VIVIR DESDE EL AMOR
No se me ocurre mejor forma de vivir que desde el
amor… Desde el amor a ti mismo. Desde el amor a todo lo que ves y habitas.
Desde ese amor se crea, se construye, se suma, se baila… Se tejen relaciones
sanas y se ama tanto a otros que se comprende que formamos todos parte de una
tela compartida en la que todo movimiento genera un cambio que, al principio,
puede ser imperceptible pero que luego es imparable.
No es una varita mágica que todo lo pueda y lo
transforme, ni un bálsamo que te nuble la vista. Es una forma de estar en ti
sin que la carga sea tan pesada porque has podido perdonarte y soltar algunas
de las piedras de tu mochila que pesaban tanto que no te dejaban levantar la
cabeza y ver más allá… Es una sensación que te acompaña a cada momento, como si
de repente el aire fuera más limpio y tú te sintieras siempre presente en tu
vida… Siempre en tu sitio, siempre oportuna… Como si ya nunca sobraras ni
molestaras a nadie como pensabas antes, como si no te faltara nada ni
estuvieras incompleto.
Vivir desde el amor es no depender de un
resultado ni de una mirada ajena. No ponerse ese vestido para que te vean y les
guste sino porque te gustas y deseas compartirlo. No suplicar jamás pasar
desapercibido y ser invisible, ni tampoco llamar la atención para reclamar que
te miren y te valoren. Es no esperar a que otro te diga que sí y atreverse a
pedir lo que quieres y que no pase nada si la respuesta es no… E incluso no
ponerse nervioso si la respuesta es sí.
Vivir desde el amor es no anularse para encajar
en el molde, ni tener que demostrar nada para sentirse digno… Es no quedarse en
el rincón para no estorbar ni ponerse en primera fila para que vean lo mucho
que vales… Vivir desde el amor a uno mismo no es sentirse el ombligo del mundo,
ni dejar de buscar a las personas que amas, ni de emocionarte con los besos ni
los gestos… No es que no te importe si están o no están, si vienen o van, es
sentir el dolor cuando te separas, pero descubrir que no hay nada malo en ti
porque otros no quieran estar contigo… Es aceptarse de arriba abajo y al
mismo tiempo ser capaz de ver que cometes errores y querer solucionarlos desde
el cariño y la compasión… Es encontrar esa paz que te permite estar solo y no
sentirte desamparado porque notas tu abrazo y tu calor.
Es dejar de esperar esa llamada y salir a buscar
el sol para que te acaricie la cara… Es dejar de luchar por lo absurdo y
empezar a disfrutar de lo pequeño.
Es detener los relojes para amar y amar sin
tiempo, sin premura, sin esperar a que el amor se escape o se desvanezca cuando
te das cuenta de que es gigante y empiezas a sentirte diminuto a su lado y
crees que esa sensación no es posible que vaya a durar en tu vida. Vivir desde
el amor a uno mismo es sentirse grande y creer de una vez por todas que mereces
lo bueno… Saber que todo caduca a su tiempo y nada huye de ti por ser quién
eres.
Vivir desde el amor es sentir que no hacen falta
sacrificios, ni mensajes de amor eterno. Es dejar de comprobar cada cinco
minutos si está o no está, si sonríe o no sonríe. Dejar de planearlo todo para
que sea perfecto, dejar de mendigar que te vean, que te hagan caso y busquen
tiempo para ti. Es soltar esas estrategias raras que cuentan en las películas
para que se vuelvan locos por ti si no les haces caso. Es no compararse con
otros y empezar a confiar en ti mismo y en tu capacidad para seguir adelante o
aprender lo necesario para ello…
Vivir desde el amor es darse la oportunidad de
sentir lo que realmente sientes y no negarse ni el llanto, ni la risa, ni la
caída, ni la remontada, ni el abrazo, ni el miedo, ni el desengaño, ni la
alegría… Es dejar de sentirte siempre ridículo e insuficiente.
Es perdonarse y perdonar. Es comprenderse y
comprender… Es sentir tanta compasión que no hagan falta palabras. Es darse y
dar. Es permitirse recibir.
Es también a veces equivocarse, no saber, dar un
portazo, soltar un grito y no poder avanzar… Y asumir esa imperfección como
parte de la vida.
Vivir desde el amor es no exigirse tanto, no
malgastarse en las tonterías y no encontrarse peleando por la razón si te quita
el aliento y la energía. Es no tragar, no ser objeto de regateo, ni de rebaja…
Es no estar de oferta, ni conformarse con algo que no nos llena o nos hace
daño. Es no esperar a conseguir el título para sentirse merecedor de lo mejor.
No pensar qué piensan… No vivir como otros
quieren que vivas. No es callar ni tener que decir nada… No es hacer ni
deshacer. No es comerse el mundo. No es moverse ni quedarse quieto, aunque hay
momentos de quietud y calma y momentos de acción…
Vivir desde el amor no es no tener miedo, al
contrario. Es sentirlo profundamente y bailar con él, pero sin dejar que lleve
el paso.
Vivir desde el amor no es ser bueno o malo (¿qué
será eso y quién lo decide?) es ser tú mismo cuando descubras qué significa
realmente esa frase tan usada y a veces con tan poco sentido que nos repiten
mil veces sin darnos una forma o una fórmula para ello porque nadie la
tiene…
Vivir desde el amor es no cubrir el expediente ni
seguir la norma si la norma te rompe o descubrir por qué necesitas romperte y
luego volverte a componer tomándote el tiempo necesario…
Es leer un libro y meterse en las palabras…
Es bailar y ser el baile.
Es caminar y convertirse en el camino.
Es llorar y ser el llanto… Reír y ser la risa…
Amar el aire que respiras y el cielo que te cubre, aunque llueva, aunque corras
a cobijarte, aunque te asuste mucho la tormenta… Aunque duela y no te guste,
aunque hagas todo lo posible por cambiarlo, aunque descubras que no puedes
cambiarlo, aunque pase o se quede… Vivir desde el amor a uno mismo es amar tu
vida aunque esté cansada y rota, a veces, porque en ella estás tú… Y eso la
hace asombrosamente maravillosa.
Mercè Roura
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