Saborear el momento, deleitarnos de las cosas sencillas
que nos aporta el día a día... Estos son placeres que revierten en nuestro
bienestar y que factores como el estrés nos impiden apreciar. ¿Es posible
cambiar el enfoque y permitirnos disfrutar del aquí y ahora?
Solemos dejar pasar muchos momentos sin llegar a
saborearlos, sin concedernos el placer de conectar con el presente y
lo que este nos puede aportar. La técnica del savoring, introducida
por los psicólogos Fred Bryant y Joseph Veroff nos propone ser conscientes de
esto. Y también de entender algo esencial: si nos focalizamos en lo positivo
del día a día, nuestro bienestar se intensificará.
Nos puede parecer una obviedad. Podemos interpretarlo
incluso, como otra teoría más de la psicología positiva, al igual que el flow de
Mihaly Csikszentmihalyi o el concepto flourishing. Sin embargo, hay algo
trascendente y decisivo en esta idea: factores como el estrés o la ansiedad nos incapacitan por
completo para ver, disfrutar y sentir la belleza de la vida, así
como la mágica sencillez de esas cosas que surgen a cada instante y ante las
que nuestra mirada es cada vez más ciega.
Esa es la evidencia. Las personas avanzamos por nuestra cotidianidad con una venda en los ojos
y un filtro en la mente. Hemos desarrollado una capacidad asombrosa para
ver problemas donde no los hay, para anticipar preocupaciones para las cuales
aún no hay motivo.
La mente acelerada no armoniza demasiado con el arte de
saborear el momento presente.
Nos nutrimos de prisas y con ellas alimentamos la
infelicidad. ¿Qué sentido tiene una existencia así? Evidentemente,
ninguna. Hay que cambiar el enfoque y aprender a saborear, a filtrar el momento
presente desde otra óptica más pausada y consciente.
Savoring (saborear) la vida
¿en qué consiste esta técnica?
En el campo de la psicología existe un concepto tan
interesante como útil: nos referimos a la reminiscencia. Este concepto fue acuñado por el
doctor Robert Butler, quien demostró la idea de que cuando somos capaces de
recordar momentos significativos, plácidos y felices del pasado mejoramos la
calidad del presente. Esto se ve con frecuencia por ejemplo en personas mayores
con deterioro cognitivo.
Conseguir que evoquen determinados instantes de su vida
resulta terapéutico. Es más, en ocasiones, hasta nosotros mismos vemos ese
efecto, basta con oler una fragancia para rememorar pequeños fragmentos
del ayer, esos que aún nos siguen despertando sonrisas. Todo ello,
todos estos procesos se relacionan directamente con el concepto de
savoring.
Saborear el momento para crear recuerdos trascendentes y
sólidos
Fred Bryant, psicólogo social,
introdujo hace años el término savoring en el campo de la psicología positiva. Lo hizo a través de una investigación en
la que pudo demostrar varias cosas.
- Las personas podemos usar determinados momentos felices del
ayer para aliviar nuestra tristeza o malestar del presente. Esas
reminiscencias, que se acompañan de emociones positivas, mejoran el
rendimiento y el estado de las personas con demencia.
- Asimismo, si somos capaces de acumular instantes dotados de calma y
bienestar, revertirán a su vez en nuestro estado anímico e incluso en
nuestra resistencia frente al estrés. Es como ejercitar un músculo psicológico capaz de mejorar la
atención, la actitud, la motivación y las emociones.
- No obstante, algo así solo se logra si sabemos aplicar lo que el
doctor Bryant define como savoring. Es decir, hay que maximizar
los momentos agradables para que estos tengan su impacto en nuestra
memoria. Y esto es sin duda en lo que más solemos fallar.
Savoring, la capacidad de
intensificar emocionalmente nuestras experiencias
Quoidbach, Berry, Hansenne y Mikolajczak (2010) también
investigaron sobre el concepto de saber saborear el presente como herramienta
terapéutica. Algo que señalan es que, en cierto modo, es una forma de capitalizar el presente.
Es ser capaces de apreciar en el día a día aquello que es
positivo y gratificante por su sencillez o por su trascendencia y almacenarlo
en la memoria para
momentos futuros. De algún modo, es como ir ganando en reserva cognitiva y
también en salud emocional.
No obstante, eso sí, debemos ser capaces de aplicar de
manera correcta el arte del savoring. Consiste en lo siguiente:
- Anticipación e identificación. Debemos ser
conscientes de que estamos a punto de disfrutar de algo gratificante. Si
vamos a abrazar a nuestra pareja, a nuestro hijo, si vamos a hacer un
viaje, si estamos a punto de tomarnos un café con
una buena amistad o vamos a pasear por la playa, debemos anticipar y
pensar que todo eso son buenos momentos. Instantes que merecerán ser
recordados.
- Estar presentes. Cuando experimentemos esas situaciones hay que focalizarse en el aquí ahora. Debemos ser receptivos a cada sensación, a cada emoción sentida, poner atención a los pequeños detalles que rodean esa escena… Es como ir recogiendo fragmentos llenos de luz para introducirlos en un baúl, en nuestro cofre de memoria.
- Saborea el momento pensando en el futuro. Savoring es disfrutar del instante, siendo
plenamente conscientes de todo lo que estamos viviendo, pero teniendo en
cuenta que todo ello quedará grabado en nuestro cerebro para instantes
futuros.
Una valiosa técnica para desactivar el sesgo de la
negatividad
La mente tiene una singular tendencia: tiende a
focalizarse más en lo negativo que en lo positivo. Esto se debe a una razón,
estamos programados para anticipar riesgos, responder y mantenernos a salvo. En
resumen, a nuestro cerebro no le importa que seamos felices
o no, lo que desea básicamente es que sobrevivamos.
Ahora bien, que actúe así no significa que no podamos
cambiar su enfoque, reprogramarlo. No se trata ni mucho menos de dejar de dar
importancia a nuestras preocupaciones o a los peligros que nos rodeen. La
idea es no obsesionarnos y ser capaces de entrenar a nuestra mente para que
aprenda a ser feliz, a apreciar los momentos significativos y
gratificantes.
De este modo, algo que nos está demostrando la psicología
positiva y el concepto de savoring es que si somos capaces de
saborear los instantes plácidos y positivos de nuestra cotidianidad,
reduciremos la ansiedad y el estrés. Es como reeducar el enfoque mental
para situarlo más hacia los estímulos positivos que hacia las preocupaciones.
Algo así lleva tiempo, es cierto, pero los efectos son
catárticos. Vale la pena por tanto ponerlo en práctica.
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