Entre
una vida simple y otra llena de complicaciones, ¿qué elegirías?
Seguramente la primera opción, ¿no es cierto? Con cierto idealismo
muchos pensamos en una existencia tranquila, pacífica, serena,
opuesta del todo a esas preocupaciones y ajetreos que lamentablemente
abundan en nuestra realidad cotidiana.
Pero
si decimos querer una vida sencilla, ¿por qué no la tenemos? La
respuesta más común a esta pregunta suele ser una enumeración un
tanto agobiante de elementos que estamos habituados a considerar
“necesarios” para la vida pero que, paradójicamente, en muchos
casos son también una fuente enorme de complicaciones. El trabajo,
una relación de pareja y en general las relaciones personales, la
alimentación, la salud del cuerpo… Todo ello parece ser
indispensable para la existencia, ¿pero no sucede también que en la
vida de muchas personas esto es, al mismo tiempo, una causa de
conflictos?
En
buena medida, la contradicción se encuentra entre lo que
consideramos necesario en la vida y la manera singular en que dicha
necesidad toma forma en nuestra propia existencia. Del trabajo, por
ejemplo, se dirá que es necesario porque reporta el dinero que a su
vez también consideramos necesario. ¿Pero hemos reflexionado
seriamente sobre dicha condición de necesidad? El trabajo es
necesario, ¿pero es necesario también que sea un trabajo que nos
genere algún tipo de malestar? El dinero es necesario, ¿pero dicha
necesidad la reconducimos conscientemente en aquello que sí
necesitamos en nuestra vida?
En
el ánimo de fomentar esta toma de conciencia frente a lo necesario y
lo sencillo, compartimos a continuación cinco acciones orientadas a
hacer más simple tu vida. La idea general es que cada día puedas
practicarlas todas, tanto como te sea posible, hasta volverlas
hábitos de existencia.
Una
cosa a la vez
Si
bien en nuestra época el multitasking se considera una habilidad
preciada, su efecto en nuestra atención es evidentemente nocivo,
pues nos lleva a un estado de confusión general que se extiende a
todos los ámbitos de nuestra vida. Empezamos una tarea y la dejamos
a la mitad porque iniciamos otra, que a su vez queda inconclusa por
causa de una tercera. ¿Cómo podemos distinguir lo importante en
nuestra vida si nuestra propia atención se encuentra fragmentada?
Aprende
a no hacer
Pascal
escribió alguna vez que todos los infortunios del ser humano se
derivan del hecho de no poder quedarse a solas y tranquilo en una
habitación. Por otro lado, un proverbio zen dice: “Sentado, sin
hacer nada, la primavera llega y la hierba crece por sí sola”. ¿A
qué se refieren estas dos ideas? En breve, a la noción del no
hacer. La mayoría de nosotros sabe hacer y de hecho estamos haciendo
todo el tiempo, pero estamos poco sensibilizados al no hacer. En un
momento “vacío”, por ejemplo, mientras esperamos a un amigo con
quien vamos a vernos, ¿cuántos de nosotros no empleamos esos
minutos en revisar por enésima vez nuestras redes sociales? ¿Por
qué no podemos simplemente estar? Esa sed insaciable de estar
siempre ocupados, siempre haciendo, también es una especie de
acumulación que realizamos inconscientemente y que en algún momento
se descontrola y se vuelve problemática.
Limpia
un espacio personal
El
escritorio, el clóset, la despensa, tu habitación… ¿Te has dado
cuenta de todas las cosas que has ido acumulando sin notarlo? Intenta
fijarte el compromiso de limpiar cada día alguno de esos lugares. No
tiene que ser una limpieza épica que te tome muchas horas. Basta con
que te tomes algunos minutos para, por ejemplo, ordenar tu espacio de
trabajo, quizá sacar de tu ropero las dos o tres prendas que no has
usado en años u ordenar ese cajón lleno de facturas en tu
escritorio.
Practica
la conciencia plena en compañía de otros
Cuando
estés con alguien, intenta realmente estar. Esto, que parece obvio y
hasta un poco redundante es, curiosamente, una tarea ardua. Y no es
sólo que ahora sea tan común que al estar en compañía de una o
más personas llegue el momento en que el teléfono portátil sale
del bolsillo y la convivencia empieza a simularse. Ahí, en efecto,
dejamos de estar con esa persona. De entrada, procura no distraerte
de esa manera y, en cambio, mira a la persona que tienes enfrente,
escúchala, intenta entender lo que dice.
Pero,
decíamos, eso no es todo. La verdadera atención hacia el otro se
logra cuando verdaderamente vemos en la persona con quien estamos a
alguien enteramente distinto, un otro radical, con su propia historia
de vida, sus ideas, sus prejuicios, sus temores, etc., todo lo cual,
por decirlo de alguna manera, no tiene que ver nada contigo. ¿Qué
significa esto? En parte, que en nuestro trato con los demás dicha
falta de atención se deriva en al menos dos acciones inconscientes
que suelen ser fuente de problemas: el juicio y la reacción. Cuando
juzgamos lo que otra persona dice, no la estamos escuchando, sino que
estamos escuchando la voz de nuestro juicio. Por otro lado, cuando
reaccionamos inconscientemente a lo que otra persona dice, también
hemos dejado de escucharla y más bien tenemos la atención puesta en
nuestros propios patrones de pensamiento.
¿Cuántas
conflictos no se han derivado por una frase dicha en medio de una
conversación que más que expresión de nuestra escucha, fue
producto de nuestros prejuicios? ¿Cuántos problemas no se evitarían
si, por ejemplo, dejáramos de querer responder a las expectativas de
otros?
Al
estar plenamente con los otros –sin juzgar y en la práctica de la
no-reacción– lograrás navegar la corriente de la sociabilidad
cotidiana sin ahogarte ni dejarte arrastrar, y en su transcurso
aprenderás una o dos cosas de ti mismo.
Aprende
a distinguir aquello que sí quieres
¿Cuántas
veces, en medio un problema, no has pensado en lo sencillo que habría
sido evitarlo? ¿Cuántas de las cosas que haces, como Bartleby,
“preferirías no hacerlas”? El camino del deseo personal no
siempre es sencillo, pues parafraseando a Cummings, es una proeza ser
uno mismo en un mundo que se esfuerza porque seamos siempre alguien
más. No obstante, para llevar una vida sencilla es imprescindible
conocer tu propio deseo y saber navegar en sus aguas. Si puedes mirar
con claridad aquello que sí quieres en tu vida, al mismo tiempo
distinguirás otros elementos que están ocupando espacio en tu
existencia y a los cuales también dedicas tiempo, energía, recursos
y atención.
Tu
vida no cambiará de un día a otro a través de estas acciones, pero
quizá sí paulatinamente. El propósito general de este breve manual
es que te des cuenta poco a poco qué consideras “necesario”
ahora en tu vida y por qué motivos, para que así tomes conciencia
de dicha necesidad. Quizá con el paso de los días otorgues otro
valor a dicha palabra y mucho de lo que hoy crees imprescindible para
vivir, mañana simplemente lo habrás dejado en el camino.
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