Les dediqué muchas, muchas horas de mi vida a los
videojuegos, desde su mismísima prehistoria, desde mucho antes de la aparición
de la PC. Y jugando y viendo a otros jugar, he podido observar inesperadas
equivalencias entre estos juegos y ciertos conocimientos de tipo «espiritual»,
que normalmente nos llegan mucho más tarde en nuestras vidas. Por ejemplo…
– Si se juega con temor, con inseguridad, se pierde. Del
mismo modo, el temor normalmente también conduce al fracaso en la vida real.
– Los videojuegos nos van enfrentando con desafíos de
complejidad creciente. Al ingresar en un nuevo nivel del juego, como al
enfrentarnos con un nuevo desafío en la vida real, lógicamente intentamos
aplicar las estrategias o los conocimientos aprendidos en etapas anteriores.
Pero insistimos con estas herramientas, casi siempre inútiles en la nueva
situación, mucho más tiempo del razonable. Es que tendemos a postergar todo lo
posible el reconocimiento de que tenemos que probar o aprender algo nuevo, de
que tenemos que crecer…
– Al principio, estos nuevos desafíos a los que nos
enfrenta el juego nos parecen dificilísimos de resolver. Y nos decimos
totalmente convencidos: «Esta parte del juego siempre será un obstáculo
insuperable para mí, no importa cuánto tiempo le dedique a intentarlo». Poco
después estamos preocupados por nuevos obstáculos «dificilísimos» de superar,
mientras que los problemas anteriores nos parecen simples, elementales.
– A veces no entendemos el juego, sentimos que no tiene
sentido, queremos dejar de jugarlo. Necesitamos algún tipo de «instrucciones».
Pero no hay instrucciones. O tal vez sólo las más elementales, algo así como
«Los diez mandamientos». Precisamente el juego consiste en descubrir por
nosotros mismos cómo funcionan las cosas tanto en ese mundo virtual como en el
mundo real.
– En los videojuegos, muchas veces la actividad la
desarrolla un muñequito que nos representa, con quien lógicamente nos sentimos
identificados. Si el muñequito llega a la meta, decimos «gané», si no lo logra
decimos «perdí». Del mismo modo, en la vida real estamos identificados con
nuestro cuerpo y con nuestro ego, y casi en todo momento olvidamos que
realmente somos mucho más que eso, que nuestra verdadera naturaleza es
espiritual.
– En los nuevos «juegos en red», varios niños juegan a la
vez en un único «espacio virtual» al que cada uno accede desde su PC. Muchos de
estos juegos son visualmente muy realistas y extremadamente violentos, y
consisten simplemente en formar dos bandos y dispararse con armas muy
sofisticadas hasta «terminar con el enemigo». Esta no es precisamente una
actividad recomendable. Pero siguiendo con la analogía, obviamente no es la
vida de los niños la que corre peligro sino sólo la de los personajes que los
representan. Ellos —los niños— están muy cómodos y seguros, sentados cada uno
frente al monitor de su PC. En nuestro violento «mundo real», tal vez pase algo
similar: aun cuando a veces los egos de las personas se enfrenten y hasta sus
cuerpos puedan pelear entre sí hasta eliminarse, en cada uno de nosotros hay
algo esencial, invulnerable, eterno, que no puede ser dañado.
– Y aunque vivamos identificados con el ego, a veces nos
llega cierta información que dice, por ejemplo: «Hay que aquietar la mente, hay
que suspender toda actividad del ego para que comencemos a actuar desde nuestro
verdadero Ser». E ingenuamente, tal vez practicando alguna forma de meditación,
podemos llegar a convencernos de que por fin nos hemos liberado del ego. Pero
quizás sólo hayamos conseguido dejar de mover el «joystick» por unos momentos,
dejando completamente inmóvil nuestro «muñequito»… y todavía sigamos en el
«espacio virtual» de nuestro ego.
No nos hemos levantado realmente de «nuestro
asiento frente a la PC», no conseguimos aún tomar consciencia de que aquí
mismo, en este preciso momento, mientras jugamos y aprendemos todo lo que hemos
venido a aprender, nos está esperando otra realidad, infinitamente más compleja
e interesante que esta, y a la que verdaderamente pertenecemos, a la que
siempre hemos pertenecido…
Axel Piskulic
No hay comentarios:
Publicar un comentario