Hace
un rato me he releído. Era un post de hace tiempo que hablaba de lo
que es el amor. Al menos hablaba de lo que era el amor para mí por
aquel entonces. Algo que no tiene nada que ver con lo que yo siento
que es el amor ahora. Me he perdido en mis palabras y he sentido la
angustia de vivir el amor sin amor.
Vivir el amor como algo
pendiente, como algo que intentas alcanzar y siempre se escapa…
Como algo que te deja vacío porque nunca llega. Como una meta a la
cuál llegar después de competir o hacer que otra persona se dé
cuenta de que hay algo hermoso en ti, de que vales la pena, de que
entre toda la maraña de caras y voces escoja la tuya… Es imposible
amar así y salir indemne. Es imposible amar con el retrovisor puesto
por si te pillan siendo imperfecto y te retiran el cariño, el
arrumaco, el roce… Es
imposible que el amor que busca la perfección sea amor…
Por
aquel entonces, yo amaba con miedo. Cuando se ama con miedo no se
ama, se quiere, se desea, se busca. El amor verdadero es el que sale
de dentro. El amor que se siente y se expande. El
amor que encuentra a otro ser humano y no le pide que sea de otra
forma ni que se ajuste a una horma ni encaje en un molde establecido…
El amor no surge de la necesidad de sentirse valorado por otro, ni de que otro ser humano te diga lo que tú no te dices… El amor no es que otro vea en ti lo que no ves. Es hacer el camino para verlo y luego compartirlo, extenderlo, vivirlo y contagiar amor…
El amor no surge de la necesidad de sentirse valorado por otro, ni de que otro ser humano te diga lo que tú no te dices… El amor no es que otro vea en ti lo que no ves. Es hacer el camino para verlo y luego compartirlo, extenderlo, vivirlo y contagiar amor…
No
hay amor suficiente en el mundo para llenar un corazón que no se ama
a sí mismo. Por
mil veces que te digan lo hermosa que eres no servirán de nada si
eres incapaz de sentirte hermosa… Por más que te cuenten lo mucho
que vales, nunca sentirás tu valor si no te atreves a hurgar en ti y
sondear tus rincones más oscuros.
Nos
asusta tanto ver la basura que llevamos acumulada en la mochila, las
creencias absurdas, los errores acumulados, los miedos enquistados… Y
sin mirar esa oscuridad es imposible ver la luz y amarse. Y
vamos por la vida buscando a alguien que nos hable con el
cariño con el que nosotros no nos hablamos, que nos cuente quiénes
somos, que nos diga lo que creemos que necesitamos oír… Buscamos
un amor a medida que chille tan alto lo maravillosos que somos para
que no podamos oír nuestra voz interior que pide a gritos que
paremos para vaciar el equipaje porque ya no puede más…
Buscamos
a alguien que nos haga olvidar lo mucho que nos odiamos y detestamos
en realidad, el miedo que nos da mirar en nuestro interior y
reconocer que nos asusta estar solos y tener que enfrentarnos a
nosotros mismos… Buscamos
un amarre en cualquier puerto porque nos asusta demasiado seguir a
mar abierto y no controlar el rumbo porque somos incapaces de llevar
el timón… Porque no confiamos en nuestra capacidad, porque no
conocemos nuestras fortalezas, porque no amamos nuestras debilidades
ni rarezas… Eso es amor sin amor. Amor con miedo. Un
sucedáneo de amor con el que arrastrarse durante cinco minutos o
diez años esperando que una ola gigante te arrastre.
No
hay nadie ahí afuera que nos vaya a hacer olvidar lo que tenemos
pendiente de solucionar dentro de nosotros. Y si lo encontramos, será
un parche que acabará recordándonos todavía más el trabajo
pendiente… Cada día en su cara habrá un gesto de desaprobación
directamente proporcional al desamor que sentimos por nosotros mismos
al sentirnos incapaces de cerrar heridas y aprender lecciones.
Buscamos
amor donde sólo podemos encontrar desesperación, necesidad,
dependencia. Nos ponemos la máscara para que nos amen más y mejor y
luego pedimos que nos amen como si no la lleváramos puesta, como si
fuéramos auténticos.
Yo
vivía el amor como un salvavidas que me evitara entrar en mí,
hurgar en mí y vivir mis miedos pendientes y mi angustia acumulada…
Necesitaba olvidar lo mucho que me disgustaba a mí misma, lo poco
que me aceptaba… Yo vivía el amor con desesperación porque creía
necesitar que otro me diera la autoestima y la confianza que yo era
capaz de construir para mí…
Pensaba
que si alguien me amaba de verdad todo iba a solucionarse… Que
debía ser perfecta y sería amada… Que el amor llegaría como
consecuencia de hacer lo que debía y encontrar mi mejor versión…
Pensaba que el amor de otras personas iba a salvarme de mí misma…
El
amor siempre es el principio de todo lo bueno y lo hermoso que nos
espera cuando lo descubres en ti… El amor es la causa. El amor es
el camino. El amor es el antídoto… Pero el amor verdadero, el amor
real, el amor que surge en ti para ti y que es tan intenso y gigante
que te permite compartir con todos… El amor que no espera nada
porque lo es todo. El amor que no necesita porque trae consigo una
maravillosa paz…
Para
poder amarnos tenemos que sumergirnos en nosotros mismos y ser
capaces de hacer lo que hace un siglo que postergamos, mirar lo que
nunca nos hemos atrevido a mirar y sentir aquello de lo que hemos
estado huyendo siempre…
Sentir
nuestro miedo más intenso y perdernos en él para poder observarlo y
darnos cuenta de que estamos justo donde necesitábamos de verdad
estar… Desnudos ante la vida, vulnerables y a pesar de todo…
Maravillosos. Esa es tu grandeza, comprender que sigues siendo tú en
el peor momento, vivirlo desde la paz, sentir que lo eres todo
incluso cuando no te queda nada… Y en ese momento, surge el amor.
Yo
también viví el amor como si fuera un bálsamo precioso que iba a
cambiar mi vida… Y era cierto, es verdad, por eso pasé siglos
buscándolo ahí afuera, hasta que al atreverme a soltar el equipaje
y vivir el miedo y el dolor pendientes me di cuenta de que ya estaba
en mí…
Y
justo desde ahí, es cuando se ama a otros de verdad, sin
dependencia, sin miedo, sin chantaje, sin necesidad… Sin esperar
que nadie cambie por nosotros, sin esperar cambiar para nadie más
allá de la transformación necesaria que queremos obrar en nosotros
mismos…
No
hay amor ahí afuera comparable al amor que podemos encontrar en
nosotros y compartirlo. En realidad, no hay amor sin ese amor.
Mercè
Roura
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