EL DESEO: La energía del alma
Deseo:
Movimiento afectivo hacia algo que uno quiere.
Uno se
imagina al deseo con alas. Con enormes alas que sean capaces de
acercarnos a aquello que constituye la razón de conseguir lo que
sentimos que necesitamos para estar bien, con una intencionalidad
cargada de ternura dispuesta a llegar al corazón de su destino.
El deseo es
tan necesario como la propia vida. Se trata de un ímpetu majestuoso
que va calando hondo en las entrañas hasta que invade mente y alma.
Un etéreo vapor de estrellas que incita a la búsqueda de aquello
que vaga incandescente por nuestro interior. Sin deseo no existe
nada, se muere lentamente y ninguna cosa peor que vivir en un estado
moribundo.
El mejor
indicativo de que aún seguimos llenos de ilusión por nuestra
existencia es precisamente desear. No importa qué. Pero desear.
La
indiferencia, la falta de ilusión de deseo, es el adormecimiento de
la consciencia. Llega incluso un punto en el que nos convertimos en
parásitos de los demás a base de no alimentar nuestros propios
deseos y adherirnos a los deseos de los demás.
Hay que
sentirse capaz de tener necesidades propias y hacernos protagonistas
de nuestros anhelos personales como aspirantes al lugar más alto
del pódium de los que se arriesgan.
Necesitamos
desear, más y mejor cada día porque sólo cuando uno quiere algo y
lo quiere con vehemencia, se produce la energía necesaria que nos
llevara ni lo duden a lograrlo.
Es fácil
fantasear con las palabras sin darnos cuenta que caemos en la trampa
mortal que eso significa. Hablar no es actuar. Desear tampoco es
conseguir.
Hay que
transitar un puente entre ambas acciones y comprometernos a trabajar
y esforzarnos por lo que deseamos, porque a veces, lo que queremos
no es lo que más nos conviene pero seguro que si parte de un
sincero deseo del alma habremos, al menos, alcanzado la felicidad a
la que tanto aspiramos.
No hay más
remedio que desear porque es el primer paso para avanzar hacia lo
que nos hace felices, nos embriaga de pasión o nos conmueve.
Emociones todas ellas, demasiado olvidadas en una sociedad tan
tecnológica, como en la que vivimos hoy en día.
Desear no
solo es lícito, es además la puerta de entrada a una vida más
plena.
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