Es
 el último componente de la trilogía: “la culpa la tienen los
 demás”, “el auto-engaño” algo por otro lado muy humano el
 pensar que lo nuestro es lo bueno y lo de los demás es lo no tan
 bueno.
 Siempre
 queremos que los demás cambien. Nos parece que somos los que
 estamos en posesión de la verdad absoluta, que lo hacemos todo bien
 y que si en algo debe hacerse un cambio no será en nuestra forma de
 hacer y pensar porque es la correcta, es decir, QUE CAMBIEN LOS
 DEMÁS…..
 Pero claro la
 ecuación no sale. Estamos acostumbrados a que lo nuestro sea lo
 válido, a sentir que hemos alcanzado la verdad, que somos justos y
 ecuánimes y que si llega el punto de desencuentro siempre estará
 nuestra razón que pondrá orden donde se formará el conflicto.
 Tenemos
 tendencia a olvidarnos que también existen los demás. Y es
 necesario que tomemos conciencia que no estamos solos en esta
 aventura llamada  “VIDA”.
 Que el de
 enfrente tiene sus razones y que sus circunstancias (que no son
 mejores ni peores que las nuestras) son las que condicionan su forma
 de responder ante los problemas y las discrepancias.
 Algo que los
 sabios de todos los tiempos nos han dejado como lección es que no
 podemos cambiar a nadie, salvo a nosotros mismos. El resto es un
 imposible que debemos asumir. Eso sí, al cambiar nosotros cambiará
 la forma de ver el mundo y a los demás y ese será el definitivo
 puente tendido hacia el acercamiento para una convivencia feliz y en
 paz. 
 Comparto con
 todos vosotros otras tres reflexiones que nos dejaron quienes
 estudiaron a fondo el comportamiento humano:
 “…Para
 que una persona cambie es imprescindible que quiera hacerlo. No
 depende de nosotros, sino de su propia voluntad...”
 “…No
 culpes a los demás de no ser cómo tú o de no ser cómo tú
 quieres que sean, pues seguro que tú no estás dispuesto a ser como
 quieran los demás…”
 “…El
 cambio, es un proceso interno, se cambia de dentro hacia fuera,
 nunca se produce fuera de nosotros…”
 Lo
 que más nos será útil en la convivencia, es entender que a las
 personas hay que aceptarlas tal y como son, y aceptar también que
 cada uno pensamos y sentimos de manera diferente. Esto, que parece
 tan obvio, en la realidad no lo es tanto. Siendo el motivo de
 innumerables conflictos.
 A menudo nos
 empeñamos en cambiar actitudes o comportamientos de los demás sin
 tener en cuenta que algo que para nosotros puede ser muy importante
 para el otro no tiene por qué serlo, y al revés.
 PARA
 QUE NUESTRA VIDA SE LLENE DE ARMONÍA Y FELICIDAD LO MEJOR…
 ACEPTAR A LAS PERSONAS TAL Y COMO SON.
 La eterna
 lucha por cambiar al otro pasa por la aceptación. Tienes que pensar
 que al final cada uno elige, aunque no siempre elijamos lo mejor. No
 puedes ni debes tener poder sobre los demás ni otorgarte una
 responsabilidad que no te pertenece.
 Llegado este
 punto, piensa: ¿Para qué quieres que el otro cambie? Puede que la
 respuesta sea para que sea más feliz o para que sufra menos, aunque
 si profundizas un poco más quizás llegues a reconocer que sería
 para que tu relación con él/ella mejore. 
 Si no te
 gusta que te griten, aprende a hablar con respeto a los demás sin
 subir el tono. Si no te gusta que te hagan esperar, sé puntual… y
 así en cualquier aspecto de tu vida.
 LA CLAVE:
 CAMBIAR TÚ PARA QUE TODO CAMBIE
 Las
 relaciones son sistemas, de manera que si tú cambias, el sistema
 cambia, o lo que es lo mismo: si tú empiezas a comportarte de
 manera distinta por ejemplo con tu familia, ellos también cambiaran
 su forma de actuar contigo. Si no te gusta cómo ha hecho algo un
 amigo, muéstrale otra forma de hacer las cosas.
 Si
 tú esperas que el otro haga algo, lo único que conseguirás es
 comprobar cómo el otro está esperando que lo hagas tú, entrando
 en un bucle y así no habrá forma de que el sistema evolucione.
 Lo
 que mejor define todo lo expresado hasta ahora es la famosa frase
 de: “Todo
 el mundo quiere el cambio, pero nadie quiere cambiar”.

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