Vivimos
en un momento en el que los cambios a todos los niveles, se suceden
a gran velocidad, bajo una crisis económica y en medio de una gran
crisis de valores humanos.
Son
momentos en los que da la impresión que como humanidad hemos
perdido el rumbo, no sabemos a dónde ir, ni a donde vamos a llegar,
todo son prisas sin saber muy bien para que, lo que genera un
estrés y una gran inseguridad por lo que evidentemente bajo
estas condiciones es muy difícil ser coherente y más difícil aun,
poner coherencia en nuestras vidas. Así que vamos a empezar por
definir que es “la coherencia” y qué ser coherente. Porque para
poder aplicar algo a nuestra vida lo primero que debemos saber es
que es.
La
coherencia es la capacidad de conectar muchos elementos para llegar
a establecer un movimiento armónico con todas las partes
relacionadas.
Cada uno de nosotros está en un
momento distinto de nuestra evolución, pero todos estamos en el
estadio de crisálida, preparándonos para abandonar el sueño de
las apariencias y despertar a la verdad de lo trascendente.
Encontrar el sentido de por qué estamos juntos en este tiempo y en
este espacio pasa por ser coherente con nosotros mismos y con los
demás.
1.- Ser coherente consigo mismo es
saber en qué momento estoy y aceptar que mi momento no tiene por
qué coincidir con el de los otros, ni tan siquiera con el de la
pareja.
2.- Ser coherente es saber aceptar
que el medio en el que me desenvuelvo es el entorno que me sirve de
espejo para verme y al que yo sirvo para su transformación,
mientras me transformo.
3.- Ser coherente es aceptar los
pasos que cada día me muestran mis capacidades y mis limitaciones,
mientras valoro las capacidades y las limitaciones que poseen el
entorno y cada uno de los seres humanos que lo integran.
4.- Ser coherente es convertir las
“limitaciones” en oportunidades y no intentar que la evolución
de la realidad que se derive de nuestras acciones acabe en unos
objetivos previstos de antemano. Las realidades nuevas, que de
aquellas acciones surjan, no pueden ser interpretadas a partir de un
modelo concebido previamente, están llamadas a colocarnos en nuevas
perspectivas. Abrirse a nuevas lecturas de cualquier realidad o
experiencia requiere el entusiasmo de los niños o el de los
inocentes.
5.- Ser coherente es asumir que la
propia naturaleza de la evolución humana tiene como recurso
principal la relación con los miembros de la especie y con el
entorno que nos acoge. Con todos los miembros y con todos los
entornos en los que la vida nos ha colocado.
6.- Ser coherente es no esperar a ser
comprendido en nuestras circunstancias, mientras no nos asumimos o
no nos reconocemos como individualidades únicas en proceso de
transformación, navegando en un mar de incertidumbres,
permanentemente ideando estrategias para ajustarnos a los vaivenes
del movimiento de la vida.
7.- Ser coherente es cuidar con
amorosa dedicación y respeto nuestras circunstancias; ellas son las
semillas de nuestro florecimiento. Mientras, paralelamente,
desarrollamos nuestro respeto y empatía por las circunstancias de
los demás que, también, son el germen de nuevas y particulares
primaveras.
8.- Ser coherente es desarrollar la
capacidad de hacerse cómplice con los demás y con el juego de la
Vida. Un juego que se esconde tras la apariencia de los retos y de
los conflictos humanos, para que descubramos las leyes de la
Creación y las apliquemos con el corazón.
9.- Ser coherente, por último, es
saber que soy un ser espiritual en proceso hacia una mayor
consciencia, aceptando la soledad individual y sintiéndome
solidario con aquellos y aquellas que no pueden mirar dicho proceso
evolutivo por el miedo y el vértigo que les produce.
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