No
quiero mentir, no sé nada…
Escribo
porque a veces es la única forma que encuentro de poner negro sobre
blanco lo que me asusta tanto que necesito desmitificarlo y ponerle
nombre para que se haga pequeño y accesible… Lo que me duele tanto
que casi no me atrevo a comprender ni sentir.
A
veces creo que he dado un paso de gigante y miro atrás para
reconocer sólo la distancia de una pulga. Otras veces creo que
apenas he hecho nada pero veo como el mundo que me rodea es distinto.
Me
dijeron hace mil años que si me esforzaba y ponía empeño todo
llegaría, pero no es cierto… O al menos no lo es en mi mundo, no
sé en otros mundos… Hay cosas que no son, no pasan, no llegan a
ver la luz o se rompen cuando llevan unos segundos de vida… Eso
pasa cada día. La vida se empeña en ponerte una y otra vez en la
casilla de salida y conviertes el hecho de llegar a tu meta en una
cruzada personal que deja de tener el sentido que le dabas para
perderlo del todo.
A
veces, luchamos sin tregua para conseguir algo que pensamos que nos
hará libres y por el camino nos esclavizamos nosotros mismos
intentando conseguirlo…
Nada
que tenga que liberarnos en el futuro debería atarnos ahora, tal vez
porque no hay nada que vaya a liberarnos salvo nosotros mismos.
Me
contaron que si me preocupaba era una persona responsable, que estaba
haciendo algo para solucionar los problemas… Que los que no se
preocupan no son personas como deben y los demás les juzgan y les
señalan con el dedo… Y me he preocupado por todo y no ha
funcionado y cuando ha funcionado he llegado a la solución
destrozada y muy agotada física y emocionalmente… Tanto que no he
podido disfrutar de nada…
Sufrimos
tanto… Almacenamos sufrimiento como si por ello alguien fuera a
tener piedad de nosotros y nos fuera a conceder un deseo o dar un
regalo. Y nunca me ha pasado, nunca
he recibido nada bueno a cambio de sufrimiento, al contrario.
Sin
embargo, sí que vi recompensa en amarse y tratarse bien… El
amor que te das siempre siembra cosas buenas porque justo en el
momento en que te lo das ya es maravilloso y eso hace que siempre
valga la pena…
Perdemos
el sentido cuando dejamos de intentarlo para vivirlo y empezamos a
intentarlo para ganar, para figurar, para demostrar, para decir que
lo hicimos… Yo misma me he pasado días culpándome por no ser
capaz de soltar mi culpa…
Como
esos viajes en los que paras cinco minutos en un lugar para hacer la
foto de rigor y luego la contemplas pasado el tiempo y te sientes
incapaz de recordar qué sentías porque no sentiste nada… Sólo te
hiciste la foto para decirle al mundo que estuviste.
No
sé dónde está el equilibrio. Dónde seguir deja de tener sentido
para convertirse en una trampa, en una telaraña en la que te quedas
prendido porque te empeñaste en ir más allá y no ver lo que ya
habías conseguido. Y no es la meta, ni el sueño, es el ánimo y la
actitud con que lo haces…
Nada
de lo que hacemos sufriendo nos lleva a nada. Y si llegamos, estamos
rotos y no somos capaces de apreciar la maravilla de lo que hemos
conseguido.
No
sé dónde está el límite. Dónde se debe parar cuando ves
que no consigues lo que deseas y eso te lleva tanta energía que no
te permite notar la vida. No sé cuál es el momento en el que lo que
sueñas te priva de lo que vives y lo que no tienes te hace olvidar y
no apreciar lo que ya está en tu vida… No sé cuándo se debe
parar, tal vez cuando empieza a doler, cuando no compensa, cuando lo
que te apasiona te hace perder la pasión por ti mismo y empiezas a
verte a través de los ojos del que no llega y no del que está
siendo capaz de andar el camino.
La
verdad es que me dijeron que si me esforzaba lo conseguiría pero
nadie me contó cómo dejar de esforzarme y aceptar que no es, que no
pasa, que no llega… Y hacerlo de forma que no me caiga encima una
losa inmensa ni se me hipotequen otros sueños, ni acabe pensando que
hay algo en mí que no funciona…
Nos
deberían decir que vayamos a por todo pero que no pasa nada si no
llegamos, si no lo conseguimos. Que hay momentos para llegar y otros
momentos para quedarse corto, para calmarse y amar el silencio que te
invade cuando descubres que va a ser que no y no pasa nada.
La
paz del que sabe que es merecedor de todo sin tener que demostrar
nada… La calma del que es capaz de darse cuenta que no necesita
sueños para levantarse cada mañana porque se tiene a sí mismo pero
sigue teniendo muchos porque los merece… La maravillosa sensación
de soltar y dejar de sentir que hay algo pendiente y sentirse pleno
sin tener que andar por la vida coronando cimas, ganando medallas y
buscando lámparas maravillosas…
No
hay nada de qué avergonzarse por perder, por no llegar, por quedarse
a medias, porque te rechacen y te digan que ya no te aman, porque te
echen de un trabajo, por estar en una clase y que nadie te escoja
para hacer un ejercicio por parejas… (esto
último me pasaba siempre cuando era niña y me provocaba un gran
dolor y mucho miedo).
Lo
único que nos aleja de seguir adelante es la culpa por pensar que no
hemos dado lo mejor, por pensar que no somos suficiente o no
merecemos… La culpa nos devora la nuca mientras intentamos
levantarnos para volverlo a intentar y nos dice que de eso que
buscamos para nosotros no hay…
Y
la única forma de quitarse la culpa por no alcanzar lo soñado es
decidir que pase lo que pase vamos a amarnos y respetarnos, vamos a
tratarnos con cariño y no nos vamos reprochar nada. Que podremos
analizar nuestros fallos o comprender que tal vez lo que queremos
conseguir no tocaba ahora, que no era el momento, que nos espera algo
mejor incluso… Pero siempre desde el amor, nunca desde el reproche.
Me
dijeron que si trabajaba mucho lo conseguiría y no era verdad.
Porque nadie me dijo que trabajara con ganas, sin destrozarme, sin
exigirme tanto que me rompiera… Nadie me dijo que frenara antes de
caer en el abismo de perder el control sobre mí mientras intentaba
controlar lo que no depende de mí… Lo que escapa realmente de mi
control y capacidad.
No
sé nada, la verdad. A veces, no veo la línea hasta que no la he
cruzado y veo que he vuelto a ser esclava de eso que venía a
liberarme porque no me acuerdo de que lo único que puede hacer
que sea libre soy yo…
¿Cómo?
dándome permiso para fallar, para no llegar, para retroceder, para
desistir, para decir basta… Sin culpa, sin reproche, sin castigo
autoimpuesto ni sobrecarga…
No
hace falta desistir ni resignarse, aceptar no va de eso, va de
aprender a amar lo que ya es y enfocarse en lo que es prioritario…
No hace falta quedarse sin sueños, sólo darse cuenta de si hacemos
el camino soñado sufriendo o gozando y descubrir que sólo vale la
pena si durante el intento te hace feliz…
No
sé nada, la verdad, pero tengo claro, por dolorosa experiencia, que
todo eso sólo conduce a más sufrimiento y nunca te lleva a ninguna
cima.
Sufrir
no sirve para nada, más que para hartarse de ese sufrir hasta pasar
esa frontera en que es tan insoportable que sólo te queda decidir
que sea lo que sea lo que te depara el futuro no puede ser peor que
el sufrimiento que sientes ahora…
Sufrir
ahora no alivia el mañana, al contrario, dibuja un mañana con más
sufrimiento…
Amarte
ahora lo cura todo justo ahora…
A
veces, el sufrimiento, a pesar de ser inútil, te suministra el
hartazgo necesario para tener la fuerza que buscas para cambiar de
camino de una vez por todas…
Mercè
Roura
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