EL VIAJE DEL HÉROE Y LOS ARQUETIPOS DE LA MIGRACIÓN
El
creador de la psicología analítica, el psiquiatra suizo Carl
Jung
propuso que las narraciones míticas de viajes iniciáticos, como los
de Marco Polo, Ulises o Hércules, pueden ser entendidas como
expresiones simbólicas de un proceso de transformación psíquica
que todas las personas se ven abocadas a desplegar a lo largo de la
vida. Jung denominó este proceso como viaje del héroe o proceso de
individuación.
El viaje
del héroe o heroína suele empezar como una llamada o una necesidad
de abandonar el mundo ordinario y conocido, como
una demanda a desplegar aspectos y potenciales no vividos.
En los mitos, los
héroes suelen surgir en periodos de precariedad,
de colapso de formas sociales, de crisis religiosas o políticas.
Así, en nuestra vida personal nos podemos ver abocados a realizar un
viaje de transformación cuando se presentan circunstancias que nos
resultan asfixiantes o también cuando nos sentimos estancados y con
ansia de algo más.
El viaje
del héroe hace referencia a un viaje simbólico, por lo que es
posible (no necesario) realizarlo sin desplazarnos físicamente.
Así, de la llamada del héroe puede emerger una oferta de trabajo,
una beca de estudios o en general como la oportunidad de mejorar
aspectos económicos, educativos o sociales en el extranjero.
La búsqueda del tesoro
La meta del camino
del héroe se representa míticamente como la búsqueda de un tesoro,
una tierra prometida, la piedra filosofal, el santo grial, el
matrimonio del príncipe o la princesa. Cada persona le otorga una
imagen al objeto de su búsqueda, sin embargo
lo usual es que el camino sorprenda al viajero con tesoros que no
había imaginado.
En ocasiones, antes
de emprender el viaje suelen presentarse algunas casualidades (con
personas, libros, películas).
Casualidades que poco a poco nos van ayudando a elegir el destino de
nuestra migración. Jung,
a estas casualidades, las denomino sincronicidades
y las considero como una expresión de la relación existente entre
el mundo físico y el mundo psíquico.
El resultado del
viaje del héroe se suele representar como un nuevo nacimiento;
conlleva una alta dosis de coraje y humildad, para soportar y
trascender obstáculos y retos que se nos presentan en el camino. El
viaje del héroe puede ser entendido entonces como un proceso que
implica ir muriendo a determinadas etapas para renacer a otras, 
etapas que puede ser vistas como el tránsito por distintos
arquetipos.
Arquetipos o etapas del viaje del héroe
Los arquetipos
son imágenes
presentes en las mitologías de todos los pueblos que se encuentran
relacionadas con situaciones prototípicas a las que se ha enfrontado
la humanidad a lo largo de su historia.
Son entendidos por Jung como una especie de fuerzas operantes que
funcionan como fuentes creativas y como estímulo para vivir un
determinado tipo de experiencias necesarias para el viaje de
realización del que hablamos.
En un viaje
migratorio podemos identificar una transición por 4 arquetipos
Arquetipo del Inocente
Esta etapa estaría
 referida al entorno seguro y familiar de nuestro lugar de origen;
 entorno que en algún momento nos resulta demasiado estrecho y
 asfixiante, convocándonos a emprender el viaje de transformación.
Es la etapa
 también de las expectativas
 idealizadas sobre nosotros mismos o sobre nuestro lugar de acogida.
 Podemos suponer, por ejemplo, que contamos en un idioma con un nivel
 superior al que luego nos percatamos que tenemos; quizás estemos
 poseídos por la fantasía de que alguien o algo va a proveernos en
 nuestras necesidades, que nos va a “llover” el trabajo del
 cielo.
Es el periodo de
 las falsas ilusiones, que se comportan como una ficción funcional,
 ya que quizás si tuviéramos demasiada conciencia de las
 condiciones reales que tendremos que afrontar nos resultaría más
 difícil animarnos a emprender el viaje. Esta
 etapa puede expresarse de igual manera como una especie de
 enamoramiento del lugar de nuestra migración.
Al confrontarnos
 con las condiciones concretas en el lugar de acogida, se comienza
 a caer el velo que nos impedía percibir el lado oscuro de todo
 aquello que nos parecía maravilloso. Emerge
 entonces el arquetipo del Huerfano y mucho de lo que habíamos
 imaginado se desvanece.
