Bailo. Bailo imperfecta e imperfecta sonrío por mi osadía de bailar sin saber. Por el miedo que todavía me queda por si equivoco el paso…
Me atrevo a mirarme al espejo sin medirme ni
compararme. Sin buscar nada que no sea yo misma ni ponerme más meta que contar
mis pecas.
Me atrevo a caminar sin saber a dónde, pero
teniendo claro para qué. Me atrevo a fantasear con la idea de que llego a
respirar con calma sin tenerlo todo hecho y preparado, sin la lista completa de
las mil cosas que siento que debo hacer y que, a veces, se me comen la vida sin
darme cuenta…
¿Has sentido alguna vez que lo que debes hacer se
te come la vida a grandes pedazos? ¿Has notado como el tiempo se escapa
mientras esperas a ser mejor?
Como el sol se pone y se te traga tus minutos
mientras haces tu lista de tareas y te das cuenta que todavía te quedas
corto…
Ahora bailo. Bailar no es un deber con el mundo,
es un compromiso conmigo… Bailo a mi son, a mi ritmo, con mi torpeza deliciosa
y sin esperar aplauso.
Y ahora, me atrevo a decir que sí a lo
inesperado, a aceptar lo que escapa a mi control, a vaciar mi casa de cosas
viejas que sólo hacen que hablarme de lo que no fui capaz de ver ni prevenir,
de lo que no supe hacer… Esas cosas que todavía me recuerdan que nunca sabré
bailar. Aunque ya no me importa. No bailo para llegar a nadie, bailo para
mí…
Bailo conmigo porque son mis manos las que me
invitan a bailar y mis pies los que me llevan. Porque soy mi música y mi
espacio, mi refugio y mi viento a favor.
Me atrevo a dejar de esperar a que me abran la
puerta. Me atrevo a darme cuenta que no hay ninguna puerta que nadie me pueda
abrir para mí en realidad.
Bailo. Bailo con mis imperfecciones y mis miedos
más rotundos. Una voz me susurra al oído que deje de bailar, que recoja mis
cosas y me asuste de nuevo y vuelva a creer en fantasmas y miradas de acecho… Y
yo suspiro y miro al cielo, vacilo si seguir bailando, noto que mi alma titubea
primero y se cubre de escarcha, pero luego empieza a tararear… La música es tan
hermosa que me dejo llevar.
Nunca hasta ahora he bailado sola porque me
avergonzaba de mí bailando. Nunca he bailado acompañada porque nadie me pidió
baile. Y ahora me doy cuenta que sin ese abrazo, mi abrazo, nunca podrá dejarme
llevar por nadie.
Me atrevo ahora a dejar pasar pensamientos que me
cuentan historias de terror y dibujan los mismos caminos de siempre. Los oigo,
pero no los escucho. Los veo, pero no los miro. Los acuno, pero no les doy de
comer… Me atrevo a decir que no cuando me consume la rabia… Me sincero conmigo
misma y me doy cuenta de todo lo que pierdo a veces por necesitar ganar
siempre… Y, justo en ese momento, puedo perder sin sentirme hundida… Puedo
sentirme entera sin que nadie me dé el visto bueno.
Bailo imperfecta y maravillosa en mi imperfección.
Sin más prisa que las ganas de baile sin prisas… Sin más miedo que el miedo a
que el miedo vuelva y diga mi nombre en voz alta de nuevo y yo baje la
cabeza y le abra la puerta.
Bailo sin contar pasos, ni mirar al suelo. Tengo
ganas de bailar sin saber cuánto durará al baile y a dónde me lleva porque no
importa… No bailo para nadie, bailo para mí.
Mercè Roura
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