NO VIVAS
PARA TRABAJAR, TRABAJA PARA VIVIR
Hay un mito muy extendido según el cual “trabajar más cada
día contribuye a forjar un mejor futuro profesional”. Es un mito
porque, aunque eventualmente tener extensas jornadas laborales puede
contribuir a mejorar los ingresos, con el tiempo a lo que único que ayuda es a
que desarrolles fatiga profesional y rindas menos en tus labores.
Trabajar duro es visto por muchos como el camino hacia el
éxito. En parte tienen razón, pocas posibilidades existen de triunfar realmente
si no es a partir de un esfuerzo continuado. En lo que se equivocan es en el
hecho de que el trabajo duro no es necesariamente “sobre-ocupación”. De hecho, está
comprobado que el exceso de trabajo conduce a resultados más pobres.
“Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres
corrientes.
Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un
hombre extraordinario.”
-Elbert Hubbard-
Lo más grave es que muchos descubren estas grandes verdades
cuando ya es tarde. Cuando ya han enfermado de estrés o de
cualquier otra patología mental. Este descubrimiento también se
produce cuando las personas caen en la cuenta de que por su grado de exigencia
han perdido momentos que ya no van a recuperar y a los que
racionalmente nunca habrían renunciado.
Se enfrentan a un divorcio por el alejamiento emocional de
sus parejas, o caen en la cuenta de que sus hijos ya son mayores y jamás
compartieron una tarde de juego con ellos. Despiertan un día y al abrir los
ojos les invade una profunda pena, un dolor que por otra parte el dinero o
el reconocimiento social difícilmente consuela.
Los
efectos de trabajar en exceso
Casi todo el mundo cree que debe trabajar al máximo cuando
es joven, con el fin de asegurarse una jubilación acomodada. Sin embargo,
pronto se dan cuenta de que después de ocho horas al día dedicadas a
una actividad, la mente comienza a divagar y a dispersarse. Cuesta mucho
trabajo concentrarse en lo que se hace y, a veces, tener también un sueño
reparador.
Con el tiempo, esos síntomas se transforman en un desánimo
general. Te sientes triste todo el tiempo, con angustia por tratar de
cumplir cabalmente con todas tus obligaciones y con sentimiento de culpa por no
lograr que todo sea perfecto.
Es entonces cuando te vuelves irritable. Todo, o casi todo, te desagrada.
Entonces justificas tu mal humor diciéndote y diciendo que eres una persona
seria, que tus metas están puestas muy alto y que no puedes pasar por la vida
sonriendo frente a todo. “Para eso están los perdedores idealistas”, agregas.
Sientes que ya habrá tiempo para tu vida personal. La
oportunidad está aquí y ahora y no puedes dejarla pasar. Claro que tienes que
hacer algunos sacrificios, pero tus objetivos lo valen. Sin darte
cuenta, te estás convirtiendo en una pieza dentro de un engranaje de la
producción y estás cambiando tu salud y tu felicidad por dinero. Un
dinero que piensas aprovechar cuando ya no te quede juventud para hacerlo.
No
vivas solo para trabajar
Según un estudio de Bannai y Tamakoshi el exceso de
trabajo está en la base de casi todos los problemas de sueño y de las
enfermedades coronarias. También se ha descubierto que quienes trabajan de
más suelen convertirse en consumidores de alcohol con mayor facilidad,
desarrollan diabetes tipo 2 más frecuentemente y tienen mayor riesgo de
sufrir Síndrome de Burnout.
Da igual por el lado que lo mires, el
exceso de trabajo no trae nada bueno; excepto algún dinero extra a fin de mes
que, en todo caso, no alcanza para pagar lo que le estás haciendo a tu salud
física y emocional.
La única salida para alejarnos de ese círculo carcelario es
la más obvia: trabajar menos.
El límite de ocho horas diarias, cinco días a la semana, está bien, aunque
hay trabajos que
ameritan una jornada menor. Si el desgaste físico, mental o emocional es muy
elevado, vale la pena considerar las 6 horas como el límite indicado.
Claro, sabemos que esto no es fácil y que
en el camino del cambio pueden aparecer dos grandes barreras. Una, que muchos
jefes no van a querer que trabajes menos. Y dos, que debes persuadirte a ti
mismo de que trabajar menos no es signo de debilidad, sino de inteligencia.
Frente a lo primero, puedes sortearlo
organizando tu labor de tal modo que cumplas tu jornada dedicando el número de
horas indicado a las labores difíciles y dejando las demás para actividades
sencillas. En cuanto a lo segundo, depende solamente de ti.
Tres
claves para no trabajar en exceso
Para evitar que el trabajo se convierta en
una actividad sin fin, que consuma los mejores momentos de tu vida y te arruine
la salud, aquí hay tres ideas que puedes aplicar:
· Es
mejor ahorrar más y trabajar menos. La mayoría de las veces, cuanto más ganas, más gastas. Por
eso el dinero jamás te alcanza. Si decides, en cambio, fomentar el hábito del
ahorro continuado y consistente, puedes sorprenderte de los resultados. Tal vez
debes aprender a posponer el gusto por gastar y planificar mejor tu economía.
· Escucha
a tu cuerpo. Ninguna
enfermedad se presenta de manera súbita, sino que se va cocinando poco a poco y
lanza múltiples avisos antes de aparecer. No seas insensible a lo que te dice
el organismo.
Reconoce las señales de la fatiga y préstales atención.
· Reconoce
y acepta tus límites. La
madurez comienza cuando eres capaz de reconocer los límites de la realidad,
empezando por tus propios límites. Tal vez quieres triunfar más que nadie, pero
no puedes hacerlo a cambio de tu salud y tu bienestar. De hecho, si te dedicas
con agrado a lo que haces, si pones un “hasta aquí” a tu jornada laboral,
tienes mayores probabilidades de alcanzar la excelencia en lo que haces. El
dinero, aunque se demore un poco más, probablemente vendrá después.
Edith Sánchez
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