Tu historia personal se escribe también con la tinta de cada emoción
sentida, con cada miedo superado, con cada instante de felicidad que ha dejado
huella permanente en tu mente y corazón. Al fin y al cabo, la vida no va de años vividos sino de emociones sentidas.
La vida se mide en emociones, son esos instantes en
que dichas reacciones psicofisiológicas actúan como destellos dando sentido a
nuestra existencia. Alegría, felicidad, sorpresa, miedo, tristeza, asombro,
añoranza… Todas ellas, sin importar si su valencia es positiva o negativa,
definen lo que somos, articulan nuestro comportamiento y dan sentido a su vez a
cada cosa que hacemos.
Decía con acierto la escritora y activista Hellen Keller que las
cosas más hermosas de este mundo no se pueden ver ni tocar, se sienten con el
corazón. Ella lo sabía bien. Como sordociega aprendió a moverse y a
entender su realidad a través de ese universo latente e invisible que muchos no
apreciamos como se merece: las sensaciones, la conexión, los sentimientos…
A menudo, leemos y escuchamos aquello de que las personas somos seres
sociales y nuestro cerebro es un órgano racional, un conjunto de células y
tejidos conectados entre sí que configuran nuestros pensamientos, decisiones y
comportamientos. Sin embargo, la realidad es otra más concreta: los seres
humanos somos criaturas emocionales y el único lenguaje que
entiende nuestro cerebro es el de las emociones.
Esto nos hace maravillosos y, también, tremendamente complejos a la vez. Entender la vida desde este punto de vista
nos puede ayudar a tener un mayor control sobre ellas y a
disfrutarla con mayor intensidad.
La vida se mide en emociones: tiempos de alegría, días de calma y momentos
de tristeza
Las emociones guían nuestro devenir cotidiano de
infinitas maneras. Estas realidades biológicas no solo influyen en
cómo nos sentimos físicamente, en ese corazón que se acelera cuando nos enamoramos,
en ese dolor de estómago cuando experimentamos ansiedad. Ellas median también
en la forma en que pensamos y en cómo actuamos en determinados momentos.
La vida se mide en emociones porque ellas son
esas partituras que ponen música a cada uno de nuestros instantes. Tener clara la relevancia de estas dimensiones psicofisiológicas es
clave para nuestro bienestar. Lo es porque nos permite entender que tener un
mayor conocimiento y control sobre ellas revertirá en nuestra felicidad o,
por contra, en ese sufrimiento que se cronifica.
Las emociones nos dicen quiénes somos y cómo nos han afectado nuestras
historias
Nuestra existencia no se teje únicamente con los
hilos de la felicidad. En esa tela que nos es propia a cada uno, abunda
también el color del desconsuelo, de la pérdida y
la tristeza. Sin embargo, en ese juego de tonalidades y contrastes reside la
auténtica belleza (y resistencia) vital.
Ahora bien, una característica común: las emociones tienen el poder de
definir nuestras historias y las personas en las que nos convertimos.
Para entenderlo mejor pondremos un ejemplo. Una ruptura de pareja puede crear
una herida permanente. Un vacío por donde se van los ánimos y huyen las
esperanzas. Ese dolor puede cronificarse hasta el punto de no lograr iniciar
nuevas relaciones.
Ese tipo de historias suelen ser frecuentes. En cambio, otras personas nos muestran otro tejido
emocional más reluciente, ese donde se atisba la resiliencia, la capacidad de superación,
las ganas constantes por vivir, sentir, experimentar… La vida se mide en
emociones y, aunque algunas de ellas sean dolorosas, ese sufrimiento no tiene
por qué dotar de un solo color nuestra existencia.
Bienestar es sentir la emoción adecuada en cada momento y saber qué hacer
con ella
Les Greenberg es un psicólogo canadiense reconocido por ser uno de los creadores
de la terapia centrada en emociones. Algo que nos indica en trabajos como Emotion-focused
Therapy, es que las personas seguimos estando perdidas en
materia de emociones. Las reprimimos, las desviamos, no sabemos
ponerles nombre y, a menudo, nos dejamos llevar por ellas sin pensar antes en
las consecuencias.
Algo que debemos entender es que el bienestar es sentir la emoción adecuada en el momento adecuado y saber
qué hacer con ella después. ¿Qué significa esto? Significa, por ejemplo,
que cuando alguien me ofende tengo derecho a sentir rabia. Pero esa rabia no
debe hacer que reaccione con violencia, sino con asertividad y
acierto.
Implica también que ante una situación de cambio e incertidumbre
sea normal sentir miedo y angustia. Esas emociones deben aceptarse y
experimentarlas como algo esperable y normal. Entender estos principios de
salud psicológica nos permitirá sin duda movernos mucho mejor por cada situación
y circunstancia personal.
La vida se mide en emociones: no dejes de aprender de ellas
La vida no se mide en tiempo, la vida se mide en emociones, en momentos de
felicidad, de melancolía, de esperanza, ilusión y también de tristezas. Somos
lo que nos ha pasado pero, sobre todo, lo que hemos sentido en cada una de
estas experiencias. Eso es lo que nos hace únicos.
Cada persona se define también por cada miedo
superado, por cada tristeza curada, rabia sanada con el
perdón e ilusión conquistada con el éxito y la felicidad.
Bien es cierto que ya hemos dejado muchas cosas atrás, pero lo que tenemos por delante abre en el
horizonte nuevas oportunidades y momentos donde seguir emocionándonos.
Porque de eso se trata, de vivir cada
día con la máxima emoción posible.
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