Comenzamos
el siglo XXI bajo el síndrome del famoso “efecto 2000” que
ocupó páginas y páginas en los medios de comunicación de todo el
mundo sembrando la incertidumbre, la inseguridad y el miedo en la
mente de todos los ciudadanos de la tierra a los que llegaba la
noticia.
Se
presentaba como una gran amenaza para la civilización, con
problemas insalvables cuando los sistemas informáticos de todo el
mundo llegaran a la fecha 00. Las noticias eran alarmantes y, puesto
que todo nuestro mundo estaba organizado y dirigido por ordenadores,
dibujaban un panorama en el que múltiples desgracias se producirían
a partir del momento en el que el reloj marcase el primer minuto del
1 de enero del 2000.
¡Y
pasó ese minuto, y el siguiente, y el siguiente…! Y aquí
seguimos. Pero –como decía antes- aquel episodio marcó una
tendencia que se sigue manteniendo por inercia:
La
sociedad civil sometida a los dictados del miedo, cuya semilla
plantada sigue siendo alimentada y regada por un sistema perverso
que sabe que una persona con miedo es absolutamente manipulable.
Hoy
no hay efecto 2000 pero aquella amenaza ha sido sustituida por
otras: las informaciones sobre el peligro de las tormentas solares
siguen circulando libremente por las autopistas de las redes
sociales… Los más alarmistas plantean un mundo en el que nada va
a funcionar pues las interferencias que las emisiones del Sol
causarán afectarán a los sistemas eléctricos, informáticos y de
comunicación de todo tipo.
Y
cuando hay una tregua en la generación de esas noticias nos llegan
otras sobre bacterias (que algunos aseguran creadas en laboratorios)
que causan enfermedad y muerte además de cuantiosas pérdidas
económicas por las “medidas preventivas” que los gobiernos
ponen en marcha para proteger a la ciudadanía.
O
nos inducen –empleando campañas de información absolutamente
sesgada- a vacunaciones masivas preventivas de males mayores que van
a venir.
Además,
tenemos el telón de fondo que nos muestra diariamente nuevas
imágenes sobre la crisis económica que nos ahoga un poco más que
ayer pero menos que mañana.
Y
por si eso fuera poco las decisiones que toman los gobiernos y las
instituciones, para dar respuesta a todos esos problemas planteados
de forma abierta, nos sumen en una completa incertidumbre,
sorpresa e inseguridad.
Los
gobiernos –sean del signo político que sean- están sometidos a
los intereses del mercado, a la rentabilidad del capital, a la
especulación de los “valores” (que circulan de unas bolsas a
otras buscando más dinero para los inversores). Y por si eso fuese
poco, se inyecta dinero a las entidades financieras para seguir
manteniendo un sistema que está condenado a morir.
Los
servidores públicos (políticos) se han olvidado de que deben
trabajar para la sociedad, que su trabajo y dedicación deben ir
dirigidos a cubrir las necesidades humanas y no a pagar la deuda al
Banco Mundial o al Fondo Monetario Internacional.
CABRÍA
LLEGADO ESTE MOMENTO PREGUNTARNOS ¿HACIA DÓNDE VAMOS?
La
mente humana es –en estos tiempos- especialmente inestable. Se ve
sometida a los vaivenes de las emociones, a las presiones del
exterior, a los retos que se le presentan a la persona –que son de
una naturaleza desconocida- Todos los expertos y analistas de
cualquier sector de la sociedad coinciden en que nos encontramos a
las puertas de un cambio de proporciones inimaginables, tal vez
comparable a la revolución Neolítica.
Los
sistemas políticos, religiosos, económicos, científicos y de toda
índole han hecho crisis y están abocados a una auténtica
revolución. Y el problema es que como nunca se había producido una
situación similar, los protocolos de actuación que se aplicaban
antes ahora no sirven.
Una
mente dominada por el miedo no encuentra salida a las dificultades
cotidianas, no es capaz de generar soluciones, no accede al
potencial creativo que toda persona lleva dentro… una mente
dominada por el miedo sucumbe ante los problemas y entonces el
desánimo, la desesperanza, la falta de confianza y la inseguridad
medran a sus anchas generando somatizaciones que desembocarán en
enfermedades tanto físicas como psicológicas.
Para
eliminar el miedo y alcanzar la estabilidad mental es preciso que el
ser humano encuentre puntos fijos que le sirvan de referencia.
¿Dónde
se pueden encontrar, entonces, esos puntos de referencia?
En
el único lugar posible, es decir en el corazón del ser humano
porque allí se encuentra el programa del espíritu que es
inamovible por definición.
Para
afrontar todos los miedos que aparecen y seguirán apareciendo
ensombreciendo nuestra vida cotidiana es necesario volver la vista
hacia el interior y buscar apoyo en las referencias que se
encuentran en el corazón del ser humano. Y eso se puede hacer en
dos fases:
EL
PRIMER PASO es buscar en el cofre de los valores internos Es
importante, que cada ser humano sea consciente de sus valores, del
marco ético que rige su vida y que va a condicionar su manera de
entender la realidad, sus relaciones y su escala de valores. Y es
que a pesar de todos los condicionantes el ser humano tiene intactos
sus valores intrínsecos: la libertad, la verdad, la justicia, la
paz y el amor. Estos valores sólo se pueden generar desde el
corazón.
EL
SEGUNDO PASO es la identificación de sus recursos internos, de
las capacidades y habilidades que hemos ido acumulando a lo largo de
nuestra experiencia de vida para echar mano de ellos y utilizarlos
para responder a las demandas y retos que se nos presentan.
Cada
vez más personas, en cualquier lugar del mundo, empiezan a demandar
más transparencia y participación en las cuestiones que incumben a
su vida. Piden que su participación cuente y se escuche su voz.
Todas
esas demandas irán en aumento porque la crisis seguirá agravándose
y creciendo y eso hará que una multitud de seres humanos en todo el
mundo no aguanten más y lucharán por un mundo mejor favoreciendo
un reparto justo de los recursos que tenemos, eso sí, serán
movimientos pacíficos que tratarán de revertir el actual estado de
cosas a nivel planetario.
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