EL MUNDO NO TE DARÁ NADA
QUE TÚ NO SEAS CAPAZ DE DARTE A TI MISMO
Esperamos demasiado de todo y
de todos.
Vivimos de la fantasía de
cambiar el mundo para que sea como soñamos, como si pudiéramos
dibujarlo y luego sentarnos en él a criticar lo que nos duele y nos
araña.
Y no es que no esté bien
soñar y visualizar lo soñado, al contrario, el problema es que
decidimos que el mundo tiene que responder a nuestras expectativas y
colmar todas nuestras ilusiones. No queremos aceptar cómo es y
gastamos nuestra energía resistiéndonos a reconocer y asumir la
realidad.
Vamos por la vida buscando
salvadores, príncipes azules, maestros, mentores… Queremos que
alguien nos saque del abismo en que nos sentimos metidos… Buscamos
fórmulas mágicas y cambios exprés.
Queremos encontrar la lámpara
y despertar al genio para que nos conceda tres deseos que en el fondo
son el mismo… El amor que nosotros no nos damos.
Esperamos que los demás nos
solucionen el vacío que hay en nosotros.
Nos negamos a ver la realidad
y forzamos las situaciones hasta que todo estalla… Les forzamos a
ser como no son para satisfacer nuestra falta de cariño… Les
queremos usar para calmar nuestro dolor por no amarnos mientras ellos
hacen lo mismo con nosotros.
Cuando nos enamoramos,
esperamos que el otro corresponda y colme nuestra vida de felicidad.
Le cargamos con esa responsabilidad gigante. Delegamos en él toda
nuestra dicha presente y futura y esperamos que soporte el peso de
tanta necesidad… Cuando descubrimos nuestro talento, necesitamos
que otros nos den oportunidades para brillar, que nos saquen del
anonimato y nos aseguren el futuro.
Por un lado, desconfiamos de
todo y de todos y por otro, le damos a los demás el poder de decidir
sobre nuestras vidas, el mando que activa el interruptor de nuestro
bienestar y nuestra alegría… Y después nos corroe la rabia si no
saben usarlo, si deciden no usarlo y salir corriendo porque no
aguantan más la presión. Entonces, en lugar de aprender esa
lección, la de no volver a poner nuestra felicidad en manos de otro,
salimos a la calle a buscar a la siguiente persona a quién darle de
nuevo el mando de nuestra vida sin comprender que debemos llevarlo
nosotros.
Esperamos ser salvados por
otros cuando las únicas personas que pueden salvarnos somos nosotros
mismos.
Si nada esperas, nada pierdes.
Y además dejas de buscar donde no hay… Porque no hay nada ahí
afuera que pueda satisfacer lo que no sabemos encontrar dentro. Nada
en el mundo es capaz de suplir nuestra falta de autoestima.
Y no es porque las personas no
sean capaces de lo más hermoso, lo son y es bueno verlas así, pero
no podemos obligarlas a que sean y respondan como nosotros deseamos.
No podemos escribir un guión
sobre cómo deben ser con nosotros y luego enfadarnos porque no
responden a nuestras expectativas y no se saben el papel… No
podemos poner en manos de otros nuestro estado de ánimo y esperar
que actúen como soñamos… Y que lo hagan ahora y aquí.
No podemos enfadarnos porque
ejerzan su libertad de ser distintos a como hemos planeado y escriban
su propia historia…No han nacido para satisfacernos ni nosotros
para satisfacerles a ellos. Lo único que podemos hacer para
honrarles es amarles tal y como son y aceptar que no cumplan nuestras
expectativas.
No podemos culparles de
nuestras miserias, porque eso es privarnos a nosotros del poder de
llevar las riendas de nuestras vidas y cambiarlas.
No podemos porque no somos
dueños de nadie, sólo de nuestros pensamientos, nuestros actos,
nuestras decisiones…
No podemos porque esperar que
otro te dé las respuestas es presionarle y manipularle para que se
dedique a cumplir tus sueños y no los suyos propios…
Si dejamos de esperar, dejamos
de sufrir. Dejamos que la vida nos sorprenda mientras empezamos a
actuar para cambiar nuestro mundo.
Permitimos que las cosas pasen
mientras nos dedicamos a focalizarnos en lo que nosotros queremos…
Porque al final, las personas
nos tratan como nosotros nos tratamos. Y cuando alguien es infeliz y
espera a que otro haga algo para cambiar eso no se trata bien a sí
mismo y en consecuencia no será correspondido… Y si lo es, lo que
reciba nunca llenará ese hueco que sólo puede ser llenado por
nosotros mismos. En el fondo, a veces, nos comportamos como zombies
que se alimentan de zombies pensando que así podrán volver a la
vida.
Nadie puede darte lo que tú
no puedes darte a ti mismo. Porque esa es la forma en que la vida te
envía el mensaje que necesitas aprender… Ya lo tienes todo, pero
está dentro de ti, no fuera.
Las personas que se cruzan con
nosotros son las personas que atraemos para entender qué nos pasa y
cuál es el camino… Son espejos donde proyectamos nuestras
creencias para que podamos entender quiénes somos y qué tenemos que
desaprender y borrar de nuestras vidas.
