INSTANTES EN LOS QUE LO TIENES TODO
Hay
instantes maravillosos en que lo tenemos todo, donde cada aspecto se
sostiene en un equilibrio casi prodigioso. Sin embargo, al poco esa
magia se desvanece o simplemente, caduca. Es entonces cuando nos
damos cuenta que al final lo importante en esta vida es estar bien
con nosotros mismos, tener calma, tener paz.
Zygmunt
Bauman,
sociólogo y filósofo polaco nos indica que actualmente vivimos
en una sociedad de consumo que nos invita a desear aquello que otros
dicen que nos falta, a desechar lo que ya tenemos y
a hacer un uso fugaz de lo que nos ofrecen. Nos están convirtiendo,
de algún modo, en criaturas insatisfechas, en personas que valoran
la inmediatez y no la calma, que anhelan lo que no poseen en lugar de
apreciar lo que ya tienen.
“A
veces, podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto,
toda
nuestra vida se concentra en un instante”
-Oscar Wilde-
Esta
cultura del desapego hace que muchas veces nos desesperemos al
percibir que la felicidad
nunca llega,
y si lo hace, es tan fugaz como un parpadeo, como la gota de rocío
que desaparece con el sol del medio día. Es entonces cuando le
echamos la culpa a los estamentos, a las esferas políticas, a
nuestros jefes, nuestras familias y a esa persona que quizá nos
prometió amor eterno sin saber que su concepto de eternidad no iba
más allá de un trimestre.
Nos
convertimos en huérfanos de la autoestima, en vagabundos
emocionales que tardarán un tiempo en comprender que a
veces, tenerlo todo es aceptar lo que ya nos envuelve: moldeados.a
nosotros mismos, a nuestra familia,
los amigos y nuestra capacidad para crear, no para ser
Instantes en que nos permitimos fluir
Muchos
de los idiomas que conforman nuestro mundo tienen la particularidad
de encerrar en una sola palabra, ideas que en otras lenguas
necesitan de muchos más términos para definirla. En Japón, por
ejemplo, disponen de una curiosa expresión llamada “Yūgen”
que se traduciría como esa emoción profunda, misteriosa e intensa
que tiene alguien cuando observa el universo.
Es
ante todo, la capacidad de mirar el mundo desde el corazón o los
sentimientos para adquirir sabiduría más profunda sobre lo que nos
envuelve. Algo así solo
se adquiere desde esa mente relajada, centrada y sosegada que ha
aprendido a priorizar,
a hacer de los instantes eternidades cargadas de significado. Esto
mismo es lo que pensaba también Reinhold
Messner,
el que hasta el momento se considera el mejor alpinista del mundo.
Fue la
primera persona en alcanzar los picos más altos del mundo sin
oxígeno y, la mayoría de las veces en soledad,
un amante de la naturaleza, de las experiencias extremas y a menudo
criticado por su carácter. Alguien que aprendió de forma temprana
que la auténtica felicidad son instantes, que el
bienestar más intenso, pleno y auténtico se halla no consiguiendo
ni acumulando cosas: sino haciendo lo que uno ama y observando las
maravillas que nos envuelven.
Este
estado de ánimo donde uno siente que lo tiene de todo de verdad y
que la felicidad lo abraza como un velo invisible pero
reconfortante, es lo que Mihaly
Csikszentmihalyi definió
en 1990 como estado de flujo. Estar
inmerso/a en una actividad, la propia retroalimentación
positiva al alcanzar un grato sentimiento de bienestar y la
autoeficacia, es lo que define esta alegría básica del ser a
la que todos deberíamos aspirar.
Momentos en que lo tenemos todo, instantes en que no falta nada
Al
ser humano actual siempre le falta algo. Comprar un teléfono de
última generación supone que al poco tiempo salga otro con mejores
prestaciones. Conseguir un trabajo nos da felicidad pero esa
felicidad desaparece cuando la tarea se vuelve rutinaria y no nos
sentimos autorrealizados.
Iniciamos apasionadas relaciones, pero al poco, aparece ese vacío
donde una vez más, sentimos que algo nos falta, que ese amor es
incompleto.
“Cuando entiendas que no se trata de luchar sino de aceptar y fluir,
habrás entendido el sentido de la vida”
Podríamos
decir casi con ironía que “esos vacíos”, esas necesidades
indefinibles, eternas y a veces hasta angustiantes, son como ese
“troyano” escondido en nuestro cerebro que
siempre nos invitará a buscar algo más. Porque la insatisfacción
invita a la búsqueda y la búsqueda a un nuevo descubrimiento. Sin
embargo, antes
de convertirnos en eternos Ulises en un viaje sin retorno, vale la
pena detenernos y, simplemente, apreciar lo que ya tenemos.
Esos
instantes en que por fin nos damos cuenta de que lo tenemos todo,
aparecen cuando uno descubre su pasión y se dedica a ello. Reinhold
Messne la encontró en las montañas, nosotros la podemos encontrar
en otra afición, en nuestro trabajo, en nuestra familia, en
el deporte,
en el arte… Porque la
felicidad es ante todo un propósito y una actividad, es tomar
decisiones y es equilibrar el momento presente con una mente que se
siente centrada,
satisfecha, competente.
Mihaly
Csikszentmihalyi lo llama el “punto dulce”, es un estado al que
se llega cuando uno se descalza de presiones y ansiedades, en que se
apaga el ruido mental y caen las resistencias, las actitudes
limitantes… Toda una aventura en nuestro crecimiento personal en
la que vale la pena invertir cada día, cada instante.
Valeria
Sabater
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