Existen
viajes apasionantes. Viajes que nos llevan a lugares nuevos y
desconocidos, lugares lejanos a los que sabemos que tardaremos en
volver o que no volveremos jamás. Cada uno de estos viajes tienen
ciertas características comunes: un principio y un final. Sin
embargo, existe un viaje para el que existe un principio pero no un
final. Se trata de un viaje en el que, poco a poco, vamos abriendo
puertas que ni podíamos imaginar que estaban ahí. Un viaje a través
del cual nuestra visión del mundo puede cambiar completamente. ¿Qué
viaje es este? La conquista de uno mismo.
¿Quién
soy yo?
A
pesar de parecer una pregunta fácil, la respuesta no es tan simple.
Responder esta cuestión puede llevarnos tiempo, mucho tiempo. Si nos
paramos a pensar en quiénes somos, se nos pueden venir afirmaciones
que hemos tomado como ciertas durante muchos años. A pesar de ello,
no significa que seamos quienes creemos.
¿Cuántos
de nosotros no está feliz con
la vida que lleva? ¿A cuánta gente le gustaría cambiar de
rumbo? En
muchas ocasiones, llevamos a cabo conductas con las que no nos
identificamos: estudiamos una carrera que no nos gusta, nos casamos
con quien no queremos…
Por
otro lado, también somos víctimas de nuestros hábitos más
arraigados. Desde pequeños nos enseñan, consciente o
inconscientemente, que si algo sale mal, debemos lamentarnos o estar
tristes. Se
ha asentado en nuestra mente que debemos quebrantar nuestro buen
estado de ánimo si no conseguimos lo que queremos.
Cuando en casa, en el colegio o en el trabajo, algo sale mal, en
muchas ocasiones podemos escuchar la famosa pregunta: “¿de
qué te ríes? ¿te hace gracia?”.
De esta forma, en
lugar de enseñarnos a poner buena cara al mal tiempo, nos
condicionan a torcer el rostro y mirar hacia abajo.
Del
mismo modo que nos enseñan a estar cabizbajos, también aprendemos a
responder con ira. Si
los resultados de lo que esperamos no coinciden con
nuestras expectativas,
nos enfurecemos y sufrimos. “¿Pero
cómo no me voy a enfadar?”,
escuchamos muchas veces. La primera reacción de enfado es natural,
pero controlar el enfado y no echar leña al fuego, es opcional.
Existe la práctica de meter el dedo en la llaga y alargar el enfado
más de la cuenta. Incluso algunas personas guardan el enfado durante
días, semanas y meses después de que les ocurriera algo
desagradable.
La
conquista de uno mismo
La
conquista de uno mismo tiene una parada final: la libertad.
Pero, ¿de qué libertad hablamos? Se trata de la capacidad
para tomar nuestras propias decisiones.
Por ejemplo, ante un desencuentro con otra persona, en lugar de
reaccionar airadamente, la libertad nos permitirá decidir cómo
queremos reaccionar. Al
ser libres, dejaremos de ser víctimas de nuestros hábitos.
De esta forma, también tendremos la opción de no estar tristes
cuando algo no ocurre como queríamos. Como afirma el Maestro
budista Lama
Rinchen: “esperanza
no, optimismo”.
“Hoy puedes decidir andar libremente.
Puedes decidir andar de manera diferente.
Puedes andar como una persona libre, disfrutando cada paso”.
-Thich
Nhat Hanh-
A
pesar de parecer una afirmación un tanto dramática. La esperanza
nos lleva a aferrarnos a expectativas que si no se cumplen nos pueden
romper por dentro. Por lo que será más recomendable sustituir la
esperanza por el optimismo. En este caso, el optimismo equivale
a sacar el mejor partido de todas las situaciones.
Pase lo que pase, lo importante es obtener un aprendizaje. Cuando
vivimos una situación adversa, nos podemos preguntar: ¿cómo
puedo salir beneficiado de esta situación? ¿Qué puedo aprender?
¿Por
dónde empezar la conquista de uno mismo?
Se
puede empezar en casa, tan solo se requiere motivación, constancia y
paciencia. Por una parte, es importante saber que se trata de un
viaje en el que podremos descubrir cosas que no sabíamos de
nosotros, incluso, aspectos que nos desagraden. Por otro lado, cuando
indagamos en nuestra mente, recorreremos ciertas sendas sin
posibilidad de marcha atrás. ¿De qué se trata? Cuando
conseguimos desapegarnos de nuestra visión egocéntrica del mundo,
comenzamos a observarlo desde otros puntos de vista.
La
apertura mental puede provocar en nosotros este paso al frente
irreversible porque nos habrá puesto en contacto con una realidad
que desconocíamos hasta el momento. Una
de las mejores formas de comenzar a indagar en nuestro interior, sin
duda, es a través de la meditación.
La meditación abarca diferentes técnicas, pero se puede empezar por
la meditación Shamata y
cuando logremos cierto control, seguir con Vipassana. De forma
resumida, a través de la primera obtenemos calma mental y a través
de la segunda, analizamos los fenómenos con más claridad.
La meditación requiere
constancia, paciencia y práctica. La importancia de esta técnica es
destacable, pero también existen otras formas de emprender este
camino. Por ejemplo, cuestionarnos aquello que pensamos y sentimos,
puede hacer que rompamos estructuras establecidas. En muchas
ocasiones, nos
percataremos que nuestra forma de ver el mundo estará influido por
la educación paternal, por la sociedad, por la cultura o por todo a
la vez.
Seremos
conscientes por primera vez que realmente no pensamos tanto por
nosotros mismo, sino que más bien repetimos
patrones de conducta y de pensamientos establecidos.
Conclusión
Así
pues, la conquista de uno mismo comienza con la firme decisión de
emprender un viaje sin vuelta atrás. Un
viaje con el que viviremos grandes alegrías, pero también grandes
momentos de tristeza, pero que sin duda son necesarios para crecer.
El miedo a este tipo de aventura puede paralizarnos y dejarnos en
nuestra zona de confort cómodamente, sin saber realmente quiénes
somos. De
nosotros depende dar el primer paso…
No hay comentarios:
Publicar un comentario