AL OTRO LADO DE LA PARED
A
veces no sé cómo se ama… Sólo sé cómo se quiere, cómo se
necesita. Cómo se topa con esa pared mil veces esperando que un día
se derrumbe y me deje ver qué hay al otro lado y vivir sin estar
sujeta, sin sentirme provisional… Sólo sé de deseos incumplidos y
hechizos fallidos… Sé cómo se desea algo tanto hasta que pierde
el sentido porque empieza a ser una necesidad y no una meta, porque
suplanta tu vida hasta el punto en que te levantas y respiras para
conseguirlo. Hasta que no hay en ti nada más que no sea ese deseo y
pierdas de vista el mundo mientras esperas una respuesta, mientras
suplicas que otra persona te de permiso para seguir con tu vida…
Queremos desde la necesidad y eso hace que ese amor nazca roto,
mutilado de cualquier posibilidad de crecer por sí mismo y ayudarnos
a crecer a nosotros.
Amamos
a medias porque nos sentimos seres a medias,
desgajados y estropeados por tanto intento loco de parecer dignos de
amor, por convertirnos en material deseable y asegurarnos así
nuestra NO soledad eterna… Para levantarnos cada día y poder
decirle al mundo que alguien nos quiere y nos tiene en cuenta y que
eso forzosamente significa que somos dignos y merecemos amor…
Creemos
buscar amor pero en realidad buscamos permiso, oxígeno para
continuar respirando sin sentirnos ajenos a la vida ni tener que
seguir pidiendo perdón por no ser perfectos… Sin volver a
avergonzarnos de nuevo de nosotros mismos y de nuestras rarezas.
El
problema es que este mecanismo no funciona, es más, se convierte en
la fórmula más eficaz para acabar siendo el juguete roto, el
corazón desgarrado, el apéndice de alguien que tampoco se ama
suficiente como para no necesitar sucedáneos pero que ha decidido
llevar el mando en la relación.
En
realidad, esto de amar va al revés. Primero
te amas y luego dejas de buscar porque ya tienes, porque ya te notas
digno sin aparentar ni demostrar ni tener la necesidad de ser
aceptado por nadie… Porque
descubres que ya está en ti lo que llevas mil años buscando y
todo lo que has encontrado hasta ahora no era más que el espejo de
tu dolor y tu incapacidad de darte cuenta que ya eres un ser entero
que merece lo mejor… Que te guiabas por el mapa que lleva a la
cárcel segura de la dependencia, de la soledad interior más
absoluta que no es más que la soledad de sentirse separado de uno
mismo estando rodeado de personas que te hacen sentir invisible,
irrelevante, insignificante…
A
veces no he sabido cómo se ama porque me enseñaron a vivir amores a
medias esperando que una sonrisa me corroborara que merecía
sonrisas, que un beso me confirmara que merecía besos, que una
mirada me transmitiera que era digna de miradas…
No
es fácil amarse a uno mismo en un mundo de ruido constante donde
todos los mensajes que podemos escuchar hablan de subir a podios,
demostrar lo que somos y ser más joven cada día para que los que te
rodean, que también luchan contra el tiempo, te acepten y no te
rechacen. Vivimos en un mundo de seres rechazados por ellos mismos
que juegan a fingir que no lloran cuando están solos porque temen
demostrar que a veces no soportan su vida, porque suplican no sentir
nada y se alienan de ellos mismos, porque huyen de sus fantasmas en
lugar de abrirles la puerta y cerrar heridas.
Vivimos
pendientes del marcador cuando los que realmente viven en paz son
aquellos que han decidido dejar de jugar a parecer y han aprendido a
merecerse, a sentir, a notar lo que la vida les cuenta y a mirarse al
espejo para descubrir que ahí afuera no hay nada a lo que agarrarse.
No
sabemos amar porque no nos amamos y a veces, sé que es duro
reconocerlo, no buscamos compañeros de viaje sino muletas,
barandillas, puntos de apoyo para poder recordar lo que somos sin
salir corriendo… Y
no es que sea perverso sujetarse a otro en algunos tramos del camino,
lo que realmente es perverso es olvidar que nosotros somos nuestro
gran sustento…
Es maravilloso
amar sin medida, siempre que ese amor intenso e incondicional empiece
por uno mismo.
A veces cuando
amas, cuando te amas de verdad, sencillamente lo que te rodea da un
vuelco. Entonces, descubres la pasión por todo lo que te llega y se
cruza en tu camino, por cada brizna de vida que encuentras a tu paso.
No
sabemos amar porque no sabemos amarnos. Porque
nadie nos explicó que esto no va de encontrar la luz en otros
esperando que eso nos ayude a escoger el camino correcto, sino de
encender la propia luz y compartirla. Porque lo único que hay al
otro lado de esa pared eres tú mismo… Tú eres la pared. Tú
siempre has sido la pared.
Mercè Roura
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