Me
siento muda. Como si las palabras se tragaran a ellas mismas y dejaran paso a
un silencio demasiado rotundo para ser escuchado… Un silencio que solo puede
ser sentido y abrazado. De momento, sin preguntas, sin reproches, sin porqués.
Se hace
insoportable vivirme a ratos y habitarme siempre. Como si tras el amanecer
hubiera una noche pendiente de ser vivida y un llanto inmenso al que no tengo
acceso para ser llorado y que amenaza tormenta en mi pecho.
Camino
destemplada y exhausta. No me da la risa para ser risa. No me dan las ganas
para ser ganas… No me da, en general, nada que no sea perderme y no encontrarme
durante un rato. Aunque río sin pausa y me enfado sin límite y razón.
No sé
nada…
Mi
locura consiste en desear hacerlo todo y no querer hacer nada. En parar y notar
que el mundo se me acaba. Y volver a empezar y descubrir que ya no hay forma de
ponerlo en marcha. No hay nada que calme esta noche eterna en la que estamos
secuestrados excepto la mañana.
No hay
nada, el problema es que no hay nada… O no se ve o no se nota.
Ni
siquiera han puesto el cartel de completo en el rincón que tengo para aparcar
mis desengaños. Ni siquiera estoy suficientemente saturada como para decir
basta… Aunque no pueda más. Será que tengo el listón tan alto siempre que ya no
lo veo al alzar la vista y cuando empezó este desconcierto general no me acordé
de ponerlo a ras de suelo… Me siento como si deseara alcanzar el balón y yo
misma lo alejara con mis pies de una patada cada vez que lo encuentro… Como si
al llegar a la cima, la montaña siempre fuera todavía más alta.
No pasa
nada y pasa todo. No hay nada que hacer y parece que tengamos que reconstruir
el mundo.
Tengo
mil historias por contar pero ninguna es verdadera, ninguna es tan sincera como
esta… No sé nada. Se me escurre el mundo entre las manos mientras les doy más
jabón para que no se me rompa, mientras lo esterilizo para que no nos deje sin
aliento…
Tengo
mil historias pero ninguna cuenta el dolor que siento cuando no consigo que la
noche se haga de día y entre el aire fresco y se lleve la angustia.
Cantan
los pájaros como si no pasara nada… Y las amapolas llenan los márgenes de ese
rojo exultante como si no hubiera un mañana. ¿Y todo lo que existe es este
ahora? ¿Y si a partir de ahora todo va a ser sólo presente? ¿Y si nos quedamos
prendidos en este momento para siempre como si fuéramos ropa tendida con pinzas
que nadie recoge a pesar de la lluvia? ¿Y si no hay futuro a la espera de que
pasemos esta prueba?
¿Y si
nos creíamos que éramos un árbol y en realidad sólo éramos la semilla?
Me
siento muda, pero tal vez es que la vida me dice que calle y use esas palabras
para hablarme a mí misma. Que escuche y deje de hilvanar historias para ser
contadas y me quede tan quieta que pueda notar como me late el corazón y como
respiran las plantas… Que vaya tan lenta que sea capaz de percibir como el
mundo gira y sepa lo engañada que estaba pensando que era el centro de mi
universo…
Hasta
que habitarme deje de ser una molestia y empiece a ser una alegría…
Hasta
que dé rienda suelta a ese llanto sordo acumulado en la garganta que espera ser
disuelto y soltado y a veces me sale en forma de grito y de rabia…
Hasta
que ame tanto esta noche que ni siquiera me dé cuenta de que ya es mañana.
Hasta
que no tenga más remedio que vivir este miedo y dar gracias por estar… A pesar
de la lluvia.
Gracias por leerme… Como todos me
siento ampliamente desconcertada…
Mercè Roura
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