Estoy convencida de
que vamos por el camino y que la ciencia y la espiritualidad al
final se darán la mano… Encajarán forzosamente en un universo que
se ha descubierto inmaterial y compuesto por energía y vibración…Que
encontrarán la combinación perfecta para que entendamos que
necesitamos paliar efectos, pero que lo realmente importante es ir a
las causas y entender a las personas.
Somos
nuestras emociones y todo lo que ellas nos ayudan a aprender de
nosotros. Somos
nuestros sueños y la transformación que obran en nosotros para
poder alcanzarlos. Somos el camino que siguen nuestros miedos con
sus pies diminutos sobre nuestra espalda, nuestra piel cansada y
nuestro cuerpo agitado por no ser lo que este mundo perdido nos ha
educado para creer que debemos…
El cuerpo
es el mapa del alma.
Todo lo que no resolvemos se queda prendido en nosotros. Se nos
enquista en la conciencia suplicando salir, pero a veces, se lo
negamos y sofocamos el dolor mirando hacia otro lado… Acumulamos la
rabia hasta que nos estalla dentro… Acumulamos el miedo a estar
solos hasta que no podemos respirar porque nos falta el amor como nos
falta el aire… Acumulamos y lo acumulado se acostumbra a vivir en
nosotros y se vuelve loco bajo la piel y se construye refugios y
cabañas para no tener que salir a la luz y arriesgar.
Nos hemos
desconectado tanto de nuestro cuerpo, olvidando que somos un todo,
que cuando nos envía mensajes no los percibimos… Aunque lo hace
cada día.
No nos
enseñan a amarnos y no sabemos el valor que tenemos.
Nos
escondemos hasta desaparecer y sentir que no contamos para nada… No
nos conocemos. Estamos
invadidos por un montón de creencias heredadas que rigen nuestra
vida y jamás hemos comprobado que sean verdaderas.
Cuando nacemos, nos
enfundan en un traje pequeño para que no crezcamos demasiado y
sigamos atados a nuestros miedos… No lo hacen porque nos quieran
mal, lo hacen porque creen que si crecemos nuestra osadía irritará
al mundo y alguna divinidad ambulante nos aplastará con su dedo
meñique. Lo hacen porque a su vez alguien se lo hizo a ellos y a ese
alguien se lo hizo otro en una cadena sin fin que se remonta en los
tiempos, cuando la humanidad tuvo tanto miedo que decidió no vivir
feliz para no molestar… Y nosotros cumplimos con esta limitación
sin rechistar ni levantar la voz, porque nuestra voz también es
pequeña y nos asusta escucharla.
Nos envuelven en un
manto de compasión rígida y nos dan una lista de “deberías”
inasumible para mantenernos entretenidos y que no nos demos cuenta de
que hay otras realidades por explorar… Lo hacen porque temen que
seamos aventureros y soñemos otras vidas que seguro que no nos
saldrán bien.
Nos dan una mochila
muy pesada para llevar. Llena de culpa, de sufrimiento pasado,
presente y futuro y de normas gastadas que cumplir… Nos dicen que
no vale la pena intentar ni llevar la contraria y hacemos caso.
Y al empezar el
camino, nos sentimos ya agotados. Sujetos a una necesidad de
perfección extenuante, asfixiante, agotadora.
Nos asusta
encontrarnos la cola y mirarnos a la cara. Estamos
convencidos que no daremos la talla y no nos hemos dado cuenta de que
intentarlo es comparar la luna con un garbanzo, intentar meter el mar
en un vaso o pretender tocar el horizonte. Somos demasiado grandes
para encajar en nada y al intentarlo, cruelmente, nos mutilamos para
poder adaptarnos a un molde que nos limita y priva de libertad… Nos
duelen las piernas porque no corren hacia donde soñamos… Nos duele
todo el cuerpo porque está encajado, sometido, recortado, embutido
en un rincón que le queda diminuto y del que no nos atrevemos a
salir porque dejaríamos de pasar desapercibidos. Nos podamos las
ganas, las alegrías, las extravagancias… Nos decimos tantas veces
que no, que al final, esos pensamientos nuevos y llenos de ilusiones
se pierden antes de llegar y ya nunca sabemos lo que realmente
deseamos.
Desconocemos
nuestra sombra y eso impide que encontremos nuestra luz.
No nos aguantamos
la mirada por si descubrimos todo el trabajo pendiente que tenemos
con nosotros mismos para crecer y evolucionar.
