PELEANDO CON LA VIDA
Qué
complicado no dejarse llevar por la ira!
Dice
mi admirado Leocadio
Martín que
la ira y la rabia son útiles si somos capaces de transformarlas en
energía y actuar. Hacer algo con esa sensación de quemazón que se
nos instala dentro y crear, usarla para construir en lugar de
destruir, para evolucionar… Y no hablo sólo de explorar el por qué
de sentirse así y de entender qué suscita en nosotros esa emoción
y qué podemos aprender de ella… No es sólo eso sino también
verlas como una oportunidad de energía extra para sacar fuerzas y
hacer con ellas algo hermoso.
Gestionar
nuestras emociones es desaprender. Descubrir lo que realmente eres
cuando no dejas de ser tú porque lo que sientes se desborda. Sacarte
de encima las limitaciones y dejarte fluir. Nuestras emociones son
oportunidades para conocernos, para sentir quiénes somos y decidir
sobre nuestra vida. Son utilidad pura. Nos dicen si vamos por buen
camino, si lo que hacemos nos hace felices… Si nos traicionamos o
nos somos fieles…
Lo importante es entenderlas y saber qué quieren
decirnos. Y usarlas para tomar decisiones porque llevan mensajes
ocultos que nos guían para saber por dónde caminar. Y
esos mensajes nunca se descubren a golpes, ni en pleno frenesí, sino
cómo resultado de macerar lo que sentimos y escucharnos a nosotros
mismos…
Leocadio
habla de la ira y de la rabia. Cuántas veces, después de un ataque
de rabia, no hemos tomado una determinación importante o hemos
tenido la fuerza necesaria que te da “esa intensa sensación de
dignidad súbita” para decir que no, que no tragamos más, que ya
basta de bajar la cabeza…
Sin
embargo, conseguir eso desde la armonía y no poner en riesgo la paz
interior es complicado. Al menos, para mí y mucho… Ser capaz de
tomar esa rabia ante lo que consideramos injusto y transformarla
requiere sabiduría. Necesita de conocerse y aceptar que eso es una
de tus debilidades y que, previo este paso, puede convertirse
en una fortaleza.
No
se puede decidir ni contestar ante un ataque de rabia. Hay que
respirar y responder desde la calma. Y eso, requiere entrenarse. A
veces, se puede contestar en diez segundos, cuando ya eres un
alumno avanzado en ti mismo y has aprendido que no hay nada que otro
haga que pueda perturbarte porque no le puedes dar ese poder sobre
ti…
Suena
genial ¿verdad? Pero no se consigue en dos días… Hay un camino de
aprendizaje hasta contestar desde la serenidad, la comprensión del
estado del otro y del propio y tomárselo con sentido del humor… Y
luego responder con actos, no encaminados a demostrar nada a esa
persona sino a crecer. Entender que esa rabia nos dice algo de
nosotros y nos indica una dirección en la cual trabajar… Un camino
hacia uno de nuestros miedos y obstáculos a superar. Esta es la
oportunidad de ir hacia ellos con una dosis extra de energía,
motivación y vitalidad proveniente de esa ira que nos circula por
las venas y que es necesario soltar para que no nos acabe destruyendo
y haciendo arder…
Nunca
he sido de morderme la lengua y considero que hacerlo es terrible.
Siempre he pensado que las cosas deben poder decirse con
respeto y serenidad, aunque no lo he conseguido demasiadas veces, lo
reconozco. Al final, o lo sueltas con calma o te callas. Lo de
callarse creo que sólo se puede hacer desde la sabiduría,
desde un estado de conciencia enorme que hace que lo que te hagan o
digan no te afecte, porque gestionas tan bien tus emociones que no
necesitas responder a los estímulos exteriores porque lo que
realmente te mueve está dentro de ti…
Callar
sí, tragar no. Si uno traga, debe asegurarse de que lo va a digerir
y sabrá expulsar lo que sobra… Esa rabia contenida, ese
sufrimiento, ese resentimiento, esa culpa que nos bucean en las
entrañas y se hacen nidos dentro, esperando a que bajemos la guardia
para que nos sintamos mal física y anímicamente… Y no para
fastidiarnos sino para mostrarnos que acumularlos dentro no es bueno
para nosotros…
Comunicarse
con los demás y con uno mismo de forma adecuada es vital para
conocerse.
