La
vida es sencilla, basta con hacer lo que tienes que hacer, no es
fácil hacer la transición de ser adolescente a ser aprendiz de
adulto.
Lo
que tiene de importante e interesante convertirse en adulto no es
poder beber, dejar de pedir permiso a tus padres para salir de casa
o comprarte un coche. Lo verdaderamente interesante es ser capaces
de transformarnos en los dueños de nuestras vidas, en los
responsables de nuestras decisiones y de nuestras acciones.
De alguna
forma, ser adulto no es otra cosa que escuchar el despertador,
ignorar el deseo de seguir durmiendo y ponerse en pie de un salto
para empezar a hacer las cosas que hay que hacer. Sin excusas. ¿Y
cuáles son las cosas que hay que hacer?
Las
que te hacen feliz, las que crean amor y las que mejoran el mundo.
Para muchas
personas estas tres tareas no tienen conexión, y nadie tiene la
certeza absoluta para decirte la felicidad o el amor por el que
debes esforzarte. PERO SER FELIZ —al igual que amar—
es mucho más que una decisión personal, es un acto de
responsabilidad social.
Y tiene
sentido. Porque cuando no somos felices es cuando aflora lo peor de
nosotros. Cuando nos volvemos egoístas, despiadados e insensibles.
Y esto sucede porque no desplegamos las alas de nuestra capacidad de
amar e incluso nos olvidamos de preguntar a quien siempre estuvo a
nuestro lado «Oye, ¿y tú cómo estás?»
Nada hay
desconectado. Ni el humor, ni la amabilidad ni el respeto a que
otros sean quienes son o dibujen su camino.
Recuerdo
que hace muchos años, reflexionaba sobre porque me decían lo que
me decían: ¿Qué problema tienen algunos en que persiga mis
sueños? ¿Por qué razón, y por loco que parezca, no se dedican a
celebrar el milagro de ver a un joven construyendo su destino?
La
respuesta tardó en llegar y vino en forma de mensaje intuitivo, que
decía: viniste a un mundo en el que hubo quien no se preocupó lo
suficiente por ensanchar su corazón. En el que, señalando a su
pasado, a un contexto o a un suceso desafortunado no reunieron las
fuerzas para —sin aspirar aún a la cima— dar el pasito que sí
podían.
Un mundo que
muchas veces no supo entender que no solo se trataba de ellos, sino
de los demás, y que la felicidad de uno, por pequeña que sea,
siempre contribuye a la riqueza de todos.
Por
desgracia hoy en pleno siglo xxi, sigue ocurriendo lo mismo, se
sigue criticando al que es capaz de salir de lo establecido para
perderse en lo desconocido y encontrar su camino, se sigue
criticando por aquellos que son incapaces de salir del rebaño y no
les gusta ver que alguien lo hace, porque les demuestra que es
posible y les deja sin disculpas.
No
lo olvides… NO SOLO ERES FELIZ PARA TI.
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