EL ENCANTADOR DE PERROS
Para
quien no sepa nada de la serie de televisión El encantador de
perros, brevemente diré que está protagonizada por un adiestrador de
perros, el mexicano César
Millán, que visita las casas de diferentes familias que tienen problemas
con su mascota. En cada episodio se muestran casos reales de perros con
problemas de conducta serios (a veces hasta insólitos) y la estrategia para
corregirlos suele ser asombrosamente simple y efectiva.
Normalmente el hábito que se intenta
eliminar es muy molesto y suele ser una conducta que el animal repite todos los
días, tal vez durante años; parece estar muy arraigada en el comportamiento del
perro. Sin embargo, frente al estímulo correcto, abandona ese mal hábito de un
momento para otro. ¡Increíble!
Es que los perros viven siempre en el
presente. En la serie, César Millán tiene que explicarlo una y otra vez.
Experimentan plenamente el “aquí y ahora”. Por eso responden inmediatamente
cuando se introducen los cambios adecuados en su entorno. No tienen esa
“inercia” que nos hace tan difícil modificar nuestros hábitos.
Los perros no pueden pensar como
nosotros, carecen de nuestra imaginación y creatividad. Pero esta limitación
les otorga al mismo tiempo una ventaja: los perros no divagan mentalmente como
nosotros. No se lamentan por lo ya que pasó ni les preocupa lo que podría
llegar pasar. Y si esta maravillosa posibilidad está al alcance de cualquier
perro, claro que también está disponible para nosotros.
Siempre podemos
experimentar plenamente el momento presente y abrirnos a las infinitas
posibilidades de cambio que cada instante nos ofrece. Porque suele costarnos
mucho cambiar (por lo visto, mucho más que a los perros), atados como estamos a
nuestro pasado, a nuestras expectativas, a la estructura rígida de nuestra
personalidad, a nuestros pensamientos que nunca se detienen, a nuestras
creencias…
En
cambio, en la experiencia plena del momento presente sólo existe nuestra
consciencia. Nada puede limitarnos.
César Millán conoce en profundidad la
psicología de los perros, pero también sabe mucho acerca de las personas. Y
mientras que el perro suele ser muy simple y previsible, el ser humano con
frecuencia es complicado y contradictorio. Entonces, cuando se presenta un
problema en la conducta del perro, casi siempre el responsable es el propio
dueño… y es a él al que hay que corregir. Por eso un buen adiestrador de perros
es también un adiestrador de personas.
Normalmente
los perros no son responsables de sus problemas de conducta.
Son
las personas que lo rodean, cuya psicología es mucho más complicada y
contradictoria, las que lo inducen a desarrollar malos hábitos.
El comportamiento de nuestro perro
suele ser algo así como un reflejo de nuestro mundo interno. Y si llevamos
adentro desorden y contradicciones, es natural que los veamos reflejados en la
conducta de nuestra mascota. Y esta sencilla idea puede extenderse a todo lo
que vemos a nuestro alrededor:
La
realidad que percibimos y las experiencias que vivimos en ella
son
en realidad un reflejo de nuestro mundo interno.
Por eso es que si queremos cambiar de
manera efectiva lo que nos rodea, lo que debemos hacer (¡y lo único que en
realidad está a nuestro alcance!) es cambiar nosotros internamente.
Aquí un breve video de uno de los
tantos casos que César Millán tuvo que enfrentar (sólo encontré la versión
original, en inglés, pero los diálogos no son muy importantes, se pueden
saltar). Se trata de un maravilloso animalito (Mylo), pacífico y amistoso, pero
que tiene un hábito realmente insoportable: gira muy rápido sobre sí mismo,
como tratando de morderse la cola, y al mismo tiempo ladra, ladra y ladra… y
puede hacer todo esto, sin detenerse, por horas.
EL CASO DE MYLO |
La conducta de este perro es muy
molesta y ruidosa. Incluso para él debe ser realmente agotadora esta
interminable rutina.
Pero el caso de Mylo tiene un final
feliz. Más adelante se lo ve muy relajado, descansando, ya liberado de su
frenética costumbre de girar y ladrar. Qué raro me pareció entonces que el
perro no hubiera podido abandonar mucho antes y por sí mismo esa desagradable
costumbre. Hubiera sido un gran alivio para todos, pero especialmente para él.
Luego pensé que muchas veces las
personas comunes también nos comportamos así. No me refiero a dar vueltas
descontroladamente, claro. Pero con frecuencia adoptamos patrones de
pensamiento negativo, tan repetitivos como las interminables piruetas de este
perro.
