AGENDA TU VIDA
Al contrario de
lo que les pasa a muchas personas, me gusta este mes… Septiembre me
sosiega. Tengo la sensación de que todo vuelve a su sitio, de que se
equilibra, de que toma forma y cobra sentido… Es como si durante
unos días fuéramos todos capaces de encontrar magia en la rutina y
conservar la esperanza de que todo pueda cambiar sin virar de rumbo.
Recuerdo
cuando era niña el olor a libreta nueva, a goma de borrar, los
lápices con puntas perfectas en el estuche. Siempre pensaba que ese
curso podría, que me iba a desatar y mostrar como lo que realmente
era, que la vida me iba a mostrar mil oportunidades para poder
brillar.
Todo
estaba por empezar, todo era nuevo, en el aire flotaba la sensación
de nueva oportunidad, de volver a la rutina con energía renovada y
que eso nos convirtiera en personas capaces de cambiar esa rutina.
Siempre llega esta época y pienso “esta vez lo haré bien”. Eso
lo sentimos siempre que haces parón y luego volvemos a “esa vida
gris”. Tal vez porque la solución está en decidir que no sea
gris, que no nos concentremos en vivir con intensidad solo unos días
y seamos autómatas el resto del año. En convertir cada día en un
día especial y encontrarle algo mágico… En no dejar ese vestido
colgado en la percha del armario esperando ocasión especial y ser
capaz de ponérselo un lunes o descorchar esa botella de vino para
tomar una copa en la cena del martes, porque sí, porque cada día
tiene algo diferente.
Nos
llenamos la agenda hasta los topes para luego contemplarnos reventar
de ansiedad creyendo que no podemos evitarlo. Somos nuestros propios
verdugos a veces y miramos al mundo buscando culpables por lo que en
realidad nos hacemos nosotros…
Tal
vez, la solución pasa por dejarnos espacio y tiempo para nosotros,
mimándonos un poco cada día y dejar de obsesionarnos con ser
felices sólo los fines de semana. Guardar momentos para la risa.
Hacer esas cosas que te hacen feliz cada día y encontrar la forma
que lo que haces cada día te haga feliz. Ya sé que en ocasiones es
complicado porque hay situaciones duras, pero a veces basta con parar
un momento y respirar, sentir, caminar un rato y posar la mirada en
algo distinto a lo habitual para que surja algo nuevo…
Creo
que gran parte de nuestro problema es que no hemos aprendido a mirar
y sólo tragamos imágenes igual que tragamos vida sin sentirla ni
notarla. No inspiramos hondo, no sentimos nuestras emociones ni
dejamos que la vida nos sorprenda. No
tenemos un momento libre para que pase lo que está esperando turno
para pasar… Y
los días se comen la cola unos a otros, en sucesión… Devoramos
nuestra vida como quién come rancho y luego se lamenta de que no
tienen sabor ni color.
Voy a
intentarlo de veras. He vaciado mi agenda de “pongos” y
distracciones absurdas y la he llenado de pequeñas locuras
pendientes en mi vida. He quitado los imanes de tragedias y quejas
varias y me he agendado un rato con mis emociones y miedos, para
saber qué me cuentan de lo que no me atrevo a sentir ni a afrontar.
Los lunes tengo una cita ineludible (si se tercia) con mi rabia,
porque cuando no la escucho se enfada y se pone grande y frondosa. Y
los jueves voy a salir de copas con mis sueños, he pensado en
revisarlos uno a uno por si se han quedado rancios y ya no me sirven
o por si están demasiado olvidados y tengo que darles magia…
Me
he apuntado a clases de mí misma, porque me queda mucho por aprender
y conocer todavía. Me
he reservado espacio para lo bueno, para lo hermoso, para lo triste y
necesario, para las personas a las que amo y para conversaciones
largas con aquellas personas que guardan muchas palabras para mí…
No quiero perderme ni una.
He
borrado el apartado de “deberías” y exigencias máximas y lo he
sustituido por otro que se llama “paseos sin rumbo” para
descubrir a dónde me lleva la vida sin expectativas y aprender a
cultivar mi paciencia infinita.
Tengo ya
una lista de libros que quiero degustar con ganas y muchas canciones
que tengo que volver a escuchar cien veces porque todavía no las he
disfrutado suficiente.
Me he
dejado espacio para crecer, porque cuando no te dejas margen te
quedas pequeño… Y he destinado también un buen rato para hacer
nada, absolutamente nada, sabiendo que voy a llenarlo de vida y
sensaciones y descubrir que tal vez sea uno de los momentos más
productivos del día.
Y
quiero dormir, descansar, dejar de tener prisa para todo y poder
detenerme en las cosas más pequeñas para redescubrirlas. Quiero
poder llorar si necesito llorar sin hacerlo con prisa…
Me
he dejado tiempo para mirar sin juzgar ni temer lo que llega a mi
vida. Me he agendado la necesidad de aceptar las cosas como son y me
he destinado ratos de aburrimiento, a ver si así se me ocurren
nuevas ideas y encuentro tesoros ocultos en las tazas de café. Me
he dejado espacio en la agenda también para equivocarme y dejar de
culparme por ello, para perdonarme cada día y dar gracias por todo
lo que me rodea y todo lo que vivo…
Y
lo mejor de todo, sin duda, es que me voy a dar permiso para cambiar
todo esto si me agobio, si me cansa, si me aturde, si me doy cuenta
de que ya no me llena… Porque también me he dejado espacio para
permitirme ser flexible y compasiva conmigo misma. Estoy convencida
de que todos estos pequeños momentos en los que me dejo tiempo para
mí y mis necesidades son la mejor forma de amarme. Hay
que agendarse la vida porque si no a veces se nos escapa y se pierde
mientras nos dedicamos a lo que realmente no importa.
Mercè Roura
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