EL
   MIEDO AL AMOR Y AL COMPROMISO
“Ahora
 nuestro mayor miedo en las relaciones con otras personas es que
 pensamos que el hecho de que nos preparen el desayuno es que ya te
 están pidiendo matrimonio. Y es entonces cuando te vas a las cinco
 de la mañana después de hacer el amor en vez de quedarte y
 disfrutar del momento”. 
Siempre
 me ha parecido que, tanto si estás soltero, como si estás en
 pareja, estate al 100%. No tiene sentido estar en un amanecer
 mirando al Oeste ni en un atardecer mirando al Este. Que donde
 estés, estés. 
Vivimos bajo
 una oleada de cobardía. La mayoría de relaciones fracasa por la
 inoperancia de unos amantes que lejos de lanzarse con todo se rondan
 a medio gas. Bajo el nombre de la libertad escondemos nuestro MIEDO
 AL COMPROMISO.
Siempre
 tenemos una excusa. Decimos “no, es que no quiero esto” o
 “es que prefiero aquello”, cuando en realidad lo que nos arde
 dentro es un “no me atrevo”.
Antes, cuando
 conocías a una persona que te gustaba, el miedo era a terminar,
 pero te arriesgabas; ahora, aunque encuentres a una persona que te
 encanta, el miedo es a empezar.
Hemos
 pasado del miedo a la independencia al miedo a la dependencia, del
 miedo a estar solos al miedo a vivir acompañados, del miedo a morir
 al miedo a vivir. 
Conocemos a
 las personas ya con ganas de huir. Cada persona es un mundo entero,
 y nosotros, en lugar de viajar por ellas, hacemos turismo. Sentimos
 que si nos quedamos más tiempo del que dura la reserva tenemos que
 mudarnos allí, y eso nos supone un peso tan grande que hacemos
 rápidamente las maletas.
“Confundimos
 compromiso con esclavitud, pero la esclavitud es solo esto: vivir
 bajo los mandatos del miedo.”
Vivimos en
 una constante contradicción, en una lucha de fuerzas centrífugas y
 centrípetas que acaban por paralizarnos. Es una lucha entre huir y
 quedarse. Necesitamos amor, pero cuando lo tenemos nos resulta una
 carga… ¡para seguir buscando amor! Pensamos que quedarse es
 perder libertad porque eso nos obliga a renunciar. Es una sensación
 de “y ya nunca más podré…” que nos cae encima como una
 enorme losa.
Sentimos que
 al comprometernos se cierran puertas a nuevas posibilidades y que
 con ello se empobrece nuestra vida, y es en ese momento cuando nos
 vamos en busca de nuevas oportunidades que nunca agarraremos porque
 siempre nos quedará la sensación de que nos dejamos algo en algún
 lugar.
Lo
 queremos todo y queremos estar en todas partes, ignorando que estar
 en todos lados es la mejor forma de no estar en ningún sitio. La
 omnipresencia es la forma más sutil de ausencia que la soledad
 conoce.
La
 principal razón para temer el compromiso es que no sabemos lo que
 es. CONFUNDIMOS COMPROMISO CON ESCLAVITUD. Es curioso cómo a
 una mujer se le llama esposa, a una pulsera, esclava y al dedo en
 que ponemos el anillo de boda, anular. La idea de que compartir vida
 nos hace esclavos y nos anula ha inundado nuestro vocabulario. Sin
 embargo, la esclavitud es solo una cosa: vivir bajo los mandatos del
 miedo.
No
 existe un siempre, ni existe un mañana. La eternidad es un engaño
 de nuestra mente. Tratar de prometer la eternidad es, además de
 falso, absolutamente aterrador. Decir “quiero estar siempre
 contigo” es más irreal que decir “quiero que siempre sea como
 hoy”.
Nadie
 sabe lo que querrá en el futuro. No existe boli ni boda que pueda
 firmar un “para siempre”. El amor se da, pero no se puede
 prometer, pues a toda promesa le sigue una deuda y a toda deuda una
 obligación. Nadie puede entregarse al máximo a una exigencia.
Y de eso se
 trata, de entregarse al máximo. Por eso el amor puede ser doloroso,
 decepcionante o incierto, pero siempre será libre.
“La
 eternidad no es estar juntos en el futuro, sino estar juntos en el
 presente”.
Contra el
 miedo al compromiso solo hay una solución: comprometerse. 
Comprométete,
 pero no te comprometas con él, ni con ella, comprométete con el
 momento y contigo mismo. Cuando estés con él, o cuando estés con
 ella, estate ahí y no en ningún otro sitio, porque la eternidad no
 es estar juntos en el futuro, sino estar juntos en el presente, y no
 importa tanto el tiempo que compartáis como que os esforcéis por
 vivirlo al máximo y hacer de él una experiencia auténtica. Solo
 cuando uno extrae lo máximo de una situación puede decidir en
 libertad si quiere más o no.
Por
 eso, tanto si estás conociendo a alguien como si ya os conocéis
 desde hace tiempo, olvida que le debes algo, porque a la única
 persona a quien debes es a ti. Y recuerda que el mejor favor que
 podemos hacerle a ese “para siempre” y la mejor forma de honrar
 a la eternidad es entregarnos en cuerpo y alma a nuestro momento, a
 quien tenemos a nuestro lado y no estar en ninguna otra parte.
POR LA
 ETERNIDAD BIEN ENTENDIDA.
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