EL VIAJE DE REGRESO A CASA
De
pronto un día te paras a pensar en el camino recorrido y te das
cuenta que te quedan menos años por vivir de los que ya has vivido
y sin poderlo evitar a tu mente viene ese viaje que sabes debes
hacer inevitablemente, el viaje de regreso al lugar de donde un día
viniste a este mundo de la materia.
Con
un proyecto de vida a realizar, con un montón de cosas por
aprender, con la ilusión de evolucionar como ser humano y cuando
haces balance ves lo poco que has hecho, del tiempo que has perdido
y lo único que te puede consolar es prometerte a ti mismo
diciéndote que la próxima vez lo harás mejor.
Y
empiezas a tomar conciencia, A IMAGINAR cómo será ese viaje y te
vienen a la mente imágenes de lo que has leído, visto, sentido u
oído de cómo será cruzar el umbral y penetrar en el universo de
lo inmanifestado, si habrá alguien esperándote, como será ese
lugar donde vas, pero uno es muy racional y rápidamente pone el
mental a trabajar, porque si algo tengo claro es que lo que puedo y
debo hacer desde aquí es preparar lo mejor posible ese viaje de
regreso a casa.
Y
de lo primero que eres consciente es de que es un viaje sin
equipaje, que no puedes llevarte nada de lo que posees aquí, porque
nada te pertenece, tan solo viajara contigo el conocimiento que
hayas conseguido integrar de tus experiencias y lecciones en la
vida.
También
te das cuenta que en ese viaje no puedes ir acompañado de nada ni
de nadie, que debes enfrentarlo en soledad, sin autoengaños y con
la única compañía de ti mismo.
Cuando
tomas conciencia de todo esto, se produce una transformación
instantánea en ti, te vuelves más observador, más receptivo y más
sensible a todo lo que te rodea y sabes que debes empezar a
desapegarte de todo.
Dejar
ese sentido de pertenencia, que como humanos nos posee, disfrutar de
todo y respetar su esencia, todo se pertenece a sí mismo a nadie
más, el querer poseer algo te hace tomar conciencia de que es la
forma más rápida de perderlo.
Y
en esa sucesión de pensamientos, hay uno que no deja de insistir,
una voz interior que te dice que debes dejar todo resuelto, que para
hacer el viaje con serenidad lo mejor es intentar no dejar nada
pendiente.
Y
te pones manos a la obra para:
Dar
“LAS GRACIAS” a todas aquellas personas que han compartido parte
de tu vida y te han ayudado a crecer.
Para
“SER AGRADECIDO” con quienes están más cerca de ti por la
felicidad que han aportado a tu vida.
Para
dejar en su lugar todos “LO SIENTO” de los momentos en que te
equivocaste.
Para
dejar dichos todos los “PERDÓNAME” entregados a quien causaste
dolor.
Para
dejar todos los “TE QUIERO” a tus seres queridos, para que sepan
el cariño que les tienes.
Y
como no, para dejar todos los “TE AMO” en el corazón de las
personas que has amado.
Y
a partir de ese momento ser generoso con la vida, con las personas,
quedarte solo con lo bueno de todo lo vivido, pedir perdón por las
numerosas ocasiones que uno no ha estado a la altura de las
circunstancias o simplemente por no haber dado lo mejor de sí en
cada momento.
Relajar
la mente, suavizar el corazón y vitalizar el alma, caminar con
tranquilidad y a la vez con decisión hacia la estación de donde
partirá el último tren, ese que te llevara de vuelta a tu origen,
ese que te llevara de regreso a casa.
Luego
cuando tu pensamiento se proyecta un poco más adelante, cuando
visualizas como será todo después de tu partida, te das cuenta que
después de pasadas unas horas todo vuelve a la normalidad, cada uno
a su tarea, a su quehacer diario, la vida no se detiene.
Tomas
conciencia que dejas de “SER PRESENCIA”, para ser “RECUERDO”
y valoras en su justa dimensión la palabra recuerdo, porque es
realmente bello, que aun después de haberte ido, permanezcas en el
recuerdo de todos los que te quisieron y sentir como en su rostro se
esboza una sonrisa y en su corazón se desliza una gota de ternura
al recordarte.
Cuando
uno es consciente de todo esto, la vida toma otra dimensión, otro
valor y uno vive cada día lleno de energía vital. A mí cuando
reflexiono sobre esto siempre me viene a la mente el estribillo de
una bella canción: “gracias a la vida que me ha dado tanto”
No
olviden nunca que el hecho de nacer lleva implícito que algún día
tendremos que hacer el viaje de regreso a casa.
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