14.7.20

Nos está esperando otra realidad, infinitamente más compleja e interesante que esta

LOS VIDEOJUEGOS Y LA VIDA REAL

Les dediqué muchas, muchas horas de mi vida a los videojuegos, desde su mismísima prehistoria, desde mucho antes de la aparición de la PC. Y jugando y viendo a otros jugar, he podido observar inesperadas equivalencias entre estos juegos y ciertos conocimientos de tipo «espiritual», que normalmente nos llegan mucho más tarde en nuestras vidas. Por ejemplo…

– Si se juega con temor, con inseguridad, se pierde. Del mismo modo, el temor normalmente también conduce al fracaso en la vida real.

– Los videojuegos nos van enfrentando con desafíos de complejidad creciente. Al ingresar en un nuevo nivel del juego, como al enfrentarnos con un nuevo desafío en la vida real, lógicamente intentamos aplicar las estrategias o los conocimientos aprendidos en etapas anteriores. Pero insistimos con estas herramientas, casi siempre inútiles en la nueva situación, mucho más tiempo del razonable. Es que tendemos a postergar todo lo posible el reconocimiento de que tenemos que probar o aprender algo nuevo, de que tenemos que crecer…


– Al principio, estos nuevos desafíos a los que nos enfrenta el juego nos parecen dificilísimos de resolver. Y nos decimos totalmente convencidos: «Esta parte del juego siempre será un obstáculo insuperable para mí, no importa cuánto tiempo le dedique a intentarlo». Poco después estamos preocupados por nuevos obstáculos «dificilísimos» de superar, mientras que los problemas anteriores nos parecen simples, elementales.

– A veces no entendemos el juego, sentimos que no tiene sentido, queremos dejar de jugarlo. Necesitamos algún tipo de «instrucciones». Pero no hay instrucciones. O tal vez sólo las más elementales, algo así como «Los diez mandamientos». Precisamente el juego consiste en descubrir por nosotros mismos cómo funcionan las cosas tanto en ese mundo virtual como en el mundo real.

– En los videojuegos, muchas veces la actividad la desarrolla un muñequito que nos representa, con quien lógicamente nos sentimos identificados. Si el muñequito llega a la meta, decimos «gané», si no lo logra decimos «perdí». Del mismo modo, en la vida real estamos identificados con nuestro cuerpo y con nuestro ego, y casi en todo momento olvidamos que realmente somos mucho más que eso, que nuestra verdadera naturaleza es espiritual.

– En los nuevos «juegos en red», varios niños juegan a la vez en un único «espacio virtual» al que cada uno accede desde su PC. Muchos de estos juegos son visualmente muy realistas y extremadamente violentos, y consisten simplemente en formar dos bandos y dispararse con armas muy sofisticadas hasta «terminar con el enemigo». Esta no es precisamente una actividad recomendable. Pero siguiendo con la analogía, obviamente no es la vida de los niños la que corre peligro sino sólo la de los personajes que los representan. Ellos —los niños— están muy cómodos y seguros, sentados cada uno frente al monitor de su PC. En nuestro violento «mundo real», tal vez pase algo similar: aun cuando a veces los egos de las personas se enfrenten y hasta sus cuerpos puedan pelear entre sí hasta eliminarse, en cada uno de nosotros hay algo esencial, invulnerable, eterno, que no puede ser dañado.

– Y aunque vivamos identificados con el ego, a veces nos llega cierta información que dice, por ejemplo: «Hay que aquietar la mente, hay que suspender toda actividad del ego para que comencemos a actuar desde nuestro verdadero Ser». E ingenuamente, tal vez practicando alguna forma de meditación, podemos llegar a convencernos de que por fin nos hemos liberado del ego. Pero quizás sólo hayamos conseguido dejar de mover el «joystick» por unos momentos, dejando completamente inmóvil nuestro «muñequito»… y todavía sigamos en el «espacio virtual» de nuestro ego. 

No nos hemos levantado realmente de «nuestro asiento frente a la PC», no conseguimos aún tomar consciencia de que aquí mismo, en este preciso momento, mientras jugamos y aprendemos todo lo que hemos venido a aprender, nos está esperando otra realidad, infinitamente más compleja e interesante que esta, y a la que verdaderamente pertenecemos, a la que siempre hemos pertenecido…

Axel Piskulic

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