He
dejado de esperar trenes que lleven mi nombre, atrás queda ya el
andén de las ilusiones rotas
y de los sueños que nunca llegan, porque ahora, soy yo la que lleva
el movimiento, yo quien crea el camino. Así pues, quien quiera puede
hacer este viaje de descubrimientos conmigo, pero quien no lo
desee, puede también bajar en la próxima estación.
Asumir
esta sencilla pero valiente actitud sería sin duda un gran paso en
nuestro crecimiento personal y en ese bienestar emocional a veces tan
fluctuante. Sin embargo, hemos de admitirlo, si
hay algo a lo que estamos acostumbrados es a esperar,
y aún más, a alimentar esa espera con la filigrana de sueños
anhelantes y con el cincel de una perfección a veces inalcanzable.
“La
ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue”
-Francis
Bacon-
Ahora
bien, en ocasiones, y esto es importante matizarlo, es
la propia sociedad quien con sus tentáculos, sus filtros y sus
embudos, nos aboca a esa antesala en la que solo se espera.
El complejo mundo laboral y sus intrincados recovecos hace que
tengamos que postergar muchas cosas, que estemos obligados a tener un
nuevo título, una nueva competencia, un contrato o un “contrato
más digno”, para permitir que lleguen los cambios y
ese ansiado movimiento donde se inscribe la vida.