Entre
las tribus del Natal, en Sudáfrica, el saludo más común es
Sawubona.
Significa literalmente “te veo, eres importante para mí y te
valoro”. Es una forma de visibilizar al otro, de aceptarlo tal y
como es con sus virtudes, matices y también con sus defectos. En
respuesta a este saludo, las personas suelen responder
“shikoba”, entonces
yo existo para ti.
Natal fue
una de las cuatro provincias originales de Sudáfrica, y en ella se
incluía el bantustán de KwaZulu o tierra de los zulúes. La
mayoría de cosas que sabemos sobre esta región y su gente se
remonta sin duda a la famosa guerra con Gran Bretaña a finales del
siglo XIX. Sin embargo, a veces los libros de historia nos camuflan,
relegan o prescinden de ese legado cultural, humano y filosófico tan
interesante que se arraigan en estos pueblos africanos.
Sawubona: toda mi atención está contigo, te veo a ti y me permito descubrir tus necesidades, atisbar tus miedos, profundizar en tus errores y aceptarlos. Te acepto por como eres y eres parte de mí.
Por
curioso que nos parezca, el
término sawubona, adquirió trascendencia en los años 90 gracias a
un libro de ingeniería y organizaciones inteligentes.
En “La
quinta disciplina en la práctica”, Peter
Sengue, un profesor de la Universidad de Stanford, hablaba de los
zulúes y de su magnífica forma de interaccionar y gestionar los
problemas
entre
ellos. Si llegaron a ser una de las civilizaciones más poderosas del
continente africano no fue por casualidad.
Sawubona
simbolizaba la importancia de dirigir la propia atención en la otra
persona. Era
entender su realidad sin prejuicios, descalzos de rencores. Era ser
consciente de las necesidades ajenas para dar visibilidad al
individuo dentro del grupo, integrarlo como una pieza de valor en la
propia comunidad…
Sawubona:
te veo en toda tu realidad
En
nuestra cultura occidental el saludo más común es sin duda el
recurrido “hola,
cómo estas”. La
mayoría expresamos estas tres palabras de forma rauda y sin esperar
una respuesta. Es una entradilla a una conversación, es ese rápido
y ajustado saludo con el que quedar bien pero terminar rápido. Rara
vez nos miramos a los ojos. Porque la vida apremia, nos empuja y nos
proyecta más a las propias necesidades que a escudriñar otras
miradas para
intuir necesidades reales.
El
pueblo zulú promovía la necesidad de ver al otro de forma
consciente y pausada. Buscaba
ese instante donde mantener un contacto visual relajado donde mirar
y ver. Donde sentir y escuchar. Donde abrazar el alma del otro,
aunque esta albergara rincones oscuros, heridas y actos que exigían
de algún tipo de reparación por parte de la comunidad.
Sawubona
es esa palabra donde hacer llegar al otro nuestra confianza, es
visibilizarlo y enfatizar que nuestra atención está con él. Es
hacerle llegar nuestro deseo auténtico por entenderle, por ver sus
necesidades, deseos, miedos,
tristezas, bellezas y virtudes.
Porque… ¿A
quién no le gustaría ser visto de este modo? Pocas
cosas son tan enriquecedoras como visibilizar al otro, como darle un
espacio, presencia,
relevancia en nuestro corazón e importancia dentro del grupo, del
hogar, de la comunidad u organización.
Hay
quien encuentra cierta semejanza entre el término sawubona con el
namasté del idioma hindi. Más
que saludos son reverencias y un modo de iluminar a la otra persona
comunicando almas, voluntades y reciprocidades. Hay una belleza
inmensa en estos gestos tan ajenos a nuestro mundo, hay algo
curativo y hasta catártico que puede servirnos de inspiración en
nuestro día a día.
“Shikoba”,
me siento aliviado al saber que existo para ti
Cuando
alguien de la comunidad zulú cometía un acto poco adecuado, errado
u ofensivo, se requería su presencia en el centro del poblado. Sus
vecinos, amigos y familia hacían
un círculo donde la persona en cuestión debía colocarse justo en
el centro. Tras ello, y durante dos días, se dirigían hasta él
con el saludo sawubona, con la famosa reverencia para después,
empezar a recordarle sus buenos actos, sus virtudes, sus aciertos
del pasado y todas sus cualidades.
Para
el pueblo de Natal y la comunidad zulú, al igual que para Rousseau,
ningún hombre nacía malvado. En ocasiones, acontecen crisis y
desequilibrios que nos alejan de ese centro de bondad natural. El
propósito con esas reuniones era recordarle a esa persona el camino
de retorno a la nobleza. Debían mostrarle
a su vez lo importante de su presencia para el resto de integrantes
del poblado. La finalidad era ensalzarlo, darle visibilidad para que
volviera sus pasos hacia el sendero del bien, de la armonía y la
alegría.
Así,
y cada
vez que un miembro de la comunidad se dirigía a él con la palabra
sawubona, el otro debía responder con el término “shikoba”.
Esta expresión generaba alivio a la vez que felicidad, porque quien
en un principio podía haberse sentido alejado del grupo por sus
malos actos, ahora tenía la oportunidad de volver. Se
le concedía un espacio, relevancia y cercanía. Era
el momento de empezar de nuevo.
Los
zulúes mantienen la idea que los seres humanos existen solo si los
demás los ven y los aceptan. Es
la comunidad quien hace a la persona. Por
tanto, nada puede ser más satisfactorio que ser perdonado tras un
error, que dejar ese espacio de soledad donde se habita tras un acto
desacertado para retornar a la comunidad, a la comunión del grupo
sabiéndose visible, querido y aceptado.
Aprendamos
por tanto de esta tribu africana. Aprendamos a “ver”, a prestar
atención a los nuestros tal y como enuncia el saludo sawubona: te
veo, te acepto tal y como eres. Seamos
capaces de percibir necesidades, perdonar errores y
favorecer la cohesión en cada uno de nuestros escenarios sociales.
Valeria
Sabater
No hay comentarios:
Publicar un comentario