¿Cómo
se suelta la ira? ¿cómo se toma esa energía pura y se convierte en
un libro, en un cuadro, en una receta de cocina, en una carrera hasta
la meta o en cualquier acto que te libere y sea capaz de mejorar la
vida a otras personas?
Y
lo más complicado… Ser asertivo. Defender lo que eres y lo que
quieres en tu vida sin bajar la cabeza ni dejarte llevar por la
adrenalina. ¿Cómo se evita la tentación de no contestar al otro
con la misma moneda? Lo digo porque las personas que están siempre a
la defensiva, alerta y dispuestas al ataque para protegerse (la que
os escribe es y ha sido una de ellas, hace tiempo que trabaja para
dejarlo a un lado pero sin perder esa energía) se convierten en
pequeños genios de la respuesta rápida y elocuente…
Algo
que no soportan las personas que se dejan llevar por la ira es ser
víctimas de nada ni de nadie, porque la injusticia nos rebela, pero
a menudo, no nos damos cuenta de que cuando somos incapaces de
gestionarla y mirar la situación desde fuera y con distancia,
justamente lo que hacemos es prolongar ese estado de victimismo y no
ser responsables de nuestra vida porque no tomamos las riendas…
Cuando
nos pasamos el día con el “mira qué me han hecho” desviamos la
vista de lo que importa “qué quiero hacer yo y qué provecho le
saco para crecer”. Como cuando nos señalan la luna y nos fijamos
en el dedo… Miramos al mundo con rabia porque lo vemos imperfecto y
tremendamente injusto… Nos limitamos a responder con gracia y
sorna…
Lo hacen
tanto y tan bien de practicar que al final les da pena perder esa
capacidad adquirida de responder y soltar la rabia y quedarse
tranquilo… Al menos en apariciencia, porque eso no te deja
tranquilo. Te deja soltar por un rato, pero no sirve de nada. Te
permite ganar la batalla pero no ganar la sabiduría. Lo sé por
experiencia. Porque al hacer eso, no exploras tu responsabilidad en
la situación, no entiendes qué dice esa ira de ti y qué
aprendizaje conlleva. Zanjas el tema con un parche, te regodeas en ti
mismo y te envuelves en tu rabia, te alimentas de ella y puesto que
no la aceptas ni intentas comprenderla, se queda en ti y navega por
tus venas. No consigues que te aporte nada y no le das la vuelta…
Cuando
entiendes qué dice de ti y qué te ha llevado a esa situación,
cuando ves la oportunidad que supone, eres capaz de soltarla… Hay
mil formas. Nadando, bailando, corriendo, respirando hondo y sabiendo
que lo haces por ti… Y luego, tomar ese subidón y hacer algo
nuevo… Construir algo con ella. Vencer uno de tus miedos y dar el
primer paso en uno de tus caminos pendientes…
Ya
que la llevamos dentro y hay que soltarla, hacer que esa rabia salga
de nosotros de forma constructiva y hermosa. Conseguir que antes de
que nos devore, la podamos utilizar nosotros para comernos el mundo y
evolucionar.
Y
al pensarlo, al analizar qué ha pasado, tal vez ya no te ves como
una víctima de nada ni de nadie, aguantando y tragando, sino como
una persona capaz y responsable de su vida que supo transformar lo
adverso en propicio, lo que parecía un obstáculo en un trampolín.
Y
esa es una forma maravillosa de recoger nuestra rebeldía e
inconformismo y usarlos para evolucionar. Dejar de intentar cambiar
al mundo porque nos parece injusto e imperfecto y cambiar nosotros,
para aceptar y ser capaces de entenderlo y amarlo tal como es…
Seguro
que con nuestro gesto, ese mundo ya cambia un poco.
Para
aceptarnos a nosotros cómo somos y usar nuestras debilidades para
ser más flexibles y estar en paz.
Sin
tener que callar.
Sin
tragar nada.
Sin
resignarse.
Sin
perder la ilusión.
No
podemos pasarnos la vida peleando con los demás…
No
podemos pasarnos la vida en pie de guerra y enfadados con el mundo.
Eso
creo, porque no sé nada… Estoy en ello, cada día, intentando
aprender y cambiar sin guerrear y aceptar sin resignarme.
Recomiendo
leer el blog de Leocadio Martín. Yo aprendo cada día más de sus
conocimientos
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