BAILAR ES CAPTURAR EL RITMO DE LA VIDA
Bailar es una manera de
hacer poesía con
el cuerpo. Dicen que la danza es una de esas artes en la
que solo se destacan quienes se quieren mucho a sí mismos. Esto tiene mucha
lógica, si se tiene en cuenta que para ser buenos bailarines tenemos que
conocer bien nuestro cuerpo, conectarlo con nuestras emociones profundas y
permitir que se expresen a través de movimientos dirigidos.
En el baile siempre opera una suerte de
felicidad, aunque haya danzas que expresen un sentimiento dramático. En el baile también se pone en juego un
acto de libertad,
en tanto que se trata de una ruptura con los movimientos habituales y le permite a cada quien convertir su
cuerpo en un medio artístico.
“Las
expresiones más auténticas de la gente están en su baile y en su música.
El
cuerpo nunca miente”
-Agnes de Mille-
No todos podemos ser bailarines profesionales,
pero definitivamente el baile sí
está al alcance de todos y, de hecho, se encuentra presente en infinidad de
situaciones sociales. Para eso están ahí las discos y para eso
también se hacen fiestas regionales o familiares. Muchos sentimos que una
fiesta que no incluya baile es una fiesta incompleta, porque bailar es sinónimo
de celebración y de alegría.
Los beneficios fisiológicos
de bailar
El primer gran beneficio de bailar es físico. La danza es un ejercicio exigente, que
implica un gran esfuerzo físico al que se le suma una alta demanda de
coordinación entre
las diferentes partes del cuerpo y la música que está sonando. Los conocedores
indican que una hora de baile equivale a dos y media de ejercicios aeróbicos.
Como todo ejercicio, el baile contribuye a
liberar endorfinas, a canalizar la adrenalina y a reducir el estrés. Un estudio
publicado en la revista International
Journal of Neuroscience, en 2005, evidenció que un grupo de adolescentes con depresión leve mejoró
significativamente su condición gracias al baile. Este les
permitió reducir los niveles de dopamina y aumentar los de serotonina, lo que
al final mejoró su estado de ánimo.
En otra investigación llevada a cabo en la
Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, se estableció que bailar favorece las estructuras del
cerebro y previene el envejecimiento de este órgano. Al
parecer, la danza revierte la pérdida de volumen del “hipocampo”, una
estructura que está directamente relacionada con la memoria. En sus
conclusiones anotaron que mientras completar crucigramas y otros pasatiempos
reduce el riesgo de demencia hasta en un 47%, el baile lo hace en un 76%.
En McGill, una universidad canadiense, realizaron
un curioso estudio en el que comprobaron que las personas
con Enfermedad de Parkinson mejoraban
notablemente su condición cuando bailaban tango de manera continuada. Varios de los
enfermos reportaron que al disponerse a bailar al son de la música, el temblor
de sus cuerpos comenzaba a desvanecerse. El ritmo de la música se trasladaba a
sus cuerpos.
Bailar para enriquecer la
vida
Para bien o para mal, a medida que nos hacemos adultos y nos
llenamos de responsabilidades, nuestro cuerpo comienza a adoptar posturas
repetitivas. Buena parte de nuestro cuerpo parece convertirse
en algo ajeno. Rara vez pensamos en ello, excepto cuando aparece una molestia
aquí o un dolorcito allá. Si acaso, el cuerpo aparece como una preocupación
estética o médica, pero no como un canal para el arte.
Al comenzar a practicar el
baile, comenzamos también a hacernos conscientes de nuestro cuerpo.
En particular, se vuelven evidentes las rigideces y las desconexiones. Las
preguntas que se hace todo nuevo bailarín son ¿por qué no puedo “soltar” la
cintura, las caderas o los hombros? ¿Por qué no logro sintonizar los pies con
las manos y la cabeza o el tronco?
La verdad es que el cuerpo refleja nuestra
personalidad y nuestros conflictos internos. Nada como bailar para que todo eso
se torne evidente. Y ese es
precisamente el primer gran aporte del baile: nos ayuda a conectarnos con
nosotros mismos, permite que se exprese nuestro mundo interior.
La capacidad para seguir el ritmo de la música con el cuerpo promueve el
reconocimiento de uno mismo y revela nuestras asincronías.
Pero no es solo eso. El baile es una actividad
eminentemente social y, por lo mismo, no solamente nos permite conectarnos con
nosotros mismos, sino también con los demás. Bailar nos exige, en la mayoría
de los casos, adaptarnos al cuerpo y a los
movimientos de otra persona. Sin darnos cuenta, esto incrementa
la empatía y la sociabilidad. Además, es un excelente antídoto contra la
timidez, especialmente durante la adolescencia.
Bailar
es, sin duda, capturar el ritmo de la vida en nuestro corazón.
Una canción nos puede despertar todo tipo de sensaciones.
Cuando bailamos, estos sentimientos pueden ser la cura para la depresión o para
quitarnos la... Ver más »
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