados, verdaderamente ilusionantes, y que suponen un reto para sus capacidades.

Dentro de su baúl de ilusiones, podríamos decir que coexisten dos tipos de sueños: aquellos que se piensan conseguir en un corto o medio plazo y aquellos que tienen que ver con un futuro que construyen poco a poco.

Estos dos tipos de sueños son fundamentales, ya que unos nos aportan un aprendizaje y una fuerza continua y extraordinaria, mientras que los otros dibujan a grandes rasgos el boceto de una vida que nos apasiona y nos encanta.

Finamente, se encuentran las personas que jamás pisan la tierra. Dicho de otra forma, viven más en el futuro que en el presente. Sus sueños suelen ser muy grandes, pero también poco elaborados y motivadores, es decir, poco encaminados a la acción.
Este tipo de personas son a los que todos conocemos como soñadores. Almas que viven en una constante montaña rusa de emociones alejadas de la configuración actual de sus vidas. En este sentido son unos niños grandes cuyo carácter suele ser inocente y su actitud pasiva ante el presente.

No soportan la rutina y su actividad preferida es empezar cosas nuevas, aspectos que comparten con nuestro segundo tipo. Pero ellos son unos auténticos enamorados de los comienzos, y menos mal, porque son muy raros los proyectos que terminan. Además, los que concluyen suelen demandarles un ejercicio de disciplina muy fuerte y un ejercicio de autocontrol al que no están acostumbrados.

Hemos descrito tres tipos de soñadores como si fueran tres colores, pero lo cierto es que la mayoría de nosotros no cumplimos ninguno de los perfiles de forma exclusiva, aunque nos podamos acercar más a uno que a otro.

De hecho, lo más probable es que en función del momento en el que nos encontremos y la faceta o el ámbito al que nos refiramos nos acerquemos más a un lugar del “triángulo soñador” que a otro, favoreciendo así nuestra pluralidad y crecimiento.

Lo que sí parece es que las personas más felices serían aquellas del segundo tipo, aquellas que luchan hasta el final; en cualquier caso, de acercarnos al primer o al tercer tipo parece que el tercero cuadra más con nuestra esencia e inquietud, permitiéndonos hacer un libre uso de nuestras alas.

Así, aunque la capacidad de soñar va dentro de nosotros desde que nacemos, lo que está claro es que en nuestra mano está hacer realidad nuestros sueños o dejarlos en un baúl. 

Porque si todo es ilusión, elijamos las ilusiones más bellas y pongamos a prueba nuestras alas, pues son las únicas que nos permiten alimentar nuestra libertad, surcar el cielo y cultivar nuestro espíritu aprendiendo el lenguaje de la luna.


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