El arte de saber aprovechar las oportunidades
El destino se hila a veces con la magia de alguna que otra coincidencia. Los científicos no niegan estos eventos, sin embargo, la relevancia de dichas casualidades depende siempre de esa mente abierta e intuitiva que sabe darle un significado y una trascendencia.
Hay
coincidencias que para muchas personas van más allá de la simple
casualidad.
Es el azar trazando una ruta. Es esa sincronicidad que a veces nos
deja asombrados al no poder dar una explicación lógica a lo
sucedido. Todos, de algún modo, hemos vivido algo de estas
características y, aunque la ciencia pone en duda la trascendencia
de dichos eventos, hay un aspecto que nadie puede negar.
Las
coincidencias nos dan una valiosa oportunidad para reflexionar sobre
nosotros y lo que nos rodea.
Así, en ese frenético rumor de nuestra cotidianidad, tan lleno de
presiones, rutinas y obligaciones, el que de pronto nos encontremos,
por
ejemplo,
con ese amigo de la infancia -que entra a una librería para comprar
el mismo libro que nosotros-, hace que el mundo se detenga por un
instante.
Es
un paréntesis asombroso en nuestra realidad donde limitarnos solo a
apreciar esa singular coincidencia. Es ese instante en el que
dejarnos abrazar por lo imprevisto y deleitarnos con una bocanada con
sabor a magia.
Ahora
bien, más allá de este matiz, hay otro más relevante: todo hecho
casual puede esconder la puerta a una oportunidad. Son
esas chispas del destino que cada cual debe interpretar con
apertura, intuición y creatividad para darle sentido y
trascendencia.
«No
experimentar nunca una coincidencia inusual es mucho más inusual que
la propia coincidencia en sí».
–Isaac Asimov-Casualidades, ¿qué dice la ciencia?
Dice
Josh Tenenbaum, profesor de ciencia cognitiva en el MIT, que las
coincidencias son una extraña paradoja. Por un lado, y a simple
vista, nos parece un tema bastante irracional. Sin embargo, si hay un
aspecto que la ciencia asume es que
una buena parte de los descubrimientos más asombrosos suelen partir
siempre de asombrosas coincidencias.
Por
llamativo que nos parezca, la ciencia ha sentido siempre un gran
interés por este tipo de eventos. Un ejemplo, en 1989, los
matemáticos Persi Diaconis y Frederick Mosteller realizaron un
estudio para describir un método
con el que analizar las coincidencias. Algo que demostraron es que
las coincidencias verdaderamente significativas se dan con baja
frecuencia, pero aun así suceden. No obstante, recalcaron algo más:
las
coincidencias están en el ojo del observador.
Es
decir, solo quien sea capaz de apreciar la trascendencia detrás del
azar podrá aprovechar la oportunidad que la vida pone ante sí. Esta
imagen, se ajusta en cierto modo a lo que el
propio Carl Jung definió como sincronicidades.
Para el psiquiatra suizo, hay eventos conectados entre sí no por la
simple ley causa-efecto. En
ocasiones, los eventos externos coinciden con nuestras emociones y
necesidades internas.
Las casualidades surgen para que reaccionemos
Marc
Holland, autor del libro Sincronicidades
y coincidencias: a través de los ojos de la ciencia,
nos explica algo muy interesante sobre el tema. La razón por la que
surgen estos fenómenos es para hacernos sentir algo. Todos
estos eventos generan impacto y nos invitan a una profunda reflexión
sobre el misterio de la vida.
Pongamos
un sencillo ejemplo.
Hace unos meses conocimos en un curso de formación a una persona que
nos atrajo pero con la que no tuvimos oportunidad de hablar.
Han pasado ya varios meses desde la finalización de ese curso, y ese
rostro, aún no se ha desvanecido de nuestra mente. De pronto, una
tarde, haciendo las compras en un centro comercial, vemos de lejos a
dicha persona.
Esa
casualidad significativa (o sincronicidad, al estar conectado un
deseo interno con un evento externo) lo primero que produce es
asombro. Después aparece la inquietud y esa emoción contenida que
nos impide saber cómo reaccionar. Sin embargo, no hacerlo es perder
una oportunidad. Porque una
coincidencia no examinada o aprovechada es como una carta sin abrir;
nunca sabremos que tenía guardado el destino para nosotros…
Las casualidades, ¿se crean o aparecen?
Un
buen número de psiquiatras de todo el mundo, así como físicos,
científicos, economista y periodistas decidieron crear hace ya
algunas década la llamada Sociedad
de la serendipia.
El objetivo es simple y a la vez elevado: entender el fenómeno de
las casualidades.
Un
primer dato que están dando ya por cierto es que las casualidades se
crean. El
que sucedan ante nosotros depende en muchos casos de nuestra
personalidad, apertura, curiosidad y capacidad para observar y
apreciar eventos significativos.
Así, la persona que rara vez mira a su alrededor, que no propicia
cambios en su rutina, que se caracteriza por tener una mente
inflexible difícilmente apreciará ni dará forma a estos fenómenos.
Una
vez más se cumple la idea de los matemáticos Persi Diaconis y
Frederick Mosteller, quienes insisten en que la casualidad está solo
en el ojo del observador. Carl
Jung, por su parte, defendía la teoría del Unus
Mundus,
esa en la que se afirma que el mundo psíquico y el material son una
misma entidad.
El observador y su realidad serían por tanto una misma cosa, una
misma materia siempre conectada.
Ahora
bien, más allá de las teorías de Jung, algo que no niegan los
científicos es que las coincidencias se dan porque, a veces,
nosotros las hacemos posibles. Si
el científico no experimentara con ciertos elementos no se darían
esas asombrosas serendipias.
Si nos quedáramos en casa y no
miráramos el mundo con esa pincelada de curiosidad infantil,
de confianza y apertura, tampoco apreciaríamos la magia de la
casualidad.
No
obstante, recordemos un sencillo aspecto:
las casualidades se dan, pero si suceden es para que seamos capaces
de aprovechar las oportunidades que nos ofrecen.
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