NADIE ES COMO TÚ Y ESE ES TU PODER
Si te comparas con otros en una única dimensión o faceta, siempre
encontrarás a alguien más atractivo, más inteligente u ocurrente que tú. Sin embargo,
nadie en este mundo tiene la esencia que te da un valor propio e
intransferible.
La confianza en uno mismo es imprescindible en todos los ámbitos de la vida. Es nuestra red de seguridad, la base que nos permite lanzarnos a explorar
el mundo y desplegar nuestra personalidad. No obstante, también constituye una
tarea pendiente en el crecimiento personal de muchos de nosotros. Por ello, hoy
quiero recordarte que nadie es como tú y ese, precisamente, es tu poder.
Es sencillo comprobar que careces de autoconfianza, pues sientes constantemente que interpretas
un papel. Tus reacciones, tus decisiones, tu forma de
relacionarte… no son genuinas.
Cada paso que das es rígidamente meditado y deliberado con el fin de
ajustarte a lo que otros esperan de ti. O, por el contrario, vives atrapado en
las reacciones descontroladas de tu ego que no cesa de intentar defenderte del
rechazo o la humillación.
En cualquiera de los casos, te impides ser tú porque no consideras
que lo que eres sea válido o suficiente. Y no hay nada más doloroso
que vivir negándose a uno mismo. Sin embargo, ¿dónde se origina este temor a no
ser adecuados? ¿Cuándo perdimos la noción de nuestro propio valor?
Las comparaciones son destructivas
Prácticamente desde que nacemos somos sometidos
a comparaciones. Fuimos el bebé
más inquieto, el menos risueño o el que más tarde aprendió a caminar. A medida
que crecemos nos instan a ser tan obedientes como nuestro hermano, tan
sociables como nuestro primo o tan deportistas como nuestro vecino. Una vez que
iniciamos la escuela los estándares se materializan numéricamente.
Juzgan nuestras capacidades en base a un sistema rígido y desigual y asocian
nuestra valía personal a nuestras calificaciones. Crecemos siendo el más
listo, el más vago, el más aplicado o el que menos capacidad tiene para los
idiomas. Nunca somos nosotros, sino nosotros en comparación con los demás.
Nadie evaluaría a un pez por su capacidad para trepar a un árbol ni a un
pájaro por su capacidad para bucear. Sin embargo, se establecen
expectativas uniformes a las que todos hemos de adecuarnos y que
definirán la imagen que tenemos de nosotros mismos.
En realidad, este sistema competitivo en el que estamos inmersos desde la
más tierna infancia produce un daño que es independiente de las calificaciones
del alumno. Pues a todos nos enseñan a compararnos, a medir nuestro
valor por nuestra capacidad de cumplir expectativas ajenas. El sistema no nos orienta o
motiva para descubrir quiénes somos en realidad, quienes queremos ser.
Nadie es como tú
Con este bagaje no es
sorprendente encontrar que nos sentimos inseguros en nuestro
empleo, con nuestra pareja y en nuestras relaciones sociales y familiares. El
razonamiento es lógico:
- ¿Por qué me iban a
dar a mí este empleo, si hay muchas personas con más estudios y
experiencia?
- ¿Por qué querría mi
pareja permanecer a mi lado si hay otros más atractivos, inteligentes e
interesantes?
- ¿Qué motivo tienen
mis amistades para querer pasar tiempo conmigo, si no soy especialmente
divertido ni ocurrente?
Con una autoconfianza tan frágil resulta casi imposible negarse, oponerse o hacer valer los propios
derechos. Enfrentarnos o discutir nos haría perder puntos en la calificación de
la vida y nos abocaría al despido laboral o al abandono afectivo de nuestros
seres queridos. ¿Percibes la crudeza de la jaula mental en la que vivimos?
Todo esto sucede porque hemos perdido de vista algo realmente
esencial: nadie es como tú. Nadie. No hay otro ser humano en la tierra
que cuente con tus particularidades. Nadie podrá aportar lo mismo que tú
aportas ni a tu empleo ni a tus relaciones personales.
Recuerda tu poder
Sí, siempre habrá alguien más alto, más delgado, más creativo y más
experimentado. Sin embargo, nadie es como tú. Solo tú puedes ofrecer tu
esencia: ese es tu gran poder.
Por supuesto que otra persona podría realizar tu trabajo, podría quedar con
tus amigos o salir con tu pareja, pero nunca lograría ofrecer lo que tú tienes
para dar. Todos somos reemplazables, pero insustituibles.
Por ello comienza a valorar todo lo que eres y lo que tienes por ofrecer.
Recuerda tu inigualable brillo y no temas mostrarlo. Olvida las
comparaciones, los estándares y las expectativas. Eres valioso
simplemente por lo que eres, porque nadie más lo es.
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