LO QUE HAY QUE CAMBIAR PARA SER FELIZ ES ¡NADA!
Una
de las búsquedas más importantes del ser humano, sin importar la
cultura a la que pertenezca o su nivel social o económico, es la
de la
felicidad. No
obstante, este es un concepto que significa cosas diferentes para
cada persona, e incluso cambia con el paso del tiempo y las
diferentes circunstancias de la vida.
Así, algunos
piensan que la felicidad reside en valores espirituales, otros en
logros profesionales y para muchos más, la clave para lograrla es
una buena relación amorosa. Sin embargo, una
constante de esta búsqueda es que, cuando se logra uno de esos
objetivos que nos parecían esenciales, en el camino hemos creado
otros que en ese momento y condición nos parecen indispensables para
ser felices. ¿Quiere
esto decir que la felicidad no existe?
Momentos felices, vidas felices
La
felicidad, lejos de ser el lugar al que se llega, se parece más a
una colección de momentos que al final del día nos hacen sentir
satisfechos. Sin
embargo, algunas prácticas diarias nos impiden disfrutar al máximo
estas pequeñas “unidades de felicidad”; por ejemplo, cargar con
los dolores, pérdidas y frustraciones del pasado.
 Así
 es, recordar
 constantemente lo que nos hizo infelices en el ayer nos hace
 infelices otra vez, hoy. Y
 esto difícilmente se parece a la felicidad. Dejar ir esas
 experiencias es más difícil de lo que se piensa, porque algunas
 veces las disfrazamos de tradiciones, las vestimos de honor o de
 emociones que nos definen. Pero
 debemos comprender que si nos dañan, significa que no vale la pena
 perpetuarlas.
 Otra
 costumbre que nos impide ver la felicidad que sí tenemos es
 quejarnos constantemente de lo mal que nos va,
 lo horrible que es nuestra situación actual. Por ejemplo,
 despertamos por las mañanas pensando que vamos a ese trabajo que
 nos frustra y nos hace sentir mal, recorremos el camino hasta allí
 repitiéndonos que con otro trabajo seríamos mucho más felices…
 Estamos ahí, confundidos y enojados y, finalmente, nos vamos
 sintiendo realmente muy mal.
Si, por el
contrario, aceptáramos que estamos en el lugar en el que nos han
puesto nuestras  decisiones y,
por lo tanto, no puede ser tan malo, dejaríamos de sentir ese gran
peso y podríamos comenzar a liberarnos de esa carga. Es
curioso, pero
una
vez que aceptamos las cosas, empezamos a cambiarlas.
Seamos agradecidos
Este es un
hábito que puede cultivarse. Agradecer por
lo que sí tenemos y nos hace felices, cambia completamente nuestro
panorama, pues dejamos de ver por un momento lo que no tenemos.
Si
tenemos el tiempo suficiente para añorar las cosas que harían
nuestra vida mejor, quiere decir que nuestras vidas no están del
todo saturadas de actividades que nos quitan la oportunidad de
reflexionar, que no estamos tan cansados como para imaginar que
podríamos ser o tener algo más.
En las vidas de
todos nosotros hay, al menos, un aspecto que funciona “casi a la
perfección”. Por lo tanto, es al que le dedicamos menos atención.
Empecemos por reconocerlo, agradecer por él y continuemos con todo
lo demás que sí tenemos. Al final nos sentiremos más felices
y comenzaremos
a dirigirnos al lugar que merecemos, o incluso, a darnos cuenta de
que el sitio en donde ya estamos es nuestro lugar ideal.
Paula
Aroca 
No hay comentarios:
Publicar un comentario