¿Qué
seríamos sin ilusiones? Tenemos
ilusiones de todo tipo y “pobre” de aquel que no las tenga. Las
ilusiones son deseos a los que va acoplada una esperanza de
materialización. En este sentido, recientes investigaciones han
demostrando como tener
ilusiones mejora
notoriamente nuestra salud.
Concretamente Álvaro
Pascual-Leone,
catedrático de Neurología de la escuela médica de Harvard, tras
conocer los resultados de su estudio, lo expresa de la siguiente
manera: “Tener
un proyecto vital,
un objetivo en la vida que trascienda a uno mismo y que
reporte satisfacción  al esforzarse en conseguirlo es
bueno para el cerebro y para la salud en
general”.
Parece
 que disponer de ilusiones o de un proyecto vital aumenta la reserva
 cognitiva.
 La reserva
 cognitiva que
 es la capacidad
 cerebral para afrontar los retos a un nivel en el que nuestras
 capacidades son realmente puestas a prueba.
 Está muy relacionada con la tolerancia al cambio, a lo nuevo o a la
 incertidumbre.
“La ilusión es el primero de todos los placeres”.
-Voltaire-
Se
 trata de aspiraciones o
 de alguna razón trascendente, aquello que nos motiva a seguir
 adelante. Para
 una persona la razón para levantarse por la mañana pueden ser sus
 hijos o sus nietos, para otra el trabajo que desempeña o quizá la
 fe que tiene en una religión…
Son diversas,
 individuales o colectivas, y pueden cambiar con el paso del tiempo.
 Lo que no cambian es el estado de satisfacción que nos producen una
 vez las hemos completado, una vez que con nuestro esfuerzo lo hemos
 conseguido, y de no ser así, nuestra satisfacción por haberlo
 intentado y no “tirar la toalla”.
Claves
   para un cerebro sano
Las
 personas con un proyecto vital bien definido y que se muestran
 ilusionadas parecen contar con mentes
 más claras,
 más saludables. Así, la ilusión parece ese aceite que engrasa a
 todos nuestros procesos cognitivos. Además tienen menos problemas
 cognitivos en su vida cotidiana y se cuidan más.
Para
 gozar de unas neuronas
 sanas tenemos
 que nutrir siete áreas de nuestra vida:
- 
Salud: en nuestro cerebro incide el numero de veces que enfermamos y la manera en la que nos enfrentamos a la enfermedad.
 - 
Sueño: una buena higiene del sueño, ya que la calidad del mismo está relacionada directamente, por ejemplo, con la consolidación de recuerdos.
 - 
Ejercicios: combinación de ejercicios aeróbicos y anaeróbicos. Una hora y media de ejercicio mejora las funciones cerebrales.
 - 
Funciones cognitivas: cómo afrontamos nuestros problemas, presencia o no de dificultades en la atención o la memoria, previenen o enlentecen el deterioro cerebral.
 - 
Relaciones sociales: el tipo de red social, la cantidad de amigos o el posible apoyo recibido son factores que condicionan la reserva cognitiva.
 - 
Proyecto vital: atesorar ilusiones o metas, encontrando satisfacción en ellas, elevan nuestra mirada y hacen que apostemos por el futuro a partir de cuidar le presente.
 
“El hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene”.
-Blaise
 Pascal-
La ilusión
 constituye la dimensión esencial del porvenir.
 Quizás no tanto su contenido como su cobertura. Con ella podemos
 sostener la mirada a la vida, abrir los ojos y soñar, pero sabiendo
 que la mayoría de nuestras ilusiones nos van a pedir, a cambio de
 pasar a la realidad, un esfuerzo.
Inyectar
 ilusión en el proyecto de uno es revitalizarlo,
 darle energía, pulirlo, adecentarlo, vacunarlo contra el enemigo de
 la monotonía. Así se van desgranando los esfuerzos para alcanzar
 lo pretendido, y cualquier naufragio resulta positivo, enseña una
 lección concreta que añadir al zurrón de nuestro caminar.
Finalmente,
 destacar que la alegría, al igual que el tesón y la paciencia,
 guardan a nuestras ilusiones de la erosión de un camino decorado
 con rosas que no carecen de espinas. Sí, las
 mismas ilusiones que cuidan de nuestros procesos mentales
 (memoria, atención,
 inteligencia…).

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