Cuántas veces me descubro a mí mismo
rumiando pensamientos negativos (tal vez después de haber leído el diario o de
ver las noticias por televisión), cuántas veces me siento preocupado por todas
las tareas que tengo pendientes, o decepcionado por lo lejos que estoy de
alcanzar mis metas, o molesto por cualquier otra razón.
Todas estas situaciones, puestas en su
verdadera perspectiva, no justifican las emociones negativas que normalmente
provocan. En muchos casos se trata de asuntos sobre los que no tenemos control,
entonces no son verdaderos problemas de los que tengamos que ocuparnos. Otros
son simples hechos que convertimos en problemas a través de nuestra propia
interpretación. Interpretación que podríamos cambiar en cualquier momento.
Pero el momento de ese cambio no llega,
los pensamientos negativos acerca de lo que sucede no se interrumpen, y nos
quedamos atrapados en un patrón de conducta repetitivo, desagradable e
improductivo. Salvando las distancias, algo muy parecido al inexplicable
comportamiento de Mylo, el perrito del video.
Podríamos decir a nuestro favor que
girar alocadamente y sin parar es un comportamiento bastante más ridículo que
el de darle vueltas en nuestra cabeza a los problemas que nos preocupan. Pero
si alguien pudiera por un rato escuchar los diálogos internos de nuestra mente,
seguramente también los encontraría bastante extraños y repetitivos.
Para vencer el estrés, Atención Plena
El primer paso en la solución del
problema de Mylo fue colocarle alrededor del cuello un pañuelo con algunas
gotas de aceite esencial de lavanda. Este olor, agradable y desconocido para el
perro, captó por completo su atención, permitiéndole “desconectarse” de su
viejo hábito.
Todos podemos hacer varias cosas a la
vez, siempre que realicemos alguna de estas actividades de manera mecánica. Por
ejemplo, podemos caminar por la calle mientras conversamos con alguien que nos
acompaña. Pero mientras lo hacemos, realmente no estamos concentrados en el
acto de caminar, lo estamos haciendo de manera automática. La mente, incluso la
de un perro, no puede enfocarse al mismo tiempo en dos cosas diferentes.
Por
eso Mylo, completamente concentrado en la novedad de la lavanda, pudo
olvidarse, aunque fuera transitoriamente, de su vieja costumbre de girar y
ladrar.
La siguiente es una de las definiciones
más difundidas de Atención Plena (o Mindfulness, en inglés):
Prestar atención
de manera intencional al momento presente, sin juzgar
Jon Kabat-Zinn
Esta definición es simple, breve y
clara. Sin embargo, cada vez que la leo no puedo dejar de pensar que podría
haberse omitido el “sin juzgar”. Porque cuando realmente estamos prestando toda
nuestra atención al momento presente no podemos, al mismo tiempo, pensar o
emitir juicios.
La Atención Plena no es una actividad
mental. Y, al menos por esos breves momentos en los que conseguimos
practicarla, en realidad impide cualquier actividad mental.
La Atención Plena no es algo místico o
misterioso, como la Iluminación o el Nirvana. Al contrario, es algo muy simple:
es sólo prestar completa atención a cualquier cosa que estemos haciendo.
Practicar Atención Plena mientras caminamos, por ejemplo, sólo significa que lo
hacemos experimentando plenamente cada sensación de nuestro cuerpo. Es decir
que percibimos, sin distraernos con juicios y pensamientos, el contacto del
piso bajo nuestros pies, el roce de la ropa sobre nuestro cuerpo, el viento,
los sonidos que llegan hasta nosotros y las imágenes de todo lo que nos rodea.
Incluye también la “sensación de movimiento” de cada parte de nuestro cuerpo
involucrada en el acto de caminar.
Es más fácil practicar Atención Plena
mientras llevamos a cabo acciones simples que involucran nuestro cuerpo, como
ducharse, comer o vestirse. Incluso podemos practicar Atención Plena
simplemente mientras respiramos, si nos concentramos completamente en las
sensaciones que nos provoca el aire al pasar por nuestra nariz, tanto al
inspirar como al exhalar.
La Atención Plena permite disfrutar de
cada instante aunque no esté sucediendo nada especial. Y es una de las técnicas
más simples y efectivas para reducir el estrés. Apenas un par de respiraciones
profundas y conscientes y ya nos sentimos mejor. ¡Podemos comprobarlo ahora
mismo!
Axel Piskulic
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