Son la respuesta a nuestros
miedos y llevan en sus mochilas los regalos que nuestros fantasmas
les dieron para nosotros…
Les atraemos hacia nuestra
vida para comprender lo que somos y qué necesitamos para crecer. De
forma inconsciente, se acercan para no darnos lo que pedimos que nos
den si eso supone negarnos… Para que sepamos que lo que suplicamos
está en nosotros si somos capaces de cambiar la forma en que miramos
al mundo…
Si les vemos como salvavidas,
dejarán que nos ahoguemos para que nos demos cuenta de que sabemos
nadar.
Si les pedimos amor para tapar
el vacío que tenemos, nos arañan para que sepamos que el amor que
buscamos ya es nuestro y el boquete que tenemos en el corazón sólo
se tapa con autoestima.
Cuando esperas que otros te
reconozcan méritos y te den medallas para asumir tu valor, ellos te
ignoran y te rebajan para que de una vez por todas te quede claro que
ya no necesitas demostrar nada.
El mundo no te acepta si no te
aceptas. Sólo cuando dejas de pedirle permiso para ser tú y
necesitar su aprobación, se da cuenta de que estás y te responde de
la misma forma. El mundo no va a darte lo que esperas si no eres
capaz de dártelo tú primero…
Si te amas, encuentras
personas que te respetan.
La única forma de conseguir
respeto es respetándonos. Si no esperas ni coartas, recibes lo que
sueñas.
Esperamos mucho de todo y de
todos. Buscamos mar en el cielo y cielo en la tierra. Queremos ver
con los oídos y besar con las manos…
Repetimos errores porque no
somos capaces todavía de decirnos a la cara que las verdades más
duras y necesarias, las que curan las heridas de golpe sólo con ser
dichas e imaginadas, las que cortan lazos insanos y tienden manos a
otras manos necesitadas…
Estamos cansados porque
vivimos contra viento y trepamos los muros que nosotros construimos
para alejarnos de lo que deseamos como castigo por una culpa
inventada que decidimos cargar para ser perdonados por no parecer lo
que esperamos…
Tapamos los agujeros que
tenemos en el alma con parches que se caen y despegan continuamente
porque en realidad el único pegamento somos nosotros.
Buscamos un consuelo que solo
nosotros podemos darnos y hacemos preguntas cuyas respuestas sólo
nosotros sabemos.
Encontramos enemigos fuera
porque salimos a la calle a buscar una venganza que calme nuestra sed
de amor y topamos con otras almas rotas que buscan dolor para expiar
un tormento que ellas mismas se han impuesto…
¿Por qué no intentamos mirar
a los demás con la compasión que merecen y vemos que en realidad
están tan perdidos como nosotros?
El mundo no es como deseamos
que sea. No podemos esperar siempre a que todo suceda pero no podemos
forzar la máquina de la vida para que todo pase cuando queremos
porque siempre conseguimos el efecto contrario… Más aún cuando lo
que provocamos forma parte de un plan cuyo fin es tapar con un parche
lo que solo se cura comprendiendo y aceptando. La única forma de
incidir en él es amarlo, cambiar la forma en que lo miramos y ser
capaces de ver lo hermoso. Sin esperar a que nos salve o nos dé la
razón, sin desear que se adapte a nuestros deseos… Aceptando cómo
es y entendiendo que lo más trágico que hay en él también es lo
más trágico que hay en nosotros…
Y cuando entendemos eso, todo
el amor con que vemos al mundo hace que cambie, todo lo que podemos
aportar a él surte efecto, aunque sea pequeño, aunque no se note…
A veces lo diminuto genera una espiral de cambios que perturba lo que
parecía imperturbable… El cambio en la forma de actuar de una
abeja afecta a una colmena…
Si conseguimos cambiar nuestra
actitud y actuar en consecuencia podemos conseguir lo que parecía
imposible… Si somos coherencia, contagiaremos al mundo de
coherencia…
Y así dejamos de esperar y
nos ponemos a ser, a sentir, a vivir con las consecuencias de nuestra
nueva forma de ver la vida, a latir con el mundo y ser el mundo, en
lugar de quedarnos sentados juzgando lo terrible que es… En vez de
lamentarnos por lo atroz que encontramos, seremos capaces de
cambiarlo si antes nos transformamos a nosotros…
El mundo que te rodea es un
reflejo de tu mundo interior… Lo que ves en él es lo que no eres
capaz de ver en ti, lo que ocultas, lo que intentas no sacar a la luz
porque te avergüenza… Con las personas que se cruzan en nuestras
vidas sucede lo mismo. Están ahí para que reconozcamos en ellos lo
que no somos capaces de ver en nosotros y afrontemos de una vez por
todas que nuestra oscuridad salga a la luz y podamos abrazarla para
reconocernos por entero y amarnos de verdad.
El mundo no va a cambiar
porque no nos guste. Es así de duro porque tiene muchas lecciones
para darnos… La primera de ellas, que somos nosotros quienes
tenemos que dar el primer paso y poner nuestro ejemplo a su
disposición.
El mundo no va a cambiar, sólo
cambiarás tú, si quieres… Y ese movimiento pondrá en marcha un
mecanismo maravilloso e impredecible que puede darle la vuelta a
todo. A veces, la vida no es como esperamos, es incluso mejor si
permitimos que fluya a través de nosotros y tomamos las riendas…
Mercè Roura
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