SUELTA
Hace
un rato alguien me preguntaba cómo se perdona. Y no se me ocurre
otra forma de explicarlo que responder “amándote mucho”. Perdonar
es amarse porque supone quitarse una espina clavada que nos sigue
desgarrando, una punzada que nos recuerda el dolor y el
desengaño… Perdonar
es arrancarse la mirada del otro de encima y dejar de pedirle que te
valore, que te mida, que te tase y te ponga precio… Es decidir que
dejamos de mirar al espejo esperando que nos diga quiénes somos y
buscamos dentro de nosotros para amar lo que ya es… Es un acto de
amor contigo mismo, un acto de respeto por lo que eres y por lo que
son las personas. Un acto de comprensión hacia otro que acaba
rebotando en ti y llenándote de paz.
¿Cómo
se perdona? Queriéndote tanto que te des cuenta que la opción de no
hacerlo supone seguir atado a alguien que sigue horadando tus heridas
cada vez que recuerdas su agresión y renuevas tus votos de no
perdón… Valorar
tanto tu tiempo que sepas que no hay un segundo que perder recordando
la ofensa, que no hay un minuto de tu vida que ocupar pensando en las
razones de otro y dejando tus ilusiones. Abrazando tus errores y
dándote cuenta que todos somos imperfectos y nos equivocamos y que
eso forma parte de un aprendizaje infinito que la vida nos pone
delante.
Se
perdona porque el dolor de no perdonar es tan intenso que rompe y
erosiona por dentro y escribe palabras terribles en las paredes de tu
alma… Porque empieza a desgajar tus momentos felices y romper tus
risas… Cuando dependes tanto de esa persona por no ser capaz de
soltar el recuerdo que, a cada paso, se abre el suelo bajo tus
pies. Cuando
te das cuenta que no perdonar te duele más a ti que a nadie.
Perdonar
es dejar de esperar que te acepten para empezar a aceptarte. Asumir
tu poder sobre tu vida y dejar de poner en manos de otros tu
felicidad… Perdonar es vivir en el presente y dejar de visitar el
pasado para reabrir heridas y culparse por no alcanzar una perfección
insoportable e inasequible. Perdonar
es vencer sin luchar y hacer las paces contigo. Es
arriesgarse a vivir por entero en un mundo donde muchos viven a
medias por si vivir duele o te ensucia las manos… Mirar a esa
persona que nos ha hecho daño y descubrir que late y vibra como tú
y que pase lo que pase, si no la soltamos y liberamos de nuestra
rabia, nos seguirá ofendiendo una y otra vez… Incluso cuando ya no
esté, porque nuestro rencor nos ata a ella más que su ofensa.
Perdonar
es decidir que no nos importa lo que digan ni piensen porque somos lo
que necesitamos ser y vivimos la vida que nos llena, aunque al mundo
le importune nuestra dicha y se sienta incómodo con nuestra forma de
ser felices.
Perdonar
es darse permiso a uno mismo para que las palabras de otro no te
arañen,
desactivar la tecla que otros tocan para alterarnos y modificar
nuestro ánimo. Es recuperar tu poder para decidir cómo y cuándo
actuar. Dejar de ser reactivo para tomar las riendas y ser consciente
de qué emociones viven en ti y de todo lo que puedes aprender de
ellas.
Perdonar
para sacarse de encima la excusa de sus palabras para recordarse las
culpas que llevamos pegadas y dejar de usarle para descubrir miedos.
Es decidir que lo que nos hace vulnerables nos da la oportunidad de
crecer y aprender y que mostrar nuestras debilidades sin temor las
convierte en fortalezas. Perdonar es ponerse en el lugar de otro y
poder ver que la realidad tiene muchas caras. Es deshacer el
nudo que mantenemos prieto y que nos ahoga y comprime. Es desandar el
temor a no gustar y no merecer… Es dejar el camino de guijarros que
insistimos en pasar con los pies desnudos para empezar a usar las
alas que ignoramos tener asidas a la espalda.
¿Cómo
se perdona? decidiendo que no te duele porque no va contigo. Que no
se puede cambiar el pasado pero que el presente depende
exclusivamente de ti. Que no permitimos que nadie nos diga
quiénes somos ni qué debemos sentir, que vamos a coser nuestras
heridas y descubrir nuestra grandeza… Que sepamos que estamos de
nuestra parte y no nos ponemos la zancadilla, ya nadie podrá
decirnos nada que nos aparte de nosotros mismos…
¿Cómo
se perdona? Amándote y decidiendo que no hay nada en ti que merezca
reproche porque cada día trabajas para crecer… Y asumiendo errores
como puertas necesarias que cruzar y cerrar… Diciendo no a seguir
enquistado en el absurdo.
Amando
la noche para saber apreciar el día… Conociendo la sombra para
descubrir la luz… Entendiendo que tal vez todo esto sea una lección
necesaria que nos cuesta aprender y aceptar porque lo que conlleva y
supone superarla es tan grande que se nos escapa a la comprensión…
Se
perdona cuando se comprende que a veces no hay nada que perdonar.
Que si quieres salir adelante no hay más remedio que quitarse la
capa del miedo que te hace invisible y ponerse la de persona que
confía en sí misma, la de persona extraordinaria que escoge
sentirse siempre digno pase lo que pase… La que en el fondo no
necesita capas para esconderse.
¿Cómo
se perdona? eligiendo seguir adelante a pesar de todo. Dejando de
buscar excusas para autosabotearse y quedarse anclado en el pasado,
soltando la carga pesada de una autoexigencia tiránica,
permitiéndose cortar los hilos que te convierten en marioneta de
otros y de tus propias emociones por comprender, por conocer, por
gestionar.
Se
perdona cuando te das cuenta que perdonar es perdonarse. Cuando
aceptas que a veces para seguir adelante hay que renunciar a tener la
razón y a ganar una guerra que no tiene sentido.
Se
perdona soltando el
amarre que nos ata al dolor en el que a veces nos sentimos cómodos
porque buscamos compasión y dándonos cuenta que merecemos más que
eso… Merecemos lo mejor, el amor de verdad que nosotros mismos
somos capaces de darnos. Se perdona soltando el lastre y dejando que
lo que lleva el río llegue al mar.
Mercè
Roura
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