UNA VIDA PROVISIONAL
Ya basta de estar pendiente… Basta de vivir siempre
de guardia y tener siempre la luz encendida. Basta de estar tensos y en fase de
espera. De buscar sin tregua, de quedarse despierto de madrugada pensando
otras mil formas de dejar de pensar y calmar la mente. Y ver que no pasa,
morderse la cola y volver a empezar.
Sí, ya lo sé, no es malo echarle un vistazo a todo, a la
vida en general, pero vivir de guardia eternamente es demoledor, agotador,
lacerante.
Hay un montón de vidas en provisional, esperando a ser
vividas cuando todo mejore. Cuando pase la alergia, cuando llegue más dinero a
casa, cuando esa persona se dé cuenta de que existo, cuando los niños vayan al
cole, cuando vayan a la universidad… Cuando pierda diez kilos, cuando controle
mi adicción a… Aquí puedes poner lo que quieras porque cualquiera de ellas es
lo mismo, está poniendo un parche a algo que necesita una transformación vital,
un cambio de percepción, un giro de 180 grados.
Todos somos adictos a algo, en el fondo, incluso a esa
provisionalidad en nuestras vidas. Esa sensación de no vivir esperando a vivir
mejor. Esa vida de vigilia, asomada a la ventana del mundo, en una
atalaya, observando qué pasa para ver si llega, si ya viene, para que podamos
interceptarlo y no pase de largo… ¿El qué? tienen mil nombres pero todos son el
mismo.. Pensamos que realmente necesitamos eso que deseamos, pero en realidad
eso que deseamos y soñamos es muchas veces un parche, un sucedáneo que
esperamos que tape el enorme vacío que sentimos dentro por…
Por vivir en provisional esperando que llegue. Porque en
realidad lo que queremos llenar no se llena con nada de lo que creemos
necesitar conseguir, sino con ese amor que no nos damos, ese respeto que no nos
tenemos, esa paciencia que no logramos cultivar porque estamos hartos de
esperar algo que cuando llegue ya sabemos que no nos va a saciar.
Siempre luchando por algo, siempre acariciando el reverso
de lo que soñamos, siempre pendientes de dar un paso más para acercarnos y
siempre viendo cómo se aleja. Y cuando llega, cuando llega muchas veces nos
encuentra tan cansados y exhaustos, tan asqueados de tener siempre un ojo en el
camino por si acaso, tan rotos de desear y notar que nunca es nuestro y empezar
a creer que no lo merecemos…
Y cuando lo toquemos, lo cambiaremos por otra cosa y
seguiremos esperando y desesperando, suspirando por algo que nos quita el
aliento y que jamás nos colma… A veces, incluso, nos peleamos por algo que no
queremos, pero no soportamos que otros lo tengan y nosotros no… O
luchamos por conseguirlo no por el placer de que llegue a nosotros sino por
demostrar al mundo que lo hicimos, por esa necesidad insana de competir siempre
y colgarse la medalla.
No compensa nunca. No hay nada que pueda darnos el mundo
(el mundo no nos da nada, de hecho) o que podamos encontrar en él que compense
una vida de desgaste, sin paz. Una vida pendientes de si llega o se escapa,
luchando sin tregua, arañando cada migaja, haciendo guardia en una garita de
vigilancia bajo la lluvia, el frío intenso, el calor insoportable. No hay nada
que pueda llegar a nuestras vidas mañana que compense desperdiciar este momento
que vivimos ahora. Nada que nos traiga el futuro puede perturbar y malograr
nuestro presente. Nada que tenga que llegar es mejor que lo que tenemos ahora.
Este momento de vida es el más preciado, el más hermoso siempre, el
único.
La vida no puede ser provisional a la espera de mejorar.
No podemos estar opacos a la espera de brillar… No podemos estar tristes por si
mañana conseguimos algo que creemos que nos hará felices. Sufrir ahora no trae
paz para mañana. Al contrario, siempre he tenido la sensación de que si somos
capaces de exprimir este momento y vivirlo como si fuera el único, estamos
sembrando esas emociones para mañana. Como si la vida nos permitiera clonar
momentos, como si nos viera usarlos bien y decidiera que nos da más…
Aunque casi nunca lo hacemos. Sufrimos, nos esforzamos
hasta caer, seguros de que nuestro sacrificio es el pago por adelantado de algo
hermoso por llegar y nunca llega o si lo hace ya no es hermoso. Nada precioso
que llega a tu vida merece sufrimiento previo. No hay felicidad que se pague
con tristeza. No hay futuro dulce cimentado en un presente amargo.
Otra cosa es que esa tristeza, esa amargura, ese
sufrimiento sentido y comprendido sean usados para transformarnos, por dentro y
por fuera. Otra cosa es que tanto sufrir nos haga ver que no sirve para nada y
desistamos de machacarnos y destrozarnos la vida demostrando a los demás
nuestro valor. Que decidamos que ya somos maravillosos y dejemos de llamar a
puertas ajenas para pedir permiso y migajas de amor, de respeto, de admiración,
de aceptación…
Podrían admirarnos todas las personas del planeta y
sentirnos vacíos si no somos capaces de respetarnos nosotros
mismos. Podríamos tener todo lo ansiado y sentirnos vacíos porque no
creemos merecerlo… Podríamos luchar sin tregua durante siglos y nunca
sentiríamos que hemos demostrado suficiente valía porque somos nosotros quienes
no nos valoramos.
Y así seguimos, cada día, deshilachándonos y creyendo que
nos cosemos. Destruyéndonos y creyendo que nos construimos… Haciéndonos daño y
creyendo que así somos más dignos de lo que anhelamos. Culpándonos y creyendo
que así nos hacemos perdonar por no ser perfectos.
Sufriendo para luego disfrutar. Perdiendo vida y
esperando luego recuperarla, pero el tiempo pasa y se escapa.
Aquello que esperamos impacientes que llegue ya está
aquí, esperándonos a nosotros… Esperando que en lugar de mirar fuera, miremos
dentro. Esperando que en lugar de hacer guardia y estar pendientes de todo,
sufrir y desgastarnos, aprovechemos este momento y lo vivamos intensamente. Ya
no más vida en provisional esperando algo que no llegará y que si llega, te
prometo, que no compensará nada porque te hallará roto y descosido.
Nada hermoso puede llegar a tu vida si no haces que este
momento sea hermoso.
Nada maravilloso llama a tu puerta si no te sientes
tú maravilloso.
Nada se queda en ti si tú no te quedas en ti mismo.
Nada puede ir mejor si no vivimos este momento como el
mejor, el único que tenemos.
Mercè
Roura
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