Arquetipo del Huérfano
Es común que en
 algún momento del proceso migratorio nos veamos abocados a realizar
 actividades que jamás imaginamos, a convivir con personas y
 costumbres que nos sorprenden y cuestionan. Ocurre
 entonces una especie de caída, de descenso,
 al que los griegos denominaban katabasis.
Para un
 extranjero, el modelo cultural del nuevo grupo puede llegar a ser
 vivido como un “laberinto” donde se desvanece el sentido de
 orientación. Se
 pueden venir abajo creencias firmemente arraigadas, comenzando a
 cuestionar muchos aspectos que considerábamos “naturales”.
Es la etapa de las
 añoranzas y de un sentimiento que alude a la falta de valor . En
 esta etapa suele haber un
 recuerdo idealizado de nuestro lugar de origen
 y una tentación muy grande para renunciar a continuar con nuestro
 viaje.
Un elemento
 relevante es que, al encontrarnos en un país extranjero (ya sea en
 lo físico o en lo simbólico), la mirada de los otros hacia
 nosotros mismos se modifica, permitiendo de alguna manera
 flexibilizar nuestra identidad, brindando la oportunidad
 de explorar facetas y
 nutrirnos de esas nuevas miradas.
Podemos llegar a
 vivir esta etapa con una dosis alta de incertidumbre, casi como si
 tuviéramos que realizar un salto al vació. Se
 presentan en ocasiones momentos de gran confusión en el que nos
 sentimos perdidos, pero
 es precisamente esa especie de caos primordial el contexto propicio
 para que emerjan las nuevas actitudes y principios.
El arquetipo del Guerrero
Después
 de “transitar” por los sentimientos de impotencia y
 orfandad, de la noche oscura del alma emerge el arquetipo del
 Guerrero.
Este es el
 que nos da la energía para superar los obstáculos, para
 levantarnos de las caídas. Nos anima a desarrollar los recursos que
 nos exige el nuevo contexto,
 nos permite recobrar la esperanza y las fuerzas para continuar la
 travesía.
Poco a poco y
 gracias a nuestra perseverancia, paciencia, a los aliados y
 adversarios que hallamos en el camino, vamos saliendo del laberinto
 y el espacio de
 acogida va deviniendo en un hogar en el que podemos desplegar las
 nuevas capacidades adquiridas.
Arquetipo del Mago
Finalmente emerge
 el arquetipo del Mago, bajo su influjo tenemos la capacidad darle
 sentido al viaje recorrido.
 Nos brinda la sabiduría para agradecer los buenos y malos momentos
 que hemos atravesado, pues es a partir de estos que hemos hallado el
 tesoro. Tesoro que se traduce que en una mayor comprensión de
 nosotros mismos y de la humanidad, en un mayor conocimiento de
 nuestra complejidad, de nuestras debilidades y potenciales.
El camino
 nos ha permitido también flexibilizar nuestra identidad y convivir
 de una mejor manera con la incertidumbre y las vicisitudes de la
 vida.
La patria simbólica: fin del viaje del héroe
Después de este
 proceso de transformación, en ocasiones, al regresar de nuevo a
 nuestro lugar de origen, nos sentimos extraños, como si todo se
 hubiera “congelado en el tiempo”… mientras nosotros ya no
 somos los mismos. Esta
 sensación de extrañamiento es también un motor y aliciente para
 seguir buscando nuestra patria psíquica;
 patria simbólica que no es otra que la continua y nunca limitada
 realización de nosotros mismos y nuestro potencial.
La
 condición de migrante, de extranjero, puede ser vista entonces como
 una intensificación del sentimiento inherente al ser humano,
 del anhelo jamás colmado, de hallarnos en un lugar de plenitud y
 bienestar. Sentimiento que nos motiva a profundizar en nosotros
 mismos y a redescubrirnos de manera constante.
Grandes han sido
 las producciones que nos han legado artistas y filósofos cuyo motor
 creativo ha sido precisamente esta sensación de extrañeza. Para
 nosotros, el proceso
 migratorio es la oportunidad de ser más conscientes de la necesidad
 de realizar nuestra principal obra, que es el proveernos una
 vida digna, profunda y enriquecedora. Esa
 búsqueda, por desgracia y fortuna, nunca tiene fin, y no existe
 lugar en la tierra que la pueda satisfacer por completo.
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