La valentía tiene muchas formas
Para cuidar de nuestras relaciones no basta solo el afecto. El sentimiento
que no se traduce en acción no sirve, ni llega ni nutre. Necesitamos acciones
valientes y corazones comprometidos, capaces de entender que amar es cuidar y
también, reparar errores.
Dejar ir, saber cerrar etapas, alejarnos de ciertas personas y situaciones
requiere un gran coraje. Sin embargo, también se necesita de una gran
valentía para cuidar, amar, reparar y mantener a quienes amamos a nuestro lado.
No es tarea fácil, es cierto. Porque la artesanía del corazón no admite
improvisaciones; necesita eso sí, de acciones meditadas para ser capaces de dar
siempre lo mejor de nosotros mismos.
Dice un viejo refrán que las personas tropezamos más veces con la lengua
que con los pies. Es una gran verdad, al fin y al cabo, es así
precisamente como acabamos perdiendo a los que queremos, a través del lenguaje
desafortunado y de las palabras jamás pronunciadas, esas que se quedaron
atragantadas por el orgullo o el inexcusable descuido.
El arte de atender las relaciones es de primero de felicidad, pero nadie es
maestro en esta materia y muchas veces,
cometemos tristes errores que lamentamos toda la vida. Parejas, amigos,
familia…
Amar es cuidar y cuidar es saber estar presentes en actitudes, intenciones,
emociones y comportamientos. Todo ello, sin duda, necesita de grandes dosis de inteligencia emocional y también de
empatía.
Cuidar, amar, reparar… No basta con sentir, hay que demostrar
Decía Esopo en una de sus fábulas que todo el mundo es valiente desde una
prudente distancia. Es cierto, de algún modo, cuando más echamos en falta
esta dimensión es en el seno de las relaciones, en esa amistad que no se queda
en la barrera y que da un salto para ser de ayuda en el momento más necesitado.
En ese amor que es capaz de vencer los miedos y las inseguridades para darse al otro en
plenitud y con valentía.
Ahora bien, si algo es cierto es que no necesitamos héroes. En
materia de afectos no queremos ni necesitamos que nadie nos salve. Pero sí
esperamos que se atrevan, que aúnen decisión
y coraje para demostrar, cuidar, amar, reparar… Anhelamos tener a
nuestro lado personas que entiendan que el cariño debe tejer un refugio
cotidiano donde sentirnos queridos y valorados.
La valentía tiene muchas formas, pero solo una vale más que todas
Está la de quien por fin vence
sus miedos y logra salir de su zona de confort para demostrar lo
que vale, para buscar su lugar en el mundo. Está también la de esa persona que
deja a un lado una situación que mermaba su bienestar para recuperar el control
de su vida e identidad.
Por otro lado, encontramos valientes en múltiples profesiones. En quien
pone en juego su propia vida para salvar a otros, por ejemplo. Ahora bien, a
pesar de que la valentía se exprese de infinitas formas solo cabe en ella una
naturaleza: la que se realiza desde el amor y el aprecio y no desde el puro
egoísmo de quien busca fama, reconocimiento u otro tipo de refuerzo
externo.
Valiente es por tanto toda persona que no ve barrera alguna por ayudar a
otros. Valiente es quien actúa en base a sus valores y se atreve a transformar
su realidad para alcanzar el bienestar. Porque tengámoslo claro, el amor propio también va de amar, cuidar, reparar…
Atender la relación que tenemos con nosotros mismos, cuidar de ese vínculo interno con el propio
ser, es el único modo de poder dar siempre lo mejor a quienes tenemos cerca.
El arte de estar presente en las relaciones que nos importan
Hay una herramienta poderosa a la hora de crear impacto en los demás. Un
ejercicio en materia relacional que siempre deberíamos tener en cuenta: se
trata de nuestra presencia.
Pocas cosas dejan tanta huella como hacerle ver a esa persona que tenemos
frente a nosotros que estamos con ella. Que el tiempo se detiene
cuando estamos juntos y que nada importa más que ese preciso instante.
Lo que sucede en ese presente compartido nos es valioso y por eso nos
entregamos, por eso nos esforzamos en hacernos sentir con todos nuestros
sentidos. Estar ante el otro en presencia, emoción, palabra y voluntad es lo
más decisivo en el seno de las relaciones humanas. Hay que dar sentido a ese momento, a través de la mirada, del cuidado y
sobre todo de la comunicación.
Saber apreciar lo que se ama
Cuando apreciamos lo que tenemos el mundo entra
en calma. Ya no anhelamos nada más y nada echamos en falta porque
todos nuestros vacíos están llenos, colmados de bienestar, de gratitud y de afecto.
Todo está en orden en el momento en que tomamos conciencia de que nuestra
vida está completa y que la felicidad, se inscribe en los actos más mundanos
pero a la vez, increíblemente trascendentes.
Amar, cuidar, reparar… De eso va la satisfacción en el universo de las
relaciones y esa, es una forma de valentía que practican
quienes se sienten satisfechos con sus lazos afectivos.
Atender a quien se quiere, cuidar cada momento, de cada palabra que
decimos, de cada decisión y atrevernos también a reparar errores, es el camino
que nos llevará hacia la felicidad.
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