Imaginemos
que llevamos años tocando el piano. Nos ponemos delante de nuestro
piano y posamos los dedos sobre sus teclas. Comenzamos a presionarlas
con la presión adecuada para cada nota. Empieza a surgir la melodía.
Nuestros dedos se mueven de forma automática. Sentimos la música y
sentimos los movimientos. Nos enfrascamos tanto en la tarea que
perdemos la noción del tiempo y de nosotros mismos. Poco a poco, la
tarea y nosotros nos hemos vuelto uno.
Acabamos
de alcanzar el estado de flujo. ¡Profundicemos!
En
la década de los setenta, el psicólogo Mihály Csikszentmihalyi fue
el primero en definir este estado de flujo al realizar una tarea. El
autor definía el flujo como “un estado
subjetivo que las personas experimentan cuando están completamente
involucradas en algo hasta
el extremo de olvidarse
del tiempo, la fatiga y de todo lo demás,
excepto de la actividad en sí misma”.
Emilio Gómez, profesor de psicología de la Universidad de Granada,
lo define como, “sensación
de plenitud y de estar totalmente implicado en la tarea,
el juego o la actividad deportiva, siempre que las destrezas de la
persona equivalgan al desafío, lo que facilita su rendimiento
óptimo”.
A
través de estas dos definiciones podemos observar que el estado de
flujo se da cuando la persona y la tarea están en concordancia. Por
ejemplo, si la tarea supera las habilidades del sujeto, en lugar de
flujo, podría experimentar ansiedad.
Si por el contrario, el sujeto supera en gran medida las habilidades
que requiere la tarea, se crea aburrimiento. Por lo tanto, es
importante que la capacidad de la persona esté en sintonía con la
exigencia de la tarea.
Estado
de flujo: lo importante es el camino, no la cima
Csikszentmihalyi
destaca que el aspecto más importante del estado de flujo es que se
trata de un proceso y no un estado estático. Este proceso está
enfocado precisamente en la tarea y no en sus resultados. La persona
que experimenta el estado de flujo se sumerge de tal forma en el
proceso creativo que los resultados pasan a un segundo plano. Como
afirma el equipo de Salanova (2005), “la
satisfacción no se encuentra en los resultados, sino en el proceso
de la actividad en su conjunto, lo cual permite una sensación más
prolongada”.
Cuando
nos obsesionamos por
obtener un resultado concreto, solemos dejar de lado el proceso, el
“durante”, y no disfrutamos de este momento. Por ejemplo, si
queremos subir a una montaña para ver el paisaje, podemos aferrarnos
tanto al resultado -llegar a la cima- que no apreciamos la belleza
del camino: árboles, agua, animales, brisa…
Macroflujo
y microflujo
La
intensidad de la experiencia es variable. Autores
como el propio Csikszentmihalyi (2002)
o Jackson (2000), proponen nueve dimensiones que caracterizan al
estado de flujo. Cuando en el proceso se experimentan las nueve
dimensiones, se denomina de macroflujo;
sin embargo, si sólo se siente alguna de ellas, se habla
de microflujo.
En el estado de microflujo los autores ponen de ejemplo actividades
como escuchar música o ver una película.
Las nueve
dimensiones en el estado de flujo
-
Equilibrio desafío-habilidad. Nuestras habilidades son las adecuadas para realizar la tarea. Se opera a un gran nivel. Existe una concordancia óptima entre las habilidades que se requieren y las que posee el sujeto.
-
Fusión acción-atención. Se produce una sensación de pérdida de autoconocimiento. Nos volvemos uno con la tarea. Se convierte en automática y sólo se toman decisiones conscientes a niveles superiores.
-
Metas claras. El sujeto sabe desde un comienzo lo que va a hacer.
-
Feedback sin ambigüedad. Tanto los errores como los aciertos durante la tarea se ven al momento, por lo que se pueden corregir sobre la marcha.
-
Concentración en la tarea. Aumento del enfoque en la tarea y concentración intensa en el presente. Se produce un estado de atención plena en la actividad.
-
Sensación de control sobre la situación. El control se produce casi sin la sensación de estar ejerciéndolo. La persona tiene la certeza de que nada puede ir mal, es más, ese control se traslada a las situaciones más críticas. Desaparece el miedo en la toma de decisiones. Todo fluye. La tarea avanza y se disfruta.
-
Pérdida de conciencia del propio ser. Al volvernos uno con la acción que estamos realizando, perdemos la noción de nosotros mismos.
-
Transformación del tiempo. Se produce un cambio en la percepción del tiempo.
-
Experiencia autotélica. Se trata de las experiencias en las que el placer y la recompensa radica en la propia actividad.
Diversas
investigaciones han aportado datos sobre los beneficios
psicológicos y emocionales del estado de flujo. Fernández,
Pérez y González (2013),
reúnen todos estos beneficios. Entre ellos podemos encontrar
-
Resistencia psicológica.
-
Sentido de plenitud y de satisfacción con la vida.
-
Logro en el trabajo académico.
-
Mayor autoestima.
-
Satisfacción con la vida.
-
Enfrentamiento exitoso de contratiempos.
-
Afecto positivo en jóvenes y mayores.
-
Bienestar psicológico.
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