EN
   UN RINCÓN DE LA SOLEDAD
Una
 incertidumbre se apodera de tu pecho
 a la par
 que una sensación de
 vulnerabilidad
 invade tu cuerpo
 haciéndote
 sentir pequeño,
 muy
 pequeño...
 miras a
 tu alrededor
 y
 adviertes que estas en otra parte del mundo.
 No
 acabas de llegar pero
 es en
 este instante cuando 
 te
 percatas pues la euforia inicial ya se desvaneció,
 las
 gentes son diferentes
 y la
 lengua es un jeroglífico musical
 acompañado
 de sonrisas y gestos.
 Caminas
 por calles de una cultura
 y lugar
 que no conoces,
 y a
 pesar de que tus labios llevan
 mucho
 rato sellados
 la voz
 de tu mente te acompaña
 incesantemente...
 ¿El
 aire es diferente
 o es esa
 sensación de tu pecho 
 que nos
 se marcha?
 Se
 marcha... 
 pasan
 los días y el aire ya no pesa,
 no te
 extrañas por escucharte a ti mismo,
 observas,
 observas
 todo percatándote 
 de
 pequeñas cosas que antes 
 apenas
 despertaban tu interés,
 y te
 sorprendes de la belleza de la vida en sí.
 El mundo
 gira igual de rápido mientras
 tú
 estas en la otra parte del mundo,
 todos
 tus amigos, familiares,
 y
 conocidos continúan
 con su
 vida exactamente igual
 y
 comprendes en esta preciosa soledad
 en medio
 de un paisaje selvático,
 acomodado
 en un tronco
 a
 orillas de un río
 y con
 una tenue música producida 
 por el
 agua y los pájaros del lugar,
 que no
 eres tan importante,
 que nada
 ni nadie es tan importante,
 que los
 problemas son más pequeños
 de lo
 que nos imaginamos
 y las
 alegrías inmensamente más grandes,
 que
 luchar por un sueño siempre merece la pena,
 que las
 caídas y heridas ya no duelen tanto
 y las
 lecciones han sido más que necesarias,
 que el
 tiempo que pasas con la gente que amas
 es el
 mayor regalo que puedes
 y te
 pueden hacer,
 por eso
 disfruta de cada sonrisa,
 ríe a
 carcajadas,
 llora de
 emoción sin que te importe
 que
 nadie te juzgue,
 abraza
 fuerte, muy muy fuerte
 a la par
 que cierras los ojos
 y
 sueltas el aire...
 perdona
 a los que te hirieron
 y
 perdónate a ti mismo,
 en
 definitiva aprende a vivir
 este
 suspiro que llamamos vida
 ¿o era
 tiempo?
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 La
 soledad es ese maestro,
 que
 con el tiempo aprendemos a apreciar en lugar de temer,
 y nos
 enseña lo que fuimos, somos y seremos.

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