Nos hacemos tanto
daño… Nos sembramos de dolor para castigarnos por no llegar a
metas que ni siquiera son nuestras. No hablo de un dolor sólo
emocional, hablo de la punzada en el pecho, la presión en el costado
que te borra la sonrisa o el aguijonazo en la espalda que te dobla…
Hablo de un cuerpo que nos habla para decirnos que nos estamos
privando de vida, que no nos mimamos como merecemos, que nos callamos
demasiado, que nos rompemos el corazón… Un cuerpo que te dice cada
día cómo están tu conciencia, cómo vive tu alma, cómo te tratas
a ti mismo…
No es un castigo,
es una oportunidad para cambiarlo. Es la consecuencia directa de tu
sinvivir, de tu postergar la vida, de tu silencio no deseado, de tu
ira contenida, de tu rabia desparramada… Las locuras que no haces
habitan en ti, soñando volar. Los deseos que no cumples se esculpen
en tu cara surcando caminos, en las articulaciones de tus manos, en
los nudos de tu espalda… Los besos que no das se convierten en
espinas clavadas en la garganta y el pecho, dardos en el vientre,
púas en la cabeza…
A veces, te notas
demasiado y otras no estás.
Confundimos el
síntoma con la causa y creemos que somos nuestros dolores y
enfermedades cuando el realidad somos la respuesta…
Nos recortamos
y empequeñecemos ante un mundo loco que busca llenar vacíos
interiores con parches que nunca tapan las heridas porque lo único
que las puede sellar está en nosotros…
Siempre buscamos
pareja de baile, cuando en realidad, este baile es en solitario.
Buscamos
soluciones fuera cuando tenemos dentro la llave que abre todas
las puertas cerradas que llevan a la felicidad.
Nos castigamos por
no ser algo que nunca seremos, porque en realidad somos algo mejor…
Hemos cedido el poder a cambio de sucedáneos de felicidad.
Hemos regalado conciencia a cambio de simulacros de amor que
mueren antes de empezar porque el único amor que puede sofocar
nuestro dolor es el propio.
No sabemos quiénes
somos porque no nos educaron para reconocernos y así nunca podremos
curarnos y descubrir nuestros valor…
Aunque todo tiene
un reverso. Si podemos castigarnos, podemos perdonarnos a nosotros y
al mundo por no ser, por no llegar a cimas artificiales pensadas por
otros que tampoco conocen las suyas.
Si podemos
acumular, podemos soltar y comprender qué sentimos y decidir quiénes
somos cuando estemos libres de corazas y chantajes.
Si podemos hacernos
tanto daño es porque también podemos hacernos mucho bien.
Es porque tenemos
el poder.
Para abandonar esta
lucha contra todo y dejar de batallar con nosotros mismos por
conseguir un ideal que en realidad no soñamos.
Todos somos
enfermos crónicos de miedo…
A no encajar y
aparentar.
A no tener.
A estar solos y no
ser valorados.
A no ser amados…
Todos tenemos el
poder de darle la vuelta ahora y dejar de buscar en el mundo lo que
queremos encontrar y empezar a ser lo que le falta.
Todos podemos
cambiar de pensamientos y por tanto cambiar de emociones, aunque
cueste… Podemos ordenar a nuestra mente que en lugar de quedarse
atrapada pensando en sobrevivir, acepte, se adapte y decida empezar a
construir sueños. Cuando cambiamos de pensamientos, cambiamos de
vida… Nuestro cerebro es pura plasticidad, se adapta con nosotros,
muta para que lleguemos a nuestras metas, estamos preparados para ser
elásticos y transformarnos.
Tan sólo necesitamos creer y sentir que podemos.
La solución ha
estado ahí siempre, esperando a que abramos la puerta que lleva a
nosotros mismos y dejemos entrar la luz de sol… Que saquemos de
paseo los “no puedo”, los “no sé”, los “no sirvo” y los
“nadie me quiere”…. Para que nos demos cuenta de una vez que la
magia no va de fuera a dentro, sino de dentro a fuera…
Y empecemos a
irradiar lo que somos.
Y empecemos a
vibrar con lo que nos hace soñar.
Dejemos de fingir y
saquémonos las máscaras. Detrás de todo dolor hay algo que no
sabemos, algo que aún no entendemos, algo que no queremos ver y que
nos lleva a darnos cuenta de que todavía no nos amamos.
Llevamos dentro el
antídoto pero ignoramos nuestro poder…
La
cura que buscamos se
llama amor y empieza por nosotros mismos.
Se llama mirarte y aceptar lo que ves y lo que sientes. Amar tus
fibras y abrazar su belleza y su oscuridad… Se llama autoestima y
confianza… Hasta que eso no llega, todo lo demás son simulacros.
Este
artículo recoge algunas de las ideas de la ponencia inaugural
que tuve el honor de dar en la IV
Conferencia Nacional del Paciente Activo dentro de la IX
Congreso Nacional de Atención Sanitaria al Paciente Crónico
que tuvo lugar en Oviedo
del 2 al 4 de marzo. Un
Congreso que se lleva a cabo gracias al trabajo diario de grandes
personas y el apoyo de las instituciones que se han creído eso de
que se debe tratar a las personas y no a las enfermedades. Una
iniciativa valiente que refleja los cambios que se están llevando a
cabo en el mundo sanitario gracias a profesionales y pacientes.
Gracias eternas por hacerme partícipe de algo tan grande y
maravilloso…
Mercè Roura
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