El miedo a ser feliz es un obstáculo para el bienestar, un autosabotaje fruto de un cúmulo de experiencias negativas.
Determinadas
fobias, como las que estimulan las arañas o las alturas, son
bastante habituales. Lo que no es tan frecuente, y parece menos
lógico, es encontrar a alguien con miedo a ser feliz. Esta
“repulsión” por la felicidad, entendida como alegría y
disfrute, puede suponer un
obstáculo para el bienestar, y como consecuencia, para la salud.
Esta
fobia a la felicidad puede tener orígenes muy distintos que pueden
ir desde una educación demasiado estricta, pasar por la acumulación
de muchas responsabilidades o nacer de una soledad no
deseada que nos ahoga. A continuación, te damos algunas
estrategias para darle la vuelta a esta situación.
¿Cómo
dejar de autosabotearnos?
1.
Identificar los hábitos autodestructivos
En
primer lugar, lo mejor será identificar
todos aquellos hábitos que tienen un carácter autodestructivo,
ya sea porque forman parte de nuestra rutina o porque hemos
participado de ellos excepcionalmente y han dejado una huella
profunda en nosotros.
Una
buena idea, cuando sintamos culpabilidad u otra sensación que nos
abrume, es tomar nota de la situación que la ha estimulado. De esta
forma, podremos
volver a ese momento una vez que haya pasado la bruma y
reformularlo. Una
vez hecho esto, será más difícil que vuelva a estropearnos un
momento agradable.
2.
Pelear contra uno mismo alimenta el miedo
Algunas
personas escapan de la calma como si fuera un tormento. No conciben
una vida sin preocupaciones,
de manera que si no ven ninguna se compran unos prismáticos para
ver más lejos. No
conocen la paz, la tranquilidad, el descanso más allá de las horas
de sueño. Es
como si siempre estuvieran preparando una boda.
En
general hablamos de personas que llevan
al extremo ese lema que reza: “es mejor prevenir que curar”. Así,
compiten de manera constante con la vida por adelantarse a cualquier
peligro, generando otros, ya que su forma de proceder es en el fondo
un ataque sin tregua contra su salud.
3.
Evitar y rechazar los límites
En
ocasiones nos
imponemos límites que son un mero artificio. Uno
de ellos sería el de “no expresar lo que sentimos o pensamos”.
Así, cuando seguimos esta ley que nos hemos autoimpuesto,
dificultamos el hecho de que los demás nos conozcan o nos puedan
ayudar.
Además,
esta falta de expresión emocional no
se refiere solo a las emociones de valencia negativa, como
la tristeza o el enfado. También, en muchas ocasiones y para muchas
personas, las emociones de valencia positiva tienen que respirar
dentro de una camisa de fuerza. Piensan
que dar rienda suelta a su alegría es poco menos que un pecado… con
la cantidad de preocupaciones que les asolan. Esta es precisamente la
idea central de la obra más conocida de Umberto
Eco, El
nombre de la rosa.
4.
Confiar en la felicidad propia
Otro
aspecto importante a tener en cuenta es que la felicidad está
poco relacionada con la justicia. Habrá situaciones para las que no
hayamos acumulado méritos y nos favorecerán frente a otras que nos
darán la espalda pese a haber trabajado fuerte en ellas. Lo
importante en este sentido es disfrutar de lo que nos llegue.
¿Cómo
analizar el miedo a ser feliz?
Una
vez que tomas conciencia de que el miedo a ser feliz no es un
problema real y que puedes ponerle solución, intenta
encontrar el origen de la situación y los elementos que de alguna
manera alimentan tu estado emocional.
Ellos serán tu objetivo.
1.
La terapia es una gran ayuda frente al miedo
Si
sientes que el problema es un agujero del que no consigues salir o te
sientes cada vez peor cuando pasas por un momento de felicidad,
puedes recurrir a un terapeuta profesional que te ayude a analizar
con más objetividad el origen del problema y sus posibles
soluciones. No te sientas avergonzado
por tomar esta vía.
Piensa, ¿también te sientes avergonzado cuando vas al médico?
2.
Apoyarse en la gente a la que se quiere
La
familia y los amigos siempre serán un buen apoyo para solucionar los
problemas, así como para desahogarse, ver con otra perspectiva la
situación y contar con la opinión y el apoyo sincero de la gente
que nos aprecia. Por tanto, compartir
tus sentimientos con amigos
o familiares
puede
ser de gran ayuda para
ver la situación a la que nos enfrentamos desde un punto de vista
diferente.
Además,
el apoyo y comprensión de los demás impedirá que pueda inundarte
un sentimiento de soledad no deseada y por lo tanto ese miedo a ser
feliz. Finalmente, este apoyo tenderá a retroalimentarse. Si pides
ayuda es probable que los demás también te la pidan, dando lugar
a acuerdos que
puedan ser beneficiosos para todos.
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