Una
historia sobre el amor de un padre
La
parábola del árbol es una bella metáfora que trata sobre lo que la
gran mayoría de padres son capaces de hacer por sus hijos.
Habla de un niño querido y despierto en un lugar lejano. Cerca de su
casa había un árbol de manzanas que adoraba.
El
pequeño no veía la hora de
estar cerca del árbol.
Jugaba con sus ramas, correteaba alrededor de él y comía gustoso de
sus frutos. El árbol se sentía muy complacido por ese niño que lo
trataba con tanto afecto y
siempre quería estar cerca de él.
El
tiempo fue pasando y el niño fue creciendo. Dice
la parábola que el niño entró a la escuela y ahora invitaba a sus
nuevos amiguitos para
que jugaran alrededor
del manzano.
Se sentía pleno. Le encantaban las risas y los correteos de los
niños en torno a él. El árbol fue muy feliz en aquellos años.
“Economizad las lágrimas de vuestros hijos a fin de que puedan regar con ellas vuestra tumba”.
-Pitágoras
de Samos-
Una
ausencia inesperada
Los
años siguieron pasando y el niño creció mucho. Cuenta
la parábola que cada vez se
veían menos.
El muchacho parecía muy ocupado con sus nuevos amigos e intereses.
El manzano se sentía triste, pero comprendía que esto era natural.
Un
día el chico volvió. Ya era todo un jovencito. El
árbol se sintió muy feliz al verle. ¡Hacía tanto que no estaban
juntos! Sin embargo, notó que el muchacho se
veía triste.
Entonces le preguntó qué le sucedía. ¿Acaso no disfrutaba de su
maravillosa juventud?
El
chico le dijo que en verdad se sentía muy triste. ¡Había
tantas cosas que quería tener! Pero no tenía suficiente dinero
y debía
conformarse con
poco.
Deseaba una bicicleta. También ropa nueva. Y dinero en efectivo para
invitar a sus amigos… Sin embargo, todo se le iba en deseo.
Cuenta
la parábola que el manzano le habló con dulzura. “¡Mira!”,
le dijo. “¡Estoy
lleno de manzanas! ¿Por qué no las tomas todas y las vendes en el
mercado? Así tendrás dinero para lo que necesitas”.
Al muchacho le pareció buena idea y así lo hizo. Después no volvió
a aparecer por un buen tiempo.
Un
nuevo retorno
Dice
la parábola que pasaron
varios años y el muchacho no volvía. El
manzano lo extrañaba, pero también entendía que el chico no podía
pasarse la vida correteando junto a un viejo árbol. Así que se
sentía feliz pensando que su niño también lo era.
Una
tarde cualquiera vio que el muchacho venía hacia él. Se sintió
inmensamente feliz. Había crecido mucho. Otra vez venía con el
rostro compungido y la cabeza gacha. Nuevamente el árbol le preguntó
qué le sucedía. El
joven dijo que quería casarse, pero no tenía dinero para hacer una
casa. Así que tendría que posponer sus planes.
El
árbol, nuevamente con cariño, le dijo: “No
te preocupes. Toma mis ramas. Con ellas puedes construir una bella
vivienda si te lo propones”.
Al joven se le iluminó el rostro. Así lo hizo. Tomó las ramas y
construyó una casa maravillosa. Luego se casó y durante mucho
tiempo no volvió a ver al manzano.
La
parábola del árbol
Muchos
años después, volvió el chico. En realidad, ya era todo un hombre.
Le contó al árbol que tenía dos hijos y que quería hacer un bote
para pasear con ellos. El manzano no lo dudó ni por un
segundo: “¡Toma
mi tronco!”,
le dijo. “Con
él vas a poder construir un bello bote”.
El hombre le hizo caso.
Nuevamente
volvió a desaparecer, esta vez por bastantes años. El árbol temía
lo peor. Sin embargo, cuando menos lo esperaba vio que un anciano se
acercaba. Era su niño. El mismo que había visto crecer, convertirse
en hombre y ahora en viejo. Otra vez se veía triste. El
árbol pensó que ya no tenía nada más que ofrecerle. No tenía
ramas, ni tronco… Era apenas una raíz pegada a la tierra…
El
anciano se acercó y lo abrazó. Después lloró. “Estoy
solo”,
le dijo al manzano entre lágrimas. “No
lo estás”,
le dijo el árbol. “Aquí
estoy yo”,
agregó. “Solo
tengo unas viejas raíces, pero todavía son grandes y fuertes. Aquí
puedes quedarte a descansar”,
señaló.
Así lo hizo el anciano y allí durmió para siempre. La parábola
del árbol representa al
amor de unos padres,
que nunca se cansan de dar.
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