CON
 LOS PIES EN EL SUELO NO SE PUEDE VOLAR
Para
 llevar a cabo los grandes logros personales hay que vivir
 convencidos que con trabajo esfuerzo y preparación, podremos
 conseguirlos
Hay
 un dicho que dice: “Por grande que sea una presa, un mínimo
 agujero en ella, generará una presión hidráulica, que la acabará
 rompiendo”.
Incluso
 los más altos sueños pueden verse truncados si los volvemos
 condicionales. Por pequeña que sea la condición, que pongamos para
 que se cumplan, puede ser grieta suficiente para que no podamos
 conseguirlos.
Uno
 de los errores de nuestra cultura es pensar que solo lo posible vale
 la pena. Hemos puesto la atención únicamente en lo realizable, lo
 tangible, lo real y lo medible, y hemos dejado a un lado el
 valor de lo inalcanzable, de las utopías, las ilusiones y los
 sueños. 
“Las
 personas se enorgullecen de tener los pies en la tierra, de ser
 realistas y sensatas, y se burlan de aquellos que están en las
 nubes”, Ken Robinson escribía en uno de sus libros: “Vivir
 a expensas de que algo tenga un final feliz sería como decir no
 vivas, qué vas a morir”.
El
 ser humano actual se ha mercantilizado hasta el punto de verse como
 un producto más. En el amor, si nos gusta una persona pero tarda en
 correspondernos, o si las cosas van mal, “a por otra”; en el
 trabajo, “al que antes me coja” o “al que más me pague” y
 en las relaciones personales, se habla de “dar para recibir”,
 como si la generosidad fuera un intercambio.
Hacemos
 las cosas siempre bajo la misma condición “que nos salga bien lo
 que nos proponemos sea lo que sea”.
No
 hay viaje que pueda disfrutarse preguntando “cuánto falta”. “¿Y
 si la riqueza está en la aventura de los mares y no en el cofre de
 la isla?”.
Lo
 que realmente da valor a un ser humano no es lo que hace cuando hay
 garantías, sino lo que emprende cuando no las hay.
El
 amor, como la valentía, reside en el espacio del “podría ser que
 no”. No es una cuestión de optimismo o pesimismo, es una cuestión
 de condicionalidad. Mientras que, en esa bifurcación, un pesimista
 piensa “¿y-si-no?” y un optimista “¿y-si-sí?”, un amante
 se pregunta “¿y-qué-más-da?”, porque un amante sabe que lo
 importante no es conseguirlo, sino el proceso que te lleva a ello.
La
 diferencia está en quién lo hace para conseguir algo y quién lo
 realiza porque ama lo que hace. Son esos dos violinistas en
 diferentes estaciones de metro, uno mirando las monedas y el otro
 sintiendo cada nota con los ojos cerrados.
Ser
 un amante es estar dispuesto a continuar cuando no hay premio, es
 hacerlo aunque no llegue. Ser amante es estar dispuesto a trabajar
 sin tener recompensa, a quedarte sin nada, en el aire. Lo contrario
 es ser comerciante.
El
 amor es la muerte de la condición. La dificultad o frustración
 temporal no pueden ser la causa de abandono de un sueño atemporal.
 Los sueños no tienen fecha. Todo sueño verdadero es atemporal e
 incondicional.
Plantéalo
 así. Si te garantizaran que si lo dejas todo y te dedicas a lo que
 amas, al final lo consigues, ¿lo harías? ¿Y si no te lo dijeran?
 esa es la diferencia. Si tu segunda respuesta es sí, eres un
 amante.
Cuando
 me preguntan por mi sueño, muchos lo llaman fantasía. No me enfada
 porque sé que hablan desde la razón, la prudencia y la seguridad.
 Tres herramientas que sirven para lo que sirven, pero no para el
 desarrollo de la creatividad y el ensanchamiento de las
 posibilidades.
A
 veces es mi propia voz la que me dice “y si nunca lo consigues?”,
 e incluso a veces se pone muy trágica y pregunta: “¿y si te
 mueres sin lograrlo?”, a lo que respondo: “lo voy a conseguir,
 no sé si en esta vida o en la siguiente, pero claro, si muero
 antes… ¡así cualquiera no lo consigue!”. Desde mi pequeño
 Universo, os aseguro que cuando se está realmente enamorado de los
 sueños que uno tiene, el final de la historia es lo de menos.
“EL
 QUE TENIENDO UN SUEÑO NUNCA LO ABANDONA, 
 
NUNCA
 FRACASA DE VERDAD.”.
Todo,
 absolutamente todo (salvo la muerte), es una elección. Lo demás
 son impuestos que nos otorgamos. ¿Qué eliges? ¿Vas a elegir tu
 vida en función de la dificultad?, ¿de la inmediatez? ¿de la
 seguridad? ¿O vas a elegirla desde el amor? ¿desde la
 posibilidad o desde lo que tú crees?
Somos
 tan grandes como nuestros sueños. El que tiene uno grande y por
 temor a no lograrlo apuesta por uno más pequeño, está condenado a
 una vida menor. El que teniendo un sueño nunca lo abandona, nunca
 fracasa de verdad. Incluso aunque no lo cumpla.
Miro
 alrededor y no puedo evitar sentir cierta pena al ver a padres
 asustados recomendando seguridad y a hijos confundidos que buscan en
 el dinero, la fama o la gloria: vidas ambas al servicio de los
 resultados. Creo que es hora de levantar la voz y recordarnos
 que
 solo
 tenemos una vida y que tiene que valer la pena. 
Tenemos
 una ocasión extraordinaria de escuchar a nuestro corazón,
 olvidarnos de la imposibilidad, disfrutar el camino y devolverle a
 los sueños el decoro, la importancia y el lugar que merecen. 
CON
 LOS PIES EN EL SUELO NO SE PUEDE VOLAR.
VISTO
EN:
http://lacienciadelespiritu.blogspot.com/2019/09/que-tus-condiciones-no-condicionen-tu.html

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