LA REGLA DEL MINUTO: Un método para combatir la pereza
Muchas
personas se hacen propósitos de cambio. Hacer ejercicio todos los
días, leer cada noche, o ajustar de alguna manera su estilo de
vida. La
regla del minuto es uno de esos métodos que te ayudan a que no todos
los propósitos mueran de inacción.
En
Occidente tenemos la terrible costumbre de
intentar conseguir grandes cambios de forma rápida.
Pensamos que es una cuestión de fuerza de voluntad y es así como
nos echamos sobre los hombros algunas tareas que después no somos
capaces de cumplir.
“Sólo
un hábito puede dominar otro hábito”.
-Og Mandino-
Queremos
cambiar de un día para otro, y cuando no lo logramos nos sentimos
culpables y frustrados.
El punto es que quizás sí tenemos la suficiente voluntad para
lograrlo, pero tal vez no estemos utilizando el método correcto. Es
ahí cuando se vuelven válidos algunos truquitos, como la regla del
minuto: es gratis, sencillo y dicen quienes lo han practicado que
resulta muy eficaz.
¿Qué es la regla del minuto?
Como
el nombre lo indica, la
regla del minuto es un método basado
en una unidad mínima de tiempo.
Proviene
del Japón y ha sido utilizado tanto en aspectos de la vida laboral,
como en situaciones de índole personal.
Los
orientales tienen la ventaja de entender que todo es un proceso y
que los grandes logros son fruto de largos esfuerzos continuados,
en los que se deben cumplir diferentes etapas. Su mayor virtud es
comprender que la rapidez, casi siempre, no nos lleva a ninguna
parte.
La regla del
minuto dice que debes comenzar a introducir un cambio en tu vida
durante un minuto solamente.
Si
lo que quieres es mantener una rutina de ejercicios empieza por
dedicarle un minuto al día. Lo mismo con cualquier costumbre que
quieras introducir o erradicar. Eso sí: no puedes fallar ningún
día.
¿Es eficaz la regla del minuto?
Quienes
la han practicado aseguran que la regla del minuto es sumamente
eficaz para conseguir esos cambios que se nos resisten.
El principal enemigo de la acción es la pereza mental, física y
emocional, que aparece cuando tenemos que hacer algo que nos implica
más esfuerzo del que estamos en capacidad de invertir.
Sentimos
que algo es muy difícil de lograr porque nuestro cerebro se resiste
a los cambios.
Ya tenemos formas preestablecidas de actuar y repetirlas día a día
es una forma práctica de sobrellevar la rutina, sin desgastarnos
demasiado racionalizando lo que vamos a hacer.
Por
eso la regla del minuto es tan eficaz. Permite establecer esa marca
en el cerebro para introducir un cambio, y lo hace sin
que sintamos que tenemos que hacer un esfuerzo enorme para
adaptarnos. Un
minuto pasa rápidamente, pero la huella queda: de este modo, se va
afianzando la modificación en el estilo de vida, sin que apenas nos
demos cuenta.
Del minuto a la vida
Lo
ideal es aplicar la regla durante al menos 60 días seguidos.
Es un tiempo suficiente para que aquello que antes resultaba
completamente ajeno a nuestra rutina, se convierta en una actividad
familiar. Y si logramos experimentar esa acción como “normal”
irán desapareciendo las resistencias a realizarla.
Los
orientales saben que todo tiene su tiempo y que los grandes cambios
se producen de manera paulatina. La
regla del minuto es apenas una ayuda inicial, que permite disponer
el cuerpo y la mente para
lo nuevo.
Pero, obviamente, las cosas no se pueden quedar en un minuto
simplemente. Es necesario que el tiempo de práctica de la nueva
actividad se vaya ampliando poco a poco: de uno a cinco minutos; de
cinco a diez y así sucesivamente.
Los
ciclos pueden ser de 60 días, pero esto siempre depende de cada
caso particular.
Algunas personas son más permeables a los cambios y podrán pasar
de una etapa a otra más rápidamente. Otros, en cambio, necesitarán
más días para aumentar el tiempo de práctica de la nueva
actividad. Así, es importante que te conozcas lo suficiente para
determinar cuáles son tus tiempos.
La
regla del minuto es ideal para para tareas que no nos motiven
demasiado o nos produzcan una gran pereza.
Un ejemplo es el de la rutina de ejercicios, pero también puede
aplicarse a cualquier tipo de hábito que deseemos adquirir. Piensa:
con un método tan sencillo, ¿por qué no intentarlo?
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