NO ME OFENDO
Es
mi responsabilidad. Aunque a veces tenga ganas de gritar y decirle a
más de uno cuatro cosas que no son bonitas y que no me hacen una
persona mejor… Soy responsable de si me dejo herir por sus palabras
y de si me dejo ofender por su forma de mirarme. Eso no significa que
no miren o no digan cosas que no son agradables ni que no tengan que
asumir las consecuencias de ir por la vida juzgando y tratando a los
demás como no merecen… Y que paguen sus deudas. Allá ellos y su
conciencia, eso no forma parte de mi camino. La puerta que tengo que
abrir no es la suya sino la mía. Mirar dentro y descubrir por qué
me duele, por qué me molesta, por qué dejo que la opinión de otros
haga mella en mi actitud, en mi motivación y mi modo de ver la vida…
Por qué dejo que me sus palabras me arañen y sus miradas me
transformen…
Y
voy a ir más allá. Qué
dice de mí lo que ellos dicen de mí. Qué
hay en mi sombra que resuena cuando llaman a su puerta para que yo me
ponga guerrera y se me erice el vello, para que me sienta
cuestionada. Tal vez sus ofensas sean una oportunidad para descubrir
que mi reino controlado tiene fugas, tal vez sean una señal para que
me de cuenta que no puedo controlarlo todo y de que voy a tener que
soltar esa necesidad y ese dolor… Que voy a tener que borrar esa
expectativa que tanto me zarandea y llena de desasosiego. Esto
que pasa quizás sea para que sepa que me creo algo de lo que dicen
cuando quieren herirme y tengo que comprenderlo, soltarlo, borrarlo
de mi vida… Darme cuenta que la única persona que le da crédito
soy yo, que yo lanzo el combustible a la hoguera y ellos sólo se
ocupan de traer las cerillas.
Insisto, la
razón por la que vienen a mí para encender fuegos ahora no importa,
esto es un trabajo con uno mismo, personal, intransferible, imposible
de delegar en alma ajena. Sé que si no lo hago hoy, ahí se queda,
esperando a que otra persona o situación vuelva a mí y la historia
se repita, porque siempre se repite… Hasta el infinito, hasta que
comprenda que la que se apunta con el dedo soy yo y los demás sólo
me ayudan a darme cuenta. Cuanto antes lo solucione, cuanto
antes saque de mí esa mirada que me juzga sin compasión, antes
callarán, antes callaré mis reproches…
Ellos
están ahí para que yo me conozca y me dé cuenta que todavía no me
amo suficiente. Para que advierta que no confío en mí como merezco
y que cuando me presionan todavía hay en mí alguien un poco
resentido y rabioso que quiere responder con la misma violencia… Y
no pasa nada, saberlo es comprender y aceptarlo es dar el paso para
poder soltar esa rabia. Para
decidir que cuando estás en paz contigo no importa que fuera se
libre la más dura de las batallas porque eso no perturba tu calma… Y
eso no significa no hacer nada o quedarse a esperar el golpe,
significa saber cuál es tu centro y qué líneas no estás dispuesto
a pisar pase lo que pase. Saber que no te vas a tragar el dolor ni la
mentira y que por más que te digan tú sabes quién eres y lo que
hay en ti no se vende, no se arrastra, no se desgasta por más que
otros intenten socavar tu autoestima.
A
través de sus palabras te curas para poder vivir a pesar de sus
palabras.
Los que te atacan te dan el antídoto para que sus ataques no te
duelan y al final dejen de existir porque cuándo descubran que ya no
te afectan ni te duelen, te dejarán en paz… Porque cuando hayas
aprendido a soltar la necesidad de ser aceptado por todos, cuando
hayas hurgado en tus entrañas y hayas visto tu sombra y comprendido
lo que aún no eres capaz de decirte a la cara, no hará falta que
venga nadie más a destapar tus debilidades… Cuando descubrimos que
en realidad esas debilidades son fortalezas, no solamente dejan de
usarlas los demás para golpearnos con ellas sino que nosotros
empezamos a utilizarlas como catapulta para crecer, evolucionar, para
alcanzar nuestras metas…
Al
final, el
que te grita tus miedos a la cara te regala la oportunidad de
conocerlos, asumirlos, enfrentarte a ellos y cerrar la puerta. El
que te restriega tus defectos te concede el privilegio de comprender
que en realidad son puntos de apoyo, pedazos de ti que asumir y
abrazar para fortalecer tus grandes dones… El que te dice en voz
alta lo que callas, lo que tú crees que eres y no te atreves a
reconocer te ofrece en bandeja la posibilidad de dejar de ocultarte
tras una máscara para descubrirte a ti mismo y mostrar al mundo tu
verdad.. Sin tener que aparentar y esconder, sin tener de demostrar
nunca más, sin avergonzarte ni falsear nada en ti puesto que eso que
te parece tan terrible es en realidad una herramienta maravillosa
para alcanzar tu paz, tu meta, tu destino…
Si
dejas de creer que no vales nada, nadie podrá hacerte creer que no
vales nada…
Si
dejas de pensar que mereces ser ofendido, nada que nadie diga podrá
ofenderte…
Las ofensas
llegan para que notemos que todavía no nos queremos suficiente, no
nos aceptamos suficiente, no nos conocemos suficiente… Si no te
ofendes cuando alguien te dice algo con ánimo de hacerte daño es
porque ya hace tiempo que tú dejaste de decírtelo por dentro, y esa
persona te usa para tapar su dolor, para no tener que mirar en su
interior y descubrir que es el cazador cazado, el monstruo del que
huye, el fantasma que ve en el espejo en el que teme mirar para no
ver su reflejo. Porque actúa asustadizo viendo su sombra y buscando
coartadas para pensar que es la de otro.
Si
no sacas a la luz lo que te asusta mostrar, nunca puedes usarlo para
crecer…
Si
no reconoces tu dolor, no podrás convertirlo en belleza.
Si
no miras qué hay dentro, nunca podrás mirar fuera sin dolor.
Las ofensas que
creemos recibir son a veces la forma en que la vida nos pone delante
la oportunidad de borrar, de perdonar y perdonarnos, de curar
nuestros miedos y hacer las paces con nosotros…Son un espejo de
todo lo que llevamos todavía bajo la piel y nos quema por dentro y
supura por nuestras costuras y espera que sepamos soltar para
eliminar ese sufrimiento, para que aprendamos a ponernos de nuestra
parte… Y es algo entre tú y tú mismo… Los demás tienen su
camino. Que se preocupen ellos de descubrir su sombra y su oscuridad
y saber por qué van por la vida cómo van… Por eso lo que importa
es dejar de mirarles y de sentirnos pequeños ante ellos y centrar la
atención en nosotros para descubrir qué podemos hacer y comprender.
Y asumir que tenemos el poder de hacer de nuestra vida una
experiencia maravillosa… No hay nada ahí afuera que te perturbe si
no está en ti esperando liberarse…
Nada
te ofende si tú no te ofendes, si no llevas dentro una ofensa
pendiente guardada esperando salir a la luz pero que ahogas porque no
te sientes preparado para asumir… Nada significa nada si tu dolor
no le da significado…
Mercè Roura
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