No
nos engañemos, el mundo no es ni de los más ricos, ni de los más
guapos, ni de los más inteligentes. El mundo es de aquel que pasa a
la acción.
De aquel que
no se encoge ante el primer “no”, de quien se niega a vivir de
prestado lo que por derecho le pertenece y de quien se ama lo
suficiente como para poner sus sueños por encima de su ego.
Digámoslo de una vez: EL MUNDO ES DE QUIEN SE LA JUEGA.
Todos
hemos visto a personas que teniendo mucho han conseguido poco y
personas que con poco han logrado muncho. He visto a personas de
extraordinaria belleza esperar a ser elegidas en lo alto de su torre
y a personas de – digamos – dudoso atractivo dejar a un lado la
carcasa y asaltar un corazón. Por todo ello, he llegado a una
conclusión: El mundo no es de quien más tiene o más anhela,
sino de aquel que es capaz de quererse sin medida, apartar de un
golpe lo superfluo y lanzarse sin reserva tras aquello que desea.
El
principal motivo por el que no sacamos el máximo partido a la
existencia no es que no dispongamos de las capacidades
adecuadas, sino que vivimos esperando a que el contexto o el entorno
nos den su OK para actuar.
Estamos
llenos de miedo por eso, observamos la vida a través de un embudo
por el orificio equivocado: En lugar de mirar desde el agujero
pequeño para verlo todo grande, miramos desde el grande y lo vemos
todo pequeño. Nos invade el sentimiento de que, como acabamos de
llegar, el mundo es propiedad de otros y que debemos pedirles
permiso que alguno se apiade de nosotros y nos entregue una porción.
“CUANDO
TE AMAS, TE ADUEÑAS DEL MUNDO”
Hay
una frase clave que te ayudara “¿Y QUÉ MÁS DA?”. Cada
vez que sientas miedo ante algo que te ilusiona y estés a punto de
echarte atrás, pronuncia esta frase milagrosa. Funciona. Nada
es más valioso que tu derecho a hacer lo que te apetece. A
vivir como te dé la gana. (Siempre y cuando no suponga un perjuicio
para los demás, claro).
No
te ofendas, pero no eres tan importante. Nadie lo es. Nuestra
importancia solo cobra sentido a corto alcance. Es decir, con
nuestras personas queridas y, por supuesto, con nosotros mismos. Si
solo somos un pestañeo dentro de la vida y magnitud del universo,
imagina el peso real de que esa idea pueda fracasar, o de que ese
chico o esa chica te de calabazas, o de que ese artículo que
quieres escribir pueda no gustar.
Quererse
no es hacer lo posible por evitar un traspié, una mala crítica o
cualquier clase de error que mantenga a cero el marcador de nuestras
derrotas. Quererse es tener el valor de no frenarse ante lo amado
por el simple hecho de sentirse vulnerable, torpe o imperfecto.
El amor no es
divisible. Cuando te amas, amas la vida. Cuando te ves hermoso o te
sientes poderoso tal como eres, la vida se vuelve hermosa y llena de
riqueza. Puedes ir con cualquier cuerpo a cualquier piscina.
Intentar con cualquier defecto cualquier empresa. Presentarte con
cualquier traje en cualquier fiesta. Cuando te amas, te adueñas de
ti y, lo que es más importante, cuando te amas, te adueñas del
mundo.
“SOLO
CUANDO DAS EL 100% EN LO QUE HACES
DEJAS DE
PENSAR EN LOS CAMINOS QUE NO COGISTE”.
Se puede
ganar perdiendo y se puede perder ganando. La diferencia está en
cuánto pones de ti. Si no lo consigues, pero por medio del esfuerzo
y la entrega reclamas tu derecho a intentarlo y experimentar, el
triunfo es indiscutible.
No
se trata de vivir en un mundo de colores-arcoíris y negar la
existencia del fracaso (eso no es optimismo), sino de
saber distinguir entre dos tipos muy diferentes de
derrota: aquella que es resultado de no haber logrado lo que se
esperaba y aquella que permites que por dentro te derrumbes. La
primera es real y puede llegar a ser muy dolorosa, pero es la
segunda la que empequeñece nuestra vida, llena nuestro corazón de
arrepentimiento y evita que volvamos a intentarlo.
Jamás vas a
arrepentirte de lo que hagas cuando en el intento hayas puesto toda
tu alma. El arrepentimiento es mucho más que apostar por algo,
fracasar y decir con ventajismo “vaya, pues debí haber elegido la
otra alternativa”: El arrepentimiento es la sensación profunda e
interior de no haberse equivocado con todas las de la ley, de
haberse equivocado a medias.
Cuando nos
vayamos de aquí, el único dolor que nos quedará no es el de
habernos equivocado una, diez o cien veces (eso siempre se supera).
El único dolor que nos quedará es el de no habernos agarrado con
dos manos a la vida.
Lo peor que
te puede pasar no es que abandones este mundo sin haber logrado tu
sueño, lo peor es haberlo sentido latiendo muy dentro y, aun así,
haberlo dejado escapar.
Invierte
en valentía, pasa a la acción y, sobre todo, mantén siempre el
camino del amor despejado. De las opiniones, de las personas que te
empequeñecen, del temor hacia lo que por esencia es intrascendente
y, en definitiva, de todas esas creencias que te llevan a perder lo
más valioso que en este mundo se puede perder: oportunidades.
Emprende,
arriesga, vete siempre a por todas y… ¡juégatela! y si fallas,
recuerda: “¿Y qué más da?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario