Se
ha quedado desnuda contando
historias y derramando lágrimas. Ya no duelen, ya no arañan… Sólo
calman… Ya no siente vergüenza de
sí misma ni se esconde. Era más grande el dolor de necesitar
encontrar su llanto perdido que el de las miradas sin piedad de los
que siempre fingen y nunca se muestran al mundo como son y juzgan a
otros porque sí se atreven.
Ya no le importa qué dirán porque sabe que lo que dicen es fruto del miedo, la envidia y el aburrimiento. Porque los que viven a medias suelen necesitar vivir a través de emociones ajenas y llevarse prestados los lamentos a casa para no escuchar sus propios lamentos. Porque aquellos que critican su osadía son los que pagarían por llegar a la mitad de su coraje y recibir la mitad de su paz… Porque sueñan tener una brizna de su valor dibujando la vida y encontrando nuevos mundos cuando su mundo se acaba.