Yo
también, a veces me siento pequeña y cansada. Me falta un poco el
aire y las ganas de dar ese paso más que te acerca a lo que buscas.
A
veces, yo también llego a casa y no tengo ganas de nada pero tengo
que hacer mucho y no sé cómo e intento no pensar y no parar.
A
veces, yo también quiero bajar de mi vida y esperar a ver si pasa
otra con mejores vistas y me subo, pero luego miro los ojos de mi
hija y me doy cuenta que tengo la mejor de todas la vidas posibles.
No
pasa nada… No es el fin ni el principio. Permítete, escúchate,
siente este momento y descubre que no te arrastra.
A
veces, yo también lloro sin comprender por qué y me regaño porque
no me entiendo. Y ando por ahí sin ser mi mejor versión ni
perseguir ningún sueño porque con tenerme en pie en ese momento me
basta…
A
veces, yo también me pierdo en las baldosas en un patio esperando
que se empiecen a mover y me hagan un espectáculo como hacían
cuando era niña las de mi patio de casa, que era particular y cuando
llovía se mojaba…
A
veces, yo también me descoloco cuando no puedo más y veo que otras
personas lo pueden todo o eso parece. Y tengo ganas de que me den una
moratoria de un par de días o de cien años para poder parar y darme
cuenta de qué falla. ¿Te pasa?
No lo
evites, vívelo y nota que no te invade, que no eres tú, que no es
obligatorio que eso determine tu vida y tus pasos.
Sumérgete
en lo que sientes y vuelve a salir. Deja que te toque lo que temes y
descubre que no eres lo que estabas evitando.
Podemos
hundirnos y no pasa nada.
Esto no es una carrera. No hace falta sonreír siempre, es más, es
absolutamente necesario estar tristes y abrazar tu tristeza. Es
absolutamente necesario romper platos y perderse un rato para luego
encontrarse… Es absolutamente necesario renunciar a lo que no
llegas y decidir qué quieres y qué no en tu vida. Es
maravilloso soltar para dejar de cargar el peso y luego decidir si
queremos cargarlo o no…
Esto
es sólo un ejercicio de consciencia, de notar, se sentir, de
comprender que estás y que eres, de darse cuenta para poder
encontrar el camino… Y lo encontraremos seguro, solos o con ayuda,
porque nos levantaremos y volveremos siempre a nosotros mismos pero
al regresar seremos más sabios.
Podemos
caernos y no pasa nada, lo único indispensable es no construirnos
una casa en ese lodo ni creernos que pertenecemos a ese lugar porque
en realidad es algo pasajero…
A
veces, yo también digo que sí cuando quiero decir que no y luego me
siento incómoda, pero lo hago porque me han educado para asumir esa
incomodidad a cambio de no llevar a la culpa ficticia por haber dicho
que no… A veces, me rebajo porque no me acuerdo de que merezco lo
mejor y trago sapos para no quedar mal y que me reprochen… Sí, lo
hago… Porque como me siento culpable de no ser perfecta, a veces,
siento que tengo que pagar un peaje todavía y sufrir un poco para
expiar mi culpa… Lo sé, qué mal suena, pero digamos las cosas por
su nombre porque así podremos aceptar que pasan, comprenderlas y
empezar a soltarlas y no depender de ellas…
Yo
también creo que habrá un día en el que llegará la magia a mi
vida pero lo voy postergando porque todavía no me siento digna de
ella… ¿Lo haces tú también?
Pues
no pasa nada… Dejemos de reprochárnoslo porque ya somos
conscientes y nos hemos dado cuenta y eso le da sentido a todo. Ahora
que sabemos que podemos fallar y no es sólo inevitable sino
saludable y necesario vamos a mirarnos a la cara con las cuentas
saldadas. Y
descubrir que no había cuentas que saldar sino amor que todavía no
nos habíamos dado, valor que no sabíamos ver en nosotros.
Y
eso tal vez haga que ya no se nos pasa por la cabeza querer ser otros
y envidiar otras vidas y aprendamos a darnos espacio y tiempo para
respirar. Tal vez eso haga que comprendamos que ya somos perfectos en
nuestra imperfección necesaria y podamos observar nuestra angustia
desde fuera para descubrir que no somos lo que ella es… Y observar
nuestros pensamientos más tristes sin que nos engullan en esa
espiral de dolor y sufrimiento que nos arrastra siempre pensando que
no hay esperanza. Y descubrir que no somos lo que pensamos y que
podemos cambiar lo que nos da la gana.
Tal
vez eso haga que nos demos cuenta que estamos cansados porque
gastamos mucha energía intentando parecer y culpándonos de todo,
pensando demasiado lo que debería y no disfrutando lo que es. Y no
llegaríamos a casa tan agotados …
Tal
vez eso nos haga recapacitar y darnos cuenta de una vez por todas que
la felicidad no es un chute de nada sino coherencia pura y paz
interior… La paz de saber que estamos de nuestra parte y vamos a
respetarnos pase lo que pase.
Tal
vez eso hará que las baldosas se ponga a bailar de nuevo en el patio
de mi casa y me dé cuenta que siempre estuvieron haciendo un
espectáculo pero yo no lo podía ver porque no me permitía sentir.
Siente
lo que eres ahora, sea lo que sea, no pasa nada. Vive este instante
aunque haga frío o sea incómodo. Todo pasa.
Di
que no quieres, que no te apetece, que no va contigo a ver qué pasa.
Y
si no lo haces, no te reproches porque
a veces nos ahogamos con la venda que ponemos a la herida y muchas
heridas se secan al aire.
No
eres lo que eres ahora, eres más grande y muy capaz. Puedes caer,
llorar, fallar, perderte, sentirte absurdo… No dejes de respetarte
por ello. Esto no es más que un momento que pasa. Y mereces parar
mil veces para comprender y conocer qué hay en ti, para tomar
impulso o para hacer nada y hacerlo todo al mismo tiempo…
Yo
también a veces me cuento historias tristes y me las creo… Y no
pasa nada, porque sé que forman parte de una gran historia que
seguro que acaba bien… La mejor historia jamás vivida y contada,
la mía. Y tú tienes la tuya…
Mercè
